Sunday, December 28, 2008

NOSTALGIAS DE LA RUBIA ALBION 2009


Desde el lomo de burro y para toda la Cuenca del Plata (especialmente a las hermanas Rosario, Paraná, Resistencia, Santa Fé, Córdoba, Buenos Aires, Asunción, Porto Alegre, Paysandú, Salto y Tacuarembó) tenemos el agrado de presentar, -con todo respeto a esta prestigiosa audiencia- de Imperialisto Fagundez y Sedicioso Contursi:

MADRE PERRA

Inglaterra, madre perra
desde el momento que nos abandonaste
con la semilla del fracaso nos dejaste.

Y ahora que estamos en la lona
allá en el Commonwealth no nos dan bola.

Las primas Australia y Nueva Zelanda
dicen que caminan como Dios manda
tan lejos de tu hermoso River Plate*
donde piantamos de tanta tristeza y mate.

Perdoná por los baños de agua hirviendo**
los gauchos solo se estaban divirtiendo
fue sin querer aquella hora oprobiosa
la vuelta de obligado hoy suena odiosa

Sin Elíos, ni Artigas, ni Sanmartines
Dorregos, Andresitos, Leandros Gomez
Don Juan Manuel de Rosas fiero gaucho
lloramos te hayan hecho tanto daño.

Inglaterra, madre perra
HACETE CARGO por lo menos
de este estado tampón
que fue tu extraña creación***
pon pon.

*debe leerse en castellano
**existen versiones de que fue aceite, posiblemente haya sido todo: aceite, agua y grasa.
***obvia alusión a la Convención Preliminar de Paz, Rio de Janeiro, 1828.

Esperando sea de vuestro agrado y siempre atentos a todas las sugerencias de nuestra seguidora (y fiel) audiencia, nos despedimos dándole la bienvenida al nuevo año que se acerca timidamente, como no queriendo, como sabiendo que la mano viene mal barajada. Sin embargo aquí estaremos en este territorio (el soporte y la gente ("clic")) aguantando el temporal con asado y aguardiente.
Salud...

Friday, December 19, 2008

CANCIóN VIL de VACACIONES



no quiero ir a valizas
no quiero ir a cancún
no quiero ir al polonio
ni estar en la pedrera

(lejos de tí estaré,
montando una ballena
asesinando lobas marinas
sopleteando escarabajos)

no voy a ir a roma
ni voy a buenos aires
no iré a punta del este
ni a la barra del chuy

(ballena hija de puta
ahora me pateaste
dejá, me abandonaste
por esa vil pitón)

no voy a ir a la habana
ni a río de janeiro,
ni río de la Plata
-se fué y eso me mata-

(Yo tenía mi dinero en la banca Mordecki,
que siempre me quiso coger,
tomándome de la cintura insistenemente.
Ahora la dejé, invierto en escarabajos y pitones)

Plata es la que me falta
para pasar la vida
como una brisa leve,
con una risa breve

(plata, una mina buena, salud, cariño, ¡proyecto me piden ahora!,)
(una obra enjundiosa, una marca grandiosa)
(un magnífico pajaro violeta con copete rojo, pecho amarillo fuerte, patas verdes, brillantes ojos lasser ambar, graznido poderoso y vibrante, ensillado y atado al palenque -por las dudas-)

encenderé la tele
con ella mi adicción
a que la nada pase
(oh no, la pasta base)
sentado en mi sillón

(la paja en el ojo propio,
la viga clavada en la cabeza
la flecha en el corazón
el plomo líquido en el alma)

después ud me cuenta
lo que el sol ilumine
es hora que termine
con esta vil canción.

(salú, salú Pueblo Oriental...)

Thursday, December 4, 2008

Primer avance en el camino del Do


1. Manda al Diablo a todo lo que tengas ganas o te rompa las pelotas.

2. Revisa lo que mandaste al Diablo porque te puedes arrepentir amargamente. (Sobre todo si es algo que te hizo sentir cerca de la felicidad)

3. Un navío lleno de whisky es una fuente de alegría.

4. Cuando la angustia comience a estrangularte sigue el camino del Do (lo puedes continuar después también y hallarás algo mas que un buen vómito):

- Do galones de whisky (o de caña)
- Do miligramo de Alprazolam
- Do porro
- Do mina (advertencia: debes asegurarte que tu cordura resista o tener un buen siquiatra, vale también en el caso de las chicas, aunque ya se sabe que las mujeres son poderosas).
- Do abrazos (pero de esos que te dejan sin respiración, que te ponen en puntas de pie o te hacen levantarla en vilo).
- Otros Do abrazos, de esa chica que te quedó debiendo uno, o no, pero que tenés ganas de volver a abrazar por lo menos un par de horas, o toda la noche o Do días seguidos o hasta que ya no te duela el pecho.

4.1 Axiomas del camino del Do:

- Do puntos no definen una recta, definen millones de líneas, o que alguna conclusión viene luego de ellos.
- El camino mas corto entre Do puntos tampoco es recto. En ninguna situación o circunstancia de la vida real y menos después de haberte vaciado el navío de whisky.
- Do sensei son mejor que uno, siempre que no hablen a la misma vez.
- Do vidas son mejores que una y permiten iniciar una conversación tipo: yo te conozco de otro lado, quizás de la otra vida... (aunque puede ocurrir que el/la interlocutora salga disparando y te esquive durante todo lo que te quede de esta vida).

5. El camino de la rectitud comienza donde se unen el de la buena fé y la sabiduría.

6. Ocurre que estos últimos son paralelos en casi todas las dimensiones conocidas, por lo tanto solo se unen en el infinito.

7. Definición de infinito: Destino arcano que aparece en los carteles de muchos ómnibus solo comprendido por iniciados. Vg. 546 Gowland, 150 Pº Calpino, 103 Villa García, 427 Los Bulevares, etc.

8. El camino de la Rectitud esta lleno de curvas.

9. El Camino del Do también.

10. Ambos (el camino de la Rectitud y el camino del Do) pueden conducir a la felicidad, siempre que tu cerebro (ese laberinto) admita esta dimensión especulativa de la vida. De cualquier manera es posible que te dejen bastante cerca, aunque te pases un par de paradas.


Monday, November 17, 2008

Veinte minutos de terapia




—¿No lo acompañan al check in?
—No. Tengo que agarrar un carro porque se me caen las cosas, se me abre el bolso donde tengo todos los lentes. Sigo trayendo cosas que dejé en lo de mi hermana, todavía me queda una biblioteca entera y me compré LA LÁMPARA. Y la caja de LA LÁMPARA es como el envase de un misil, así que había un problema allí. Le mandé pintar mi nombre, todo bien. Pero iban a querer abrirla en el control. Previendo que iban a querer mirar adentro, llevaba una cinta pato y me había comprado una tijera. Después de que los tipos miraran, pensé, le pasaba la cinta, sellaba todo y les dejaba la tijera de regalo como diciendo “se la pueden meter en el ojete”. Hago el check in, todo bien, cierro la caja, le paso la cinta y cuando voy a sacar la tijera del bolsillo... ¡era una lapicera! ¡Me había olvidado de la tijera! Traté de cortar la cinta con los dientes, tirado en el piso, transpirando, la cinta pato es indestructible. Le pregunto por segunda vez a la tipa “¿No tenés nada para cortar?”. Me miró mal. Se ve que le partí el corazón a una mujer atrás mío, porque de repente aparece una mano con una lima de uñas de madera. Limé, corté como pude, quedaron unas moñas, tá, marchó LA LÁMPARA. Después tenía que evitar que me pasaran una película polaroid carísima por los rayos X. Les digo esto, me dicen que no, protesto, llaman a un tipo, viene y me dice: es muy simple, esto TIENE que pasar por los rayos, si querés llevarlo contigo lo abrimos o pasa por los rayos. Al final los pasé. No me dejaban llevar dos bolsas de mano, tuve que rogar, repetir por quinta vez que era fotógrafo y que el material que traía era carísimo. Y si la compañía se hacía responsable de lo que pudiera pasar. Con todas las vueltas me olvidé de pedir pasillo. Me tocó la ventanilla después de DOS asientos. No andaba ni la tele ni la música. El avión entró en una turbulencia desde que salió hasta que llegó a Buenos Aires. Doce horas de turbulencia.
—¡Doce horas…!
—Cuando llego a Uruguay me hacen pasar dos veces por los rayos! Bueno, llego y mi vieja no estaba. Así que me tomo un taxi. Y cuando voy a entrar a mi casa me encuentro con la puerta del apartamento abierta. Ladrones, pensé. Me recagué, no sabía si entrar o no. Al final entré. Me parecía que todo estaba como lo había dejado, no me podía acordar mucho. ¡Cuando me fui me olvidé de cerrar la puerta! El apartamento estuvo un mes y medio abierto y nadie se dio cuenta. Busco las llaves y no las encuentro. Busco y nada.
—¿Cómo abrió abajo?
—El portero. Me encuentro con dos cartas. En una me decían que tenía que presentarme en un juzgado por el choque del auto que tuve hace un año.
—¿Usted chocó?
—Me chocaron cuando estaba estacionado. Si no me presento esta semana, no sé. La otra carta era para decirme que no había ganado un premio, que lo había ganado un tipo que yo conozco y que me daban una mención y que me felicitaban. La puta que los parió.
—Se siente mal...
—Ya se me pasó. Estoy ahí sin saber mucho qué hacer, un poco como atontado. Me extrañaba que mi vieja no estuviera, pero con mi vieja nunca se sabe. Quería irme pero no encontraba las llaves, quería llamar a unos amigos, a mi novia…
—¿Ustedes no habían dejado?
—Sí, estando allá sí, pero como había vuelto… Al final me fumé un porro para ordenarme un poco la cabeza, tranquilizarme...
—¿Volvió a fumar?
—Me tranquiliza, me pone bien para ordenar las cosas. Empiezo a ordenar, suena el teléfono: era mi vieja. Estaba en un velorio. Empieza a insistir para que vaya para la casa de ellos, que era domingo, que mi viejo se iba a poner muy contento y que ordenara después. Yo no entendía por qué insistía tanto, y entonces me doy cuenta de que era el cumpleaños de mi viejo.
—Qué negación...
—Mi vieja es así.
—La suya
—¡Ah! Siempre me olvido de los cumpleaños. Los anoto en la agenda, pero me olvido de mirar la agenda. Mi vieja estaba como loca, porque se había muerto tía Poupée. “Se nos fue. Se nos fue”. “Pero mamá —le digo— tenía casi cien años”. “Por eso —me dijo— no llegó a los cien que era el sueño de todos”. Hasta pensaban hacerle una fiesta entre todos los sobrinos. La vieja ni se enteró. Una vida medio al pedo. La única que hablaba con ella era mi vieja.
—¿Cómo estaba?
—Ciega y sorda
—Su madre...
—Ah, la chocaron y le rompieron una luz de adelante. Estaba muy contrariada por lo que mi padre iba a decir. Pero seguía con lo de tía Poupée y cómo no había llegado a los cien. Y entró en un loop de tragedia familiar al que es muy propensa. En cada cumpleaños de mi viejo hace lo mismo, empieza a hablar de la familia y hay que darle bola. De ahí pasó a la situación del país, pero no como criticando. Porque jamás vio un noticiero ni leyó un diario. Le digo: “¡Pará de hablarme en inglés!”
—¿Le hablaba en inglés?
—Cuando está mal se pone a hablar en inglés. Y siguió hablando en inglés, que hay que vender la mitad del campo, que la situación es terrible, que yo no sé qué vamos a hacer. La pone muy mal la venta del campo, porque el campo para ella es todo, porque es ufóloga.
—¿Ufóloga?
—Ufóloga. Se juntan con un grupo de ufólogos una vez por mes para ir al campo de noche y mirar para arriba. Después se reúnen en una casa y meditan y entran en contacto telepático con seres del más allá.
—¿Extraterrestres?
—Si usted le dice a ella “extraterrestres” le puede retirar el saludo para siempre. Para ella son seres del “más allá”. Se juntan todos y cuando entran en contacto, aparentemente estos seres les dicen dónde hay puertas a otras dimensiones por las que pueden pasar y hablar con personas muertas. Entonces van buscando estas puertas de estancia en estancia. Nunca encuentran nada y mi vieja siempre dice que están más cerca. A veces se reúnen a meditar en la casa de mis viejos cuando mi viejo está de viaje, porque no los puede ni ver mi viejo, sobre todo a una, Graciela, una petisa medio líder. Mi vieja me contaba que viniendo del campo de noche había visto un ovni muy cerca flotando como a ras del suelo. Me lo decía con lágrimas en los ojos, pobre, que fue como un foco de algo que andaba de perfil, paralelo a ella, siguiéndola. Ella paró y apagó el auto. La luz se quedó ahí quieta y ella bajó. No hacía ningún ruido. Entonces intentó hacer contacto telepático. Dice que la luz como que la enfrentó y la iluminó y que sintió como un viento caliente y que entonces la luz se partió en dos y se fue una parte para cada lado y que ella se quedó ahí, sola y a oscuras. Dice que pudo hablar con ellos y que le dijeron que la puerta al más allá estaba cerrada por el momento y que yo andaba bien, que el que andaba mal era Fernando, cosa bastante obvia para todos. Bueno, cuando llegamos a casa estaba la empleada que había hecho la... la...
—¿La cena?
—Eso, la cena. Pero en casa esa palabra está prohibida por mi padre. Dice que es de pobre. Tampoco se dice rojo. Se dice colorado. ¿Usted sabía eso?
—La verdad que no.
—Bueno, la mujer estaba desesperada por irse. Mi viejo estaba con un vaso de whisky en la mano y miraba por la ventana al jardín y estaba todo apagado. Fernando drogándose por ahí. Y mi vieja que volvía a hablar de tía Poupée y de tía Poupée. Domingo de noche, triste, horrible. Comimos todos en silencio. Sólo interrumpía la vieja comentando sobre la tía. De repente mi viejo se calienta y empieza a gritar que estaba harto de escuchar de la familia de ella y que era el cumpleaños de él y que le había regalado otra corbata, que siempre le regalaba una corbata y lloraba de furia. Fue hasta la cocina y reventó el vaso de whisky contra la pileta, volaron los hielos, me asusté un poco. Después se fue a acostar y mi vieja se quedó un rato temblando, se tomó dos lexotán y se quedó ahí, medio ida, sentada en un sillón. Y después se durmió, con los ojos un poco abiertos, y yo me quedé sin saber qué hacer. Siempre es igual. ¿Para qué me llamó, digo yo?
—Bueno, era el cumpleaños de su padre. Quizás si usted se hubiera acordado, si hubiera ido directamente... ¿Usted qué hizo después?
—Me quedé un rato mirando por la ventana. Después prendí la tele otro rato y después, cuando vi que mi vieja seguía ahí, agarré la cámara que siempre llevo y le saqué fotos.
—¿A su madre?
—Sí
—¿No se sintió mal?
—No. La luz le daba de una manera rara. Y como además tenía los ojos medio abiertos... ella siempre duerme así. Me llevó un tiempo pero le hice un retrato. “Lexotán” se va a llamar.
—¿Qué va a decir cuando lo vea?
—No lo va a ver. Ella nunca vio una foto mía. Sabe que saco fotos pero para ella una foto mía y una foto carné son lo mismo. Después la llevé en brazos hasta el chesterfield y la dejé durmiendo.
—¡Ah!
—Cuando escuché que mi hermano entraba por la puerta de adelante, salí por atrás. No tenía ganas de verlo. Es como mi viejo, toma y se pone agresivo.
—Es una enfermedad de la familia...
—Al principio parece que no, porque está duro de pala y entonces parece lúcido. Pero al rato empieza como a retrucar todo lo que uno le dice y se empieza a sentir agredido. “Por qué me decís eso?” “¿Qué me querés decir?”. Estuvo preso por pegarle a las novias.
—¿Las novias?
—Si, siempre le pegaba a las novias. No entiendo como si ya lo conocían lo buscaban igual. Muy loco, muy loco Fernando. Una vez salió para una fiesta en el Carrasco Polo, se tomó un ácido y a las dos semanas apareció en San Diego, California. Él dice que no se acuerda cómo llegó. Lo último que recuerda es que estaba en Lieja y Santa Mónica y que empezaba a llover. Hubo que pedir colaboración internacional. Lo esposaron, lo incomunicaron y lo mandaron en un avión. Pero mi vieja confundió el día de llegada y el tipo tuvo que pasar otra noche en Jefatura, Migraciones, no sé.
—¿Qué hacía su hermano en San Diego?
—Según un testimonio parece que caminaba en pelotas por una autopista. Estaba todo lleno de arena y tenía una bandera argentina en la mano, así que suponemos que estuvo viendo las Olimpíadas de Los Angeles. Después de eso le quedó un tic nervioso que hace difícil la comunicación, porque él lo advierte y se pone más nervioso y más tic le da.
—¿No sigue tratándose?
—Se trata cuando ya no aguanta. Después de que lo echaron de la clínica...
—¡Qué cosa!
—Lo hicieron trabajar en una quinta y se descompensó más. De las fiestas del Carrasco Polo a plantar zapallos...
—A mucha gente le hace mucho bien la actividad en la granja, la vida al aire libre, sentirse útil...
—Salgo por la puerta de atrás y la perra, pobrecita, se me tira encima. Me pongo a jugar con ella. Es buena, no muerde ni a los ladrones. Mi hermano aparece, cómo andás, yo qué sé, sin mucho entusiasmo. Estaba gordo, hinchado. Olía mal, como de alcohol pero peor, como si hubiera estado encerrado por días. Le digo: “no viniste al cumpleaños”.
—Usted tampoco se acordaba.
—Yo no estaba en el país. ¡Recién llegaba! Él vive ahí, en la misma casa, no tiene nada que hacer, no trabaja, no estudia.
—¿Nunca hizo nada?
—Nunca terminó el liceo, no tiene voluntad. Pero bueno, se tomó muy mal que le dijera eso. “Con papá estamos peleados”, me dice, porque mi viejo no le prestaba más el auto. Él sólo quiere andar en el auto de mi viejo. El de mi vieja no lo usa porque dice que es de mujer, de puto. Y a mi hermano le gusta mucho picar en la rambla, meterse en los jardines, derrapar. Cuando no lo devuelve abollado hay que mandarlo a lavar.
—¿Es menor que usted?
—Dos años. El cuarto es el mismo que tenía a los 15 años. Lo mantiene igual. Es raro, porque a pesar de esa falta de voluntad que tiene, siempre tiene el cuarto ordenado, compra sus posters, limpia su colección de latas de cerveza... Bueno, el tic lo estaba matando. Me dijo que tenía que hablar conmigo. Subimos al cuarto y se puso a tomar pala, es increíble lo que toma. Y empezó a contarme. Que había tenido una relación “tormentosa” con una tipa mucho mayor que él. La mujer le había dado vuelta la cabeza como una media. La mujer era Graciela, la medium, la del grupo de ufólogos.
—No le puedo creer.
—Todo pasó a espaldas de mi madre. Una tarde en que estaba reunido el grupo de meditación, la enana hace como que va al baño. Pero entonces no, sube la escalera, entra en el cuarto de mi hermano, tranca la puerta y, literalmente, lo monta.
—¡No le puedo creer!
—Sí. A partir de ahí se empiezan a ver todos los días. Ella le hace la cabeza así nomás, muy fácilmente. Primero le dice que tiene poderes especiales, que es capaz de hablar con los muertos, de ver el futuro de la gente mirando el aura. Le dice que tirar las cartas y todo eso para ella es etapa superada. Le dice incluso que puede salir del cuerpo y que podía saber las vidas anteriores de las personas con un poco de concentración. A mi hermano le dijo que había sido un príncipe egipcio que había muerto por salvar a su amante de la crueldad de su marido, un rey poderoso y maligno. Después le dijo que ella misma había sido una reina egipcia y que estaba segura en un 98% de que se habían conocido en aquel momento. Ahora volvían a encontrarse en Montevideo y eso no resultaba increíble, porque el destino era así y estaban condenados a vivir juntos para siempre. Mi hermano se enamoró de ella y empezó a hacerle regalos carísimos, sacos, carteras, medias, todo guita que le afanaba a mi viejo. Un día le regaló Ilusiones de Richard Bach, que es lo único que leyó en su vida, con una dedicatoria: “Para mi princesa de Luxor”. Mantuvieron el noviazgo en secreto. Ella era como veinte años mayor y venía de una familia pobre. Por otro lado no había terminado de separarse del marido, un tipo que hacía mucha guita con una panadería y que de vez en cuando, decía, la cascaba. Le contaba muchos detalles de los castigos y le hacía juntar bronca a mi hermano. Y mi hermano lo fue odiando al panadero. Un día ella lo llamó por teléfono llorando y le dijo que le había pedido el divorcio y que el tipo se había enfurecido tanto que la cosió a cintazos, que estaba toda marcada en las piernas y en la espalda y que lo mejor era que no se vieran por unos días. Todo mentira. Pero mi hermano entró. Y decidió matarlo.
—¿Cómo?
—Ella le dijo que no podía vivir más así, que si él no se moría, ella se iba a matar. Y mi hermano, como es medio bobo...
—Pero...
—Él decide matarlo y se lo comunica a ella. Ella le dice que puede ver el futuro y que sabe que todo va a estar bien y que van a ser muy felices en una casa que adivinaba en San Rafael. Le dice que el marido va a estar solo en la casa esa misma noche y le da la llave de un ventanal. Mientras tanto mi hermano busca el revólver de mi viejo. Busca y busca pero no lo encuentra. Se le va la noche en eso y tiene que esperar una semana más. A la semana siguiente agarra un cuchillo de cortar carne y un pedazo de cuadril de la heladera y sale para la casa, en Malvín Norte, una casa con fondo. Cuando llega, salta el perro del vecino y mi hermano le tira el pedazo de carne y el perro se va moviendo la cola. Eso fue idea de ella también. Mi hermano se acerca al ventanal. Quiere ver al tipo desde afuera antes de entrar para estar seguro de que está y se queda esperando, recostado contra un árbol. Pero el tipo no aparece. Está la tele prendida, una pizza en la mesa, pero el tipo no aparece. Entonces ve que hay luz en una habitación de arriba. Y se trepa al árbol. Y entonces lo ve al panadero en el cuarto, en calzones, sentado en un costado de la cama. Y ve que el tipo está como mirando un punto en la pared. En un momento, el tipo levanta la mano y entre los dedos tiene el libro que mi hermano le había regalado a ella. El tipo deja caer el libro, se dobla hacia adelante y hunde la cabeza entre las manos, pobre, y ahí se queda veinte minutos, media hora. Mi hermano helado. Entonces se da cuenta de todo, pasmado como es. Se da cuenta de que el tipo es inofensivo completamente, que Graciela lo había usado a él para matar al marido y eventualmente casarse con él y acercarse al dinero de mi viejo. Se siente un asesino, un sicópata, y empieza a bajar de nuevo intentando no hacer ruido. Justo cuando está bajando observa que el hombre baja a su vez por la escalera de la casa. Queda paralizado, aferrado al tronco como una ardilla. Entonces lo ve al tipo entrar al living, acercarse al ventanal y mirar para afuera. Mi hermano cree que lo vio a él y está a punto de dejarse caer y decirle, sí, me entrego, perdonemé, los dos fuimos engañados... Pero el tipo no lo estaba mirando a él. No estaba mirando a nada. Y ve que se pone un revólver en la cabeza y dispara.
—¡No!
—Termina de bajar del árbol. Y yo no sé, pero creo que mi hermano tuvo un último destello de lucidez, porque abrió el ventanal (que estaba sin llave). No miró el cuerpo, subió hasta el cuarto y se llevó las famosas Ilusiones. Después limpió la llave, la puso del lado de adentro y se fue sin cerrar. Después se encontró con Graciela en Mendizábal y le dijo que había pasado todo como ella quería, que no hubo necesidad de matarlo porque el tipo se había pegado un tiro. Y que no quería verla más.
—Si me permite voy a abrir la ventana.
—En ese momento la mujer se transforma completamente. En medio del bar empieza a reírse con carcajadas diabólicas, se agarra a la mesa y empieza a temblar. Le salía una voz de hombre. “Nos vamos al infierno, nos vamos al infierno”, le decía, y eructaba. La tipa había planeado todo. Le iba a decir a la policía que mi hermano había matado al marido con el revólver de mi viejo. Le había afanado el revólver a mi viejo y se lo había puesto en lugar del suyo. Después salió del bar, completamente enajenada. Mi hermano la siguió un rato intentando calmarla pero cuando llegan a Avenida Italia ella empieza a gritar como si la estuvieran matando y ahí mi hermano se va corriendo para la casa. Y llega cuando yo estoy jugando con la perra.
—Pero digo yo, ¿no se dio cuenta el marido que le habían cambiado el arma?
—Se ve que no. O capaz que sí y no le importó. O capaz que le dieron más ganas de matarse todavía. La mente humana es un misterio. Creo que ella hizo todo lo posible para culparlo a mi hermano. Hacer el mayor daño posible. Y resultó. Al final encontraron huellas de las botas en la sangre del piso. Todo apuntaba a él. A todo esto eran las cinco y media de la madrugada y seguíamos hablando. En eso vemos por la ventana que estaciona un patrullero frente a casa. Mi hermano tira la merca al water. Cuando estaba pensando en salir por atrás, los tipos ya estaban tocando el timbre. Eran tres. Entonces le digo, “Fernando, vos no le hiciste nada a nadie. Que hayas querido matar a alguien no quiere decir que lo hayas intentado ni que lo hayas hecho”. En el caso de él era un poco confuso, yo entiendo, pero no lo habría hecho. Me abrazó y se puso a llorar. Después él mismo le abrió la puerta a los milicos. Se levantaron mis viejos, los vecinos. Todos en la calle aparecieron en menos de un minuto, chusmeando. “¿Qué pasó? ¿Qué pasó?”, gritaba la marciana de mi vieja. Los milicos le dijeron que Fernando estaba acusado de homicidio en primer grado. Mi viejo se volvió para adentro, los vecinos se fueron para la casa y mi vieja se quedó ahí llorando tirada en el porche. Y esas cosas curiosas ¿no? De repente viene la perra, mueve la cola, la huele a mi vieja y se va para atrás y sigue moviendo la cola, como si no pasara nada, como si todo fuera una película.
—¿Es una perra normal?
—No, es epiléptica.




Tuesday, November 4, 2008

Salsipuedes


( dijo Astllr: "La chica no ha muerto, jntkdvr, convénzase. Ella se ha levantado luego, ha caminado como una zombie durante varias cuadras completamente inconsciente, a vuelto a la conciencia semidesnuda en el living de su casa, jnt, su casa de afuera, justo en el momento en que su señora y los nenes se fueron al Géant.Y ni Ud. ni ella saben por qué se han encontrado allí, cómo llegaron a eso, y ella siente como una soledad radical, y Ud. como una compasión.Piense además que fue la casita del Pinar que hicieron con tanto sacrificio, jntkdvr, piense más, piense que es el día que la ocupan después de cinco años de obra donde Ud. mismo hizo la planchada con unos amigos, y que todo esto sucede en el mismo día de la inauguración de la casa, cuando la familia va a hacer las comparas para la fiesta y el verano está por comenzar...")

Yo la encontré cuando iba comprar las cosas al Geant, para festejar la culminación de la casita con mi familia. Esa es la verdad.
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Como les dec{ia era un domingo soleado. Mi familia se iba a la playa. Y como todo el tiempo me pasa, me preguntaba si haber hecho la casa e inclusive el festejo (mi familia es muy de festejar los logros de sus integrantes) ten{ia sentido (el acento de mierda de este teclado cambia todo el tiempo de lugar, asi que lo voy a dejar como venga).Igual estaba contento, por la cara de mis hijos, sobre todo la mas chica. Para ella todo tenía sentido, siempre que pasaba algo le brillaban los ojitos. Y hacía planes, para todo. Tambien había sido una fuente de bienestar con mi mujer. Mucho había errado antes de encontrarla. Me miraba siempre con una ternura que era un alivio, inmenso.
Yo había pasado x varios infiernos antes, bueno en realidad los infiernos bullían enn mis entrañas. Pero con ellos parecían lejanos.
Pensaba: asado o vacío, pamplonas, pechito de cerdo, cerveza o vino, helado.
Cuando helado, clave los frenos en el semáforo.
La veía caminar trastabillando por el cantero infernal de ]Gianatasio la melena ondulada y negra, negra brillante, le tapaba el rostro, err{atica y descalza, con con un andar firme en los muslos y las caderas, aunque era mas bien menuda. Será una noche de borrachera o circunstancia similar, pensé, ví que se venía al cruce.
Antes de que lo pisara, en el momento en que cambiaba la luz y yo aflojaba el embrague acelerando levemente, (oh como me gusta dominar las máquinas como si fueran parte de mi cuerpo) cayó de costado, unos metros delante del auto.
Lo detuve sin problema y lejos aún, sin peligro para ella.Toda mi atencion se centró en el cuerpo tirado en la calle, cuando bajé. Sintió el golpe de la puerta que se cerr{o y me miró con unos ojos grandes y negros, como yo nunca había visto en mi vida, una tez trigueña y rasgos suavemente filosos.
Yo prendí un cigarro, en estos casos lo mejor es tomar las cosas con tranquilidad.
Ella se ladeó un poco y con agrietada voz me dijo, me das uno?
No, no creo que sea lo mejor, querés agua? Tenía un raspon grande en la frente y otro en la pierna que le rompio el pantalon en el muslo, bajo la nalga, estaba descalza.
Tengo mate en el auto, pero mejor llamo a una Emergencia, para que te lleven a curarte.
No es nada, seguí nomás.
Te arrimo a algún lado si querés?Que t paso?
Un auto me empuj{o a la banquina de madrugada, creo que lo v{i de vuelta al amanecer.
Mirá viene un patrullero, lo paro y ya t llevan al sanatorio y denunciás...
No dejá, dame un mate.
Escuchame -ahí la levante de los hombros, tomandola de espaldas, sentí su peso liviano y flexible y su espalda en mi torso y su pelo finísimo y negrísmo en la boca y su perfume sucio y embriagador- la subí al auto, yo te llevo a la policlínica.
No se resistió.
¿Como te llamás?
Macarena. Se acomodó en el asiento de atrás.
Tomá un mate. Y lo hizo con los ojos cerrados.
Mirá entremos a la policlinica, ahí esta.
No, no tengo nada, todavía nos van a preguntar cosas, si vos me atropellaste, y van a buscar testigos y... dale, andá donde tengas que ir, yo me recupero un poco y me voy. No, no me pasa nada.
Paré en una farmacia, compre iodofon, gasa y la cinta esa para pegar la gasa, agua oxigenada. Tome rumbo a un lago (una vieja arenera) y paré en seguida.
¿Que hacés, nadie te pidió nada?
Ya sé, pero tenés que curarte, un poco. Ah y te compre estas alpargatas.
Gracias.
Me bajé del auto a fumar, mientras se curaba. Miraba unos gansos que daban vueltas entre la arena, los juncos y alguna acacia, persiguiendo unos gorriones y sacandoles la comida a las gallinas.También se arregló el pelo y era muy linda, muy decidida.
Mirá yo tengo que ir al supermercado (había pasado un tiempo generoso y casi no tenía mas guita), te dejo en una parada, tenés guita?Tenés a donde ir?
Que te importa.
Disculpame, pero no estas en posición de ser tan grosera.
Sabés en que posición estoy.
En la posición de irme al carajo.
Me voy al chuy, ves esto?
Y sacó un fajo de billetes grueso, 20 o 30 lucas o más.
¿Querés venir?
¿Que?
¿tenes miedo?
Mirame.
La miré.
Dijo gracias con una gran sonrisa de dientes parejitos.
Te quiero garchar.
Se paró delante mío me abrazó y me dió uno de esos besos fundentes, colgada, un beso de fragua, que te queman los labios, el cuello, los ojos y el pecho.
Me separé y me senté al volante.
Ella subió (sos un tarado murmuró)
Arranqué, aceleré y levanté hasta 130 o 140 convirtiendo los árboles del roosvelt en una ráfaga verde y los autos que pasaba en estelas, desdibujadas caprichosas.
Me paró un policía de tránsito, era medio enano, al final del parque roosvelt.
Me multó (hizo su trabajo) y me fui.
Por el espejo me miraba fumando divertída.
Yo te pago la multa, dijo.
Entré al estacionamiento del hiper. Y me fui a hacer mis compras, con los dientes apretados, mirando para abajo, caminando con fuerza. Atropellé un carro y me caí en el asfalto.
Que hacés J? me dijo mi prima Ana, mientras me ayudaba a levantarme. Que golpazo. Todavía estás por comprar las cosas?. Dale, vamos que te ayudo...

Senderos que se bifurcan 1:
Oh, hola Ana, pará que me doblé el pie. Uy, se me rompieron los lentes tambien, que mala liga...
Jotaaa, siempre en otra, casi me tirás el carro...
Perdoná, pará que no me puedo parar... (me dolía mucho).
Levantandose los lentes y frunciendo un poco el ceño Ana me pregunta:
¿Quien está en tu auto?
Lo que? dije mirando al fuska que arrancaba y se alejaba (y Macarena adentro me saludaba mostrando sus lindos dientes).
¡¡me esta robando el auto¡¡.
Como? Mirá te tiró algo por la ventana, Son billetes¡
me tiré de espaldas
sobre el asfalto caliente del estacionamiento
cerré los ojos
estaba muy cansado
el calor se condensó a límites indecibles,
el asfalto se fundió y me fui hundiendo en el piso,
y al abrir la boca para gritar se me metió hasta la garganta,
mientras oía la voz lejana de mi prima:
¿siempre sacandole el culo a la jeringa vos?

Monday, October 27, 2008

Como en el cielo


—Este tipo dice que no se necesita de grandes experiencias en la vida para escribir bien. También está en contra de las drogas en la creación, porque dice que te bloquean. Que todo estupefaciente es bloqueo creativo. Que no fluís. Punto.
—Nada que ver. Es una idea completamente moral sobre el arte, es vomitivo.
—Pero si no fuera moral, ¿qué sería entonces? El arte...
—No sigas. Otra vez no.
—¿La pudrí?
—Sí.
---
—Bueno, te puedo contar algo que me pasó. Hace unos días, cuando venía del laundry.
—Preferentemente voy los jueves. Así tengo ropa limpia para el fin de semana: desde l viernes hasta el picnic del domingo. A Estela y a mí nos gustan mucho los picnics. A mí me gusta jugar al freesbee. ¿Jugás al freesbee?
—No.
—Bueno, yo venía subiendo la escalera del laundry. Cuando voy saliendo, con la cabeza a la altura de la vereda pasa un negro y me da vuelta la cara de una patada, de punta, de botas el tipo. Completamente involuntario, pero me dio vuelta la cara, me hizo un corte afuera y también adentro de la boca, jodido. ¿Habrá un Rite Aid por acá?
—Creo que a dos cuadras.
—El tipo no sabía qué hacer. Y se ve que era buena gente, porque estaba realmente mal, pálido. Se sentía tan mal que me hizo pensar que el imbécil había sido yo, por haberle puesto la cara a la altura de los pies, imaginate. Me decía “sorry man, sorry much, man”. Todo bien, le dije. ¿Qué le iba a decir?
—¿Entonces?
—Entonces nada. Eso.
—Pensé que ibas a seguir.
—Bueno, sí. Antes me había pasado algo parecido. Porque es curioso como se repiten algunas cosas, como un patrón ¿no? Los mayas por ejemplo...
---
—Bueno. Estaba nadando en una piscina de cincuenta metros. Esto era en 1993 y esa piscina ya no existe hoy, era la única de ese tamaño. Yo venía en crawl tranquilo, en la pileta 35. No 35 de crawl. Porque empiezo con 10 pecho, después 10 crawl, despues 10 espalda, despues 10 crawl de nuevo y al final 10 pecho de nuevo. Estaba en un gran momento, casi de relajación, de inercia propiamente. Y de repente me choco, muy pero muy fuerte, más fuerte que contra una pared. Un tipo venía pasando a otro y nos dimos de frente, con las cabezas. Es cierto, el vapor no dejaba ver, apenas un metro más adelante, dos quizás. Es increíble nadar bajo esa niebla... ¿Nunca fuiste a una piscina así? ¿Toda tapada de niebla?
—...
—Bueno, le dije que el error había sido de él. Y el tipo se sentía mal y no sabía qué hacer. Y el otro, el amigo de él, lo puteaba mal. Todos intentando flotar. El tipo reconocía su error, me decía: perdoname, perdoname por favor. Parecía buena gente y seguramente lo era. ¿Qué más le podía decir? No podía putearlo, ni se me ocurría. Pero entonces resulta que dos buenos tipos me partieron la cabeza dos veces y yo no hice nada, porque me parecieron buena gente.
—¿Te parecieron? ¿Entonces no eran?
—Creo que sí. Lo que quiero decir es esto: es increíble que dos buenas personas, o una, le pueda cagar la vida a otra y sea inocente. ¿No te parece horrible, no te parece que está mal?
---
—Perdoname, pero ¿qué estamos escuchando?
—Teenage Fan Club.
—Mal nombre, ¿no? Suenan mejor que el nombre que tienen.
—El nombre no es nada. Fines de los 80. Siguen sacando discos. Glasgow creo. ¿Conocés Glasgow?
—Glasgow no. Pero conozco Liverpool. Deben ser parecidas. Y Blackpool.
—Bueno, todo el mundo debería conocer Blackpool.
—Conocerla sí. Pero volver...
---
—Ayer me di cuenta de que hacía años no escuchaba un saxo. No me gustó nada el saxo. Hacía años que no escuchaba un puto saxo. Ojo, una bandita bastante cool, lindo el arreglito. Pero un saxo barítono, no way.
—Bueno, es obviamente un prejuicio tuyo.
—No, no es un prejuicio mío, es así. Un saxo es horrible en el 95% de los casos.
—Bueno, está bien. Parecería que el saxo, es cierto, ha pasado un poco de moda. Creo que la última vez que escuché un saxo como al que te referís fue en Dire Straits. El solo de saxo, el instrumento en alto, ese carraspeo final, qué horror. Tenés toda la razón. ¿No te parece que todos los saxofonistas tienen tiradores, que siempre llevan tiradores? Align Right
—Y un sombrero, algunos tienen un sombrero verde.
—Creo que estás hablando del saxofonista de Peter Gabriel. Ojo, Gabriel no jode tanto con el saxo.
—¿Un sombrero verde como de tirolés?
—Si me lo decís así, me cuesta imaginarlo, porque sólo puedo ver un tirolés. Le veo las bermudas altas, la medias altas también. ¿Cómo llegás a tirolés?
—Supongo que se nace. Podés llegar a ver muchos saxofonistas así. Debe haber cientos de tiroleses tocando el saxo.
—Cientos no, miles. Creo haber visto uno en la dolche vele... ¿Nunca viste televisión alemana?
—No mucho. Policiales sí. Pero eso que decís, no sé, lo veo más emparentado con la RAI, si me permitís, esas minas, esas coreografías.
—¿Qué me preguntaste recién?
—¿No te parece mal que alguien le cague la vida a otro y sea inocente?
---
—Depende de lo que querés decir con “inocente”. Además en tu caso. El tuyo es un caso particular.
—Todos los casos son particulares.
—Te partieron la cara. Pero vos no estás seguro de que ellos hayan sido realmente inocentes. ¿No te vieron, ni por un momento? ¿No previeron nunca la situación?
—No. Creo que la magnitud de los dos accidentes los convierte, de acuerdo con tu sugerencia, en homicidas.
—Sí.
—En el primer caso creo que la culpa no fue toda del tipo. Puse la cara a la altura de los pies suyos, que es algo inusual.
—Todas las veredas de la ciudad tienen escaleras con basement. Todo el tiempo está subiendo y bajando gente. Yo diría que la culpa la tuvo el City Hall. No debería estar habilitada una escalera que permite que pongas la cara a la altura de los pies de nadie. Si le hacés un juicio, seguramente lo ganes. ¿No pensaste en eso? Tendrías que haber simulado una caída espectacular y no dejar que te moviera nadie de ahí, hasta que llegara una ambulancia. Si llega la ambulancia y vos seguís en el piso tenés muchas más chances de ganar el juicio, te sobran testigos.
—El más inocente de los dos es el negro. No pudo haberme visto. En el caso del otro, el tipo fue torpe y se hizo tanto daño él como yo.
—Ser torpe no lo exhime de responsabilidad.
—Calculó mal y se tiró a pasar al amigo. Pensó que me iba a ver desde más lejos.
—En algún punto no le importó si venía alguien.
—Le importó, pero calculó mal.
—No le importó lo suficiente. Es culpable.
—Sí, es culpable.
---
—Ahora entiendo cuando comparaste la televisión alemana con la RAI. Hay más minas en la RAI.
—Bueno, sí, la televisión alemana es parecida a la RAI. Pero... ¿Viste el canal 47?
—Por suerte no, pero lo conozco.
—Hay un programa los domingos de noche que pasan desde Venezuela donde la gente va a cantar. A decir verdad, en los programas alemanes el público no sale a cantar mucho, pero es el mismo ambiente, la misma onda, entre profesional y aburrida, sobre todo muy barata. Una mezcla de formalidad extrema y culos al aire. Muy formal y muchos culos.
—¿Domingos a qué hora?
—Escuchá. El tipo habla de drogas. De drogas y creación.
—Te dije que no quería hablar de eso.
—Tenés que escuchar. Tenés que escuchar, por favor.
—“Del que se involucra con las drogas para realizar obra de arte se pueden afirmar dos cosas: que es adicto y que no es artista. Esto nos emparenta, lamentablemente, con la derivación angustiosa con que nos aburren los malos poetas. Incluso la poesía, que se sirve de la libre asociación, debe significar, en algún punto, un esfuerzo racional. Lo que estamos presenciando actualmente, es obvio, es la tendencia que consiste en creer que los pensamientos más abyectos suponen, por sí mismos, una verdad artística...”
—Basta.
—“...que los fracasos amorosos son motivos que no admiten crítica, que la estupidez emocional es garantía de sensibilidad fina. Estamos hartos de repetir, y no nos vamos a cansar de ello, que la elucubración estilística es una enfermedad, que es altamente contagiosa y que contra ella debe velar el crítico, salvaguarda del gusto racional y pilar fundamental de toda disciplina de arte, cualquiera que ella sea, desde la música sinfónica hasta el camafeísmo”.
—¿Terminaste?
—No, sigo después.
—No necesitaba que leyeras eso. Si hubiera querido, lo habría leído yo. Ya sabía que estaba ahí. Lo estaba leyendo antes de que vos llegaras y opté por no leerlo. Es muy importante saber lo que uno NO quiere leer.
—Qué raro...
— En otro momento lo habría leído, pero ahora...
—...
—Bueno, estoy escribeindo una novela
—¿Entonces?
—No quiero que nada me influya, necesito fluir libremente. Necesito escuchar historias a lo sumo, pero no quiero reflexionar sobre nada y menos sobre cómo escribir. Eso podría influir en mi creación de manera nefasta. Me condiciona. Además, para escribir dos palabras juntas, necesito fumar... Pero ya te digo, no quiero hablar de eso. Hay pensamientos que me condicionan la imaginación y éste es uno de ellos.
---
—¿No te parece mal que alguien le cague la vida a alguien y sea inocente?
—No entiendo por qué te interesa tanto eso. No importa. Te partiste la cabeza dos veces, ya está, no pasó nada.
—Pero su hubiera pasado algo más grave...
—¿Decís una lesión importante, que hubieras sufrido lesiones con secuelas...?
—Más que eso. Olvidate de la pisicina, olvidate del negro, olvidate de todo lo que te conté.
—¿Te pasó algo, Derby?
—Bueno, esto sucedió unos años atrás. Poco antes de venirme, precisamente. Yo venía de una despedida que me hacían. Volvía a mi casa. ¿Te acordás del Pinar?
—Perfectamente. ¿Quién vive ahora?
—Unos amigos de unos amigos.
—Seguí.
—Serían las once de la noche. En realidad no había dormido en toda la noche anterior y había seguido de largo toda la tarde hasta la noche siguiente, serían las once. Ni me acuerdo donde estuve. Entonces venía muy despacio. Todo el camino desde la carretera hasta mi casa estaba tapado de pozos. Iba muy en pedo. Pero te juro que iba exactamente a veinte kilómetros, iba clavando la mirada en el cuentakilómetros, no quería pasarme de esa velocidad. Y di vuelta una esquina. Y la maté, a veinte kilómetros por hora la maté, no sé cómo habrá caído, a lo mejor sobre una piedra...
—¿Murió?
—Sí, fue sin querer. No tuve la culpa. Era imposible verla de noche...
—¿La conocías?
—Linda tipa. Me la crucé en la playa alguna vez.
—¿No hiciste nada?
—No, qué iba a hacer. Ya estaba muerta. No respiraba. No tenía pulso. Llamar una ambulancia era al pedo, a un patrullero ni se me ocurrió.
—¿No hiciste nada?
—La agarré de abajo de los brazos, la arrastré hasta el costado y la puse abajo de un árbol. Era como arrastrar un ciervo. La puse lo mejor que pude, arreglé un poco el pasto alrdedor. Y después me fui.
—¿No hiciste nada más?
—Bueno, ya te digo, ella ya estaba muerta.
—Igual. Tendrías que haber hecho algo.
—¿Qué iba a hacer? Ya estaba muerta.
—Buscar a la familia, buscar la casa...
—Ya estaba muerta.
— ...
—Además, estaba muy en pedo.
---
—Cuando me desperté al otro día, fui a buscarla y ya no estaba.
—¿No salió en ningún diario, en la tele?
—No sé, al otro día me tomaba el avión para acá. Nunca más supe nada, pero nunca me puedo olvidar. Pienso mucho en esto, a veces no duermo, tengo sueños, tengo remordimientos. Pienso que tenía que haber reaccionado de otra forma. Pero hice todo como algo natural, sólo la llevé hasta ahí. Estaba muy borracho.
--Entonces capaz que no pasó nada... capaz que se levantó y se fue.
--Perdoname que te pregunte, pero... puedo usar tu historia para mi novela?
—Preferiría que no.
—¿Por qué no? Cambio los nombres, los lugares, no te preocupes. Además mi novela transcurre en los ochenta. Nadie se daría cuenta.
—Te pediría que no.
—¿Por qué no?
—Porque sería aprovecharse de la muerte de una persona. La atropellé yo.
—Atropellan a todo el mundo todo el tiempo, lamentablemente. Además capaz que no pasó nada.
—Bueno, pero te enteraste porque me pasó a mí. Es algo que yo trato de recordar poco. Es algo que me pesa mucho.
—Bueno, mi literatura es algo que considero muy seriamente también. Es más. Realmente me duele lo que te pasó.
—No. Además, siempre hay alguien que relaciona esto con aquello y alguien se va a dar cuenta. Me van a hacer la denuncia, van a llamar a la Interpol, voy a ir en cana por omisión de asistencia.
—Bueno, no te olvides de que también soy periodista. Puedo invocar el anonimato de mi fuente. Puedo decir que en realidad usé un testimonio para una investigación en el pasado y que después no lo incluí.
—No.

Friday, October 17, 2008

Así en la tierra


There's another clear moral to this tale,
now that I think about it:
When you're dead, you're dead.
And yet another moral occurs to me now:
Make love when you can.
It´s good for you.
--

Eran las 2 AM, que es cuando más me gusta volar, cuando vuelvo a casa. A esa hora selecciono extrasensorialmente mis sonidos favoritos: las operadoras de los radiotaxis, los programas esotéricos de la radio, todas las tandas, los chistes de Landriscina, Corona y Capablanca, hasta los gritos ridículos de los evangelistas. Como en un paisaje interminable y profundo, oigo los timbres en las casas de huéspedes, los relojes de cocina, las canillas goteando.

Yo volaba escuchando todo esto hasta que me perdí en el éter, física y mentalmente, y estuve un rato así, como inconsciente. Entonces hice lo que hacía siempre. Doblé y volé hacia arriba repentinamente, con el puño en alto para cortar la humedad del aire, hasta que la mano empezó a congelarse y yo empezaba a respirar al doble de la velocidad por la falta de oxígeno. Entonces miré hacia abajo para orientarme.

Tomé como referencia el agujero negro gigante que es el Mercado Agrícola y sus inmediaciones, donde tantas veces tuve que intervenir directamente ante la solicitud de las fuerzas del orden, otras tantas para limitar sus excesos. Mi trabajo es difícil: soy superhéroe pero no puedo con todo.

Me fui dejando caer hacia Villa Muñoz, como siempre me gustaba hacerlo: en una curva amplia y progresivamente cerrada, hasta rematar en un giro violento que me dejó suspendido y vertical, a dos centímetros del piso, sobre el balconcito ochavado del apartamento de María Morena. Estuve unos segundos flotando y luego me posé sin un solo ruido —apenas el tremolar de la capa— sobre las baldosas del monolítico.

La luz del cuarto estaba prendida. Golpée el vidrio, pero nada.

A lo mejor estaba en el baño.

Pasé por arriba de la azotea hasta el pozo de aire y me acerqué a la banderola, de donde llegaba un vaho con olor a champú y al desodorante que usaba ella, se había bañado recién. Pero el baño estaba a oscuras, María Morena no estaba en la casa.
Desde el fondo del pozo de aire subía un aire frío con olor a tuco y caño, como a guiso recalentado, que consideré una señal funesta.

Seguramente estaba en el cyber de General Flores. Pero ya no podía usar mi percepción extrasensorial porque estaba agotado. Revolotée de una, hasta el cruce con Bulevar y quedé un rato suspendido, a unos treinta metros de altura, justo en el medio del cruce.

Estuve rígido ahí, como una estaca, como un símbolo, y luego me acerqué a una esquina bajando entre dos plátanos y agarrando la capa con las manos para no enredarme con las ramas.
El cyber hervía de gente y antes de entrar metí la capa por adentro del pantalón para no quedar pegado. Adentro olía mal.

Al fondo, iluminada de rojo por el monitor, chateaba María Morena.

Como si estuviera esperando a que yo entrara, no se inmutó al verme y siguió tecleando. No avancé, porque tampoco había lugar al lado de ella. Ella sabía que yo estaba ahí, no había nada que decir.
Compré un par de alfajores negros en la caja y empecé a comer uno mientras esperaba. Fue una mala idea, porque tenía la boca seca.

Al rato se levantó incómoda. Empujó a dos pibes que miraban porno, pasó al lado mío sin saludar, salió a la calle y se quedó parada con los brazos cruzados dándome la espalda. Pagué los diez minutos de chat y salí.

La tomé en brazos y volamos hasta el balcón. En todo el camino no me habló una palabra, miraba para otro lado. Estaba irritada y molesta y yo sabía porqué: hacía dos semanas que esperaba una respuesta mía a su ultimátum: la justicia social o ella. Y yo había elegido por ella, yo venía a decírselo. Pero era tarde.

En el cuarto saqué el otro alfajor y se lo di.
Ella lo agarró y lo tiró arriba de la cómoda y se volvió a cruzar de brazos. Quise envolverla en la capa, tirarnos envueltos en la cama como hacíamos siempre, pero se resistió. Yo insistí y me pegó unos bifes.
La agarré de los brazos, pero después di unos pasos atrás, porque estaba lastimándola. Usaba mis superpoderes sin darme cuenta.

Entonces me lo dijo, que no daba para más, que efectivamente ya no me quería, que habría querido quererme, pero que no podía. Me dijo más: que a esa altura le resultaba un superhéroe infumable.
Le dije que no le creía.

Entonces me clavó el cuchillo: me dijo que había conocido a otra persona.
Hice mal en reírme, pero fue de los nervios. Le pregunté quién era.

“Averigualo vos —me dijo— si sos tan telépata”, y se dio vuelta.
Fue la última vez que le vi la cara.

Me puse los dedos en las sienes y empecé a mirar en su mente. Entonces pude ver, surgiendo de la exhuberante selva mental de María Morena, al banana de Super Xangó.

Tuve una mezcla de furia y tristeza, de desesperación y resignación, que al final terminó con un malestar estomacal.
Le vomité todo el distribuidor, después quedé recostado contra una pared, luego fui deslizándome lentamente hasta quedar sentado en el piso.
Mientras caía, me iba viendo en el espejo del comedor: las manos agarradas a la cabeza, mi gran "a" plateada, arrugada sobre el pecho, la capa que iba quedando pegada contra una mancha de humedad en la pared.

Con mis últimas fuerzas me levanté, floté unos segundos delante de ella sin poder mirarla y salí al aire de la noche, en vuelo rasante, esquivando unas antenas de teléfonos móviles.

Thursday, October 9, 2008

La vuelta del aliado


IV

La furia de El Aliado era devastadora
toda Retrocedonia temblaba.
Su melena se sacudía a un lado y otro con violencia
golpeando con fuerza en el tajo, con lo que fuera.
Tomó primero la torre vidriada
y la hendió como una daga.

Somewhere over the rainbow
Blue birds fly
And the dreams that you dreamed of
Dreams really do come true ooh ooooh


Y la sostuvo como hacen los que carnean las ovejas
(dejando un ratito el cuchillo en la yugular,
sintiendo el temblor, el vacilar de la vida
comenzar por la punta y en el desliz del filo
y de la lana que se tiñe de rojo
y se traslada al cabo, a la mano
al cuerpo y al alma
mientras la pata loca se sacude
aferrándose al aire desesperado.

Someday I'll wish upon a star
Wake up where the clouds are far behind me
Where trouble melts like lemon drops
High above the chimney tops thats where you'll find me oh

Con un carguero gigantesco tiró la puerta
de la muralla y los edificios que daban a la plaza,
volaban palmeras y voló finalmente el Salvo
(aún se pueden ver los cuatro reactores
y la punta de la nave en la isla de Flores).
El agua de la bahía le daba a la cintura.

Well I see trees of green and Red roses too
I'll watch them bloom for me and you
And I think to myself
What a wonderful World

Finalmente con sus manos
separó la vieja ciudad del continente
tomándola por la grieta cavada en el tajo
en medio de las olas gigantescas
y una tormenta de sonido ensordecedora
salía de la boca oscura, aterradora
y la sangre de sus manos tiñó el río
y entró por los arroyos
y coaguló en las playas

Well I see skies of blue and I see clouds of white
And the brightness of dayI like the dark
and I think to myself
What a wonderful world


Avanzó sobre la vieja estación en ruinas
y comenzó a golpear con el puño
la gran torta de merengue
en medio del vacío de la muerte
y de la velocidad de la depravada avenida
y caían las piedras blancas y los ornamentos
mientras golpeaba como un martillo
hasta que cayeron sus manos astilladas entre las piedras

The colors of the rainbow so pretty in the sky
Are also on the faces of people passing by
I see friends shaking hands Saying
"How do you do?"
They're really saying, I... I love you
I hear babies cry and I watch them grow
They'll learn much more
Than we'll know
And I think to myself
What a wonderful world (w)oohoorld

Como un boxeador anonadado
miró sus muñones que chorreaban,
más que chorreaban se derretían
como barro que se va licuando
y sus gotas oscuras en el agua se volvían peces.

Otra vez miró al cielo, clamando
y alejándose de la ciudad
y todos (los que quedábamos)
mirábamos aterrados desde la ladera del cerro.

De pronto se volvió
y se lanzo abrazándolo todo.

Someday I'll wish upon a star
Wake up where the clouds are far behind me
Where trouble melts like lemon drops
High above the chimney top that's where you'll find me
Oh, Somewhere over the rainbow way up high
And the dream that you dare to, why, oh why can't I? I hiii?

Encendiéndose en una luz verde intensa
que antes de que tocara los edificios, las construcciones
cuando aún estaba suspendido en el aire
tornóse púrpura y luego se expandió
como un torrente iridiscente por las calles
hasta el último rincón de la bella Italia
de la villa de los dolores, del nuevo parís del bel vedere
de la punta de rieles (con sus calles de constelaciones)
y del paso del molino
y, en fin, de toda Retrocedonia.
y todo tomó un color tan intenso
tan luminoso que nos encegueció.
como mirar el sol.

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lo que sigue ocurrió antes, despues o no sé bien cuando pero está misteriosamente relacionado
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Cuando salí a la calle la gente comentaba
que todo volvería a ser como antes
y que todo estaba bien
y que la gran escenografía de edificios vacíos de la ciudad vieja
servía para películas de Hollywood
y eso era tener patrimonio
y en eso me llamó Astllr al celular (aunque él no usa)
me parece que habría que refundar esta ciudad, me dijo.

Yo volvía al cerro como en un ensueño
subía por Viacaba que luego se llama Avenida
José Batlle y Ordoñez, atraído por la nube,
que había visto desde la ruta,
se iba apoderando del Monte
y decía una pintada precaria en las rocas
de la cima de Precariopolis:
TURISTA: JESUS TE AMA

Y arriba de esas rocas habían los restos
de un ritual umbandista con copitas rojas chiquititas
con maíz adentro y adornitos de plástico
rojos y celestes y blancos y un ganso blanquísimo
en el medio de la escena

Y no creyendo que era un ganso
lo levanté con un palo
(mientras le contaba lo que veía a Astllr),

Tenia las puntas de las alas grises como las nubes
y del tajo que habían hecho para cortarle la cabeza
aún salía un fluido amarronado, medio ocre
como el lodo derretido del Aliado!

¡Me parece que ya lo hicieron, LA VOLVIERON A FUNDAR!!!!,
le grité a mi querido amigo
y tiré el celular a la mierda, colericamente resignado,
mientras el frio intenso de la nube tapaba
ocultaba toda la ciudad y la bahía
y una luz intensa y fría desde arriba me congelaba la nuca
y la sangre.

nota: los versos alternados en la primera parte del texto pertenecen a los temas
"somewhere over de rainbow" y "what a wonderful world" combinadas en la versión de
Israel Kamakawiwo Ole
..


.

Saturday, September 20, 2008

Abhorrent readings of total exclusion


Zaratustra ha visto muchas tierras y muchos pueblos: de esta forma ha descubierto el bien y el mal de muchos pueblos. Zaratustra no ha encontrado poder mayor sobre la tierra que el bien y el mal.
No hay pueblo que pueda vivir sin evaluar, pero si quiere sobrevivir no debe evaluar como lo hace su vecino.
Mucho de lo que parece bueno para unos parece vergonzoso y desgraciado para otros: esto fue lo que encontré. Encontré que mucho de lo que era llamado como el mal, en otro lado se le rendía honor.
Un vecino nunca entendió al otro: su alma siempre fue sorprendida por la locura y la maldad del otro.
Niche


Canta bajo la lluvia
alguien, alguien sin nadie
te oye llorar de noche
cuando de tu alma sangras.
Ya no me mires así
¿y para qué vivir
si ya no tienes fe
en tu hermano
al que no amas ya?
Ya no me digas qué se siente.
Si no se cambia hoy
no se cambia más
y tus hijos sabrán
que vendiste tu amor
que vendiste tu amor.
Juega, juega que el tiempo huye
y cámbiame por una mosca
vierte, vierte tu lágrima
sobre la absurda suerte
y ya no me mires así.
Si no se cambia hoy
ya no se cambia más
y tus hijos sabrán
que vendiste tu amor.
¡Ya no me digas qué se siente
al atravesar la eternidad
sin una gestión
desde tu corazón!
Tu sombra da contra el muro
al que quiebras
en múltiples ecos
y acércate
y ahuyentarás
el desastre de mi alma que sueña.
Bebe, bebe desde el columpio
el agua de la miseria
y saca, saca de los que sufren
y quema la cruz, tan ciego
sólo eres esclavo del poder
¿y para qué vivir
si ya no tienes fe
en tu hermano
al que no amas ya?
--
"Agua de la miseria"
Luis Almirante Brown



Digo lo que miré en el primer día del milenio tercero de nuestra era.
Vi una puerta abierta y entré y vi la ciudad... y sí era distinta desde luego, más populosa, columpiándose en el abismo, y video-clips que exhortaban a las parejas a la bendición demográfica de la esterilidad. Y había signos de plagas, muerte, llanto y hambre. Y había más protestas y territorios liberados y territorios ocupados, más hartazgo y más resignación. Y vi de reojo a la Bestia con sus siete cabezas y diez cuernos. Y la gente le aplaudía y le tomaba fotos y videos, y grababa sus declaraciones exclusivas, mientras con claridad que habría de tornarse borrosa, llegaba a mí el conocimiento postrero: la pesadilla más atroz es la que nos excluye definitivamente.
--
Charly Monsiváis

Nuestras almas son pequeñas y compadres.
Pobres pequeños seres sin memoria
que no aspiran más que a un cerco
de miradas filosas.
Mezquinos en el apoyo
y en la delicadeza,
en los dientes brilla la certeza
del insulto y de la mofa.
El ingenio puesto en eso:
ser veloz en el desaire,
astutos en el menosprecio.
Nacidos en las bodegas de los barcos
entre ratas e ilusiones
nos arrojaron a un jardín inmerecido
que afanosamente hemos convertido
en éste triste y sucio.
--
"ROU3"
Ferdinand Cabrére


Friday, July 11, 2008

Perdido en la ciudad perdida

Recuerdo las tres veces en que percibí Montevideo desde afuera. Yo no venía del interior del país, sino del exterior. Y no recuerdo el orden exacto en que tuve estas percepciones, tan claras, quizá porque la memoria se encarga aquí de desordenar todos los recuerdos, alucinada por un pasado que se recuesta en la rambla todas las mañanas a esperar un barco llegar en un futuro inconcebible.
Quienes viven aquí dicen que la ciudad atraviesa un período de ruindad física y melancólica. Pero sospecho que viene guardando esta ruindad y melancolía desde su fundación por unos canarios urgidos ante la llegada tarde de sus paisanos españoles (que llegaban después de los portugueses) al mismo Paraná Guazú, ese río grande como mar donde se lamían, y aún se lamen, las lenguas marrones, verdes, plateadas y violetas del agua crepuscular del mundo.

La primera vez que vi la ciudad desde afuera, quizá en un taxi, iba hacia el Sur por esa calle fresca y tupida de Pocitos que es Gabriel Pereira. Y en una de las tantas transversales que le salen oblicuas (porque la oblicua es Pereira) lo vi todo de pronto: la coronación alta y espumosa de los plátanos, una fila más alta y lejana de tipas oscuras, unas palmeras anunciando playas y una calle del ancho exacto de una calle.
Unos cachos de sol caían entre el follaje y entraban en zaguanes haciéndose arcoiris en los biseles y constelando los escalones de mármol que todavía suben en mi recuerdo permitiéndome, por un instante, hacerme cargo de todos los recuerdos de mi infancia y de todos los recuerdos de la infancia de mi viejo y de todos los recuerdos de mi abuelo y así, hasta la fundación del Sur espiritual.
Pero esta introspección, súbita y fugaz, era provocada por la sensación, paradójicamente táctil, de no haber nacido allí: todo era paisaje y emoción, contemplación liberada por todo lo que permite una vida extranjera para darnos a cambio una sonrisa ingenua, la renovación del amor quizá, el eco de lo que dijimos hace tanto tiempo que ya no reconocemos la voz nuestra. Y pensé que sería una linda ciudad donde vivir.
Luego entendí que Montevideo era una ciudad imaginada en los tiempos en que se imaginaban ciudades perfectas en futuros perfectos por unos habitantes que no comprendieron que la utopía sólo puede existir en el presente. Por lo menos así lo había dicho Moro.
Un dato importante de esta visión primera: fue en verano, la mejor estación para visitar la ciudad, pese a los que insisten en decir que la melancolía es invernal, como si la gloria no tuviera atardeceres, como si el olvido no fuera dorado. Si algo identifica a Montevideo en su mejor momento, y el mío junto a ella, es la gran tarde de su estío, cuando el cielo estalla en sangre y esmeralda y la gente va subiendo mansa con la cerveza de a litro en una mano y la silla playera en la otra chancleteando a casa.
Y va llegando con la brisa del mar, mientras salen los vecinos a sentarse en la vereda en playeras iguales y se saludan entre ellos de una vereda a la otra en una propagación que abarca la ciudad. Y se quejan y se ignoran y se ríen y hacen asados en la calle y calientan lonjas y sacrifican un gallo negro y otro blanco al caer la noche y prenden velas.
Y más al norte, unos flacos del Prado (o Belvedere o Sayago) van llenando la mochila de pinturas para trepar como arañas y grafitear los infinitos techos de pizarra de la estación central de trenes, abandonada y sola como una antigua nave espacial hecha chatarra.

La segunda vez que vi Montevideo desde afuera venía en el avión que llegaba de Aeroparque. La fui atravesando toda hasta bajar en Carrasco después de unas turbulencias feroces, los gritos de unos pasajeros, la azafata que cayó contra un respaldo mientras caminaba, aerosol en alto, pulverizando los males del mundo exterior.
Luego la quietud, el Sur silente, las puntas de los eucaliptus y los jardines aún más oscuros por debajo. Más lejos, las cúpulas gemelas, gigantes y mohosas del Hotel Carrasco, la playa ancha y el mar sepia de un balneario aristocrático conservado en ámbar prehistórico.
En el bondi al Centro me recuperaba de los baches del puente aéreo y el alma me volvió al cuerpo con el sol de frente. Los juncales de Camino Carrasco se fueron armando alrededor mío con las guitarras de Zitarrosa que acompañaban a una canción de Zitarrosa cantada por Zitarrosa y el chofer parecía que escuchaba la radio mientras agarraba el volante con los brazos abiertos, ni triste ni feliz: serio.
Yo pensaba en los misterios atmosféricos y en su determinación sobre el carácter y la imaginación de los pueblos y entonces vi, allá adelante, a la ciudad como viviendo por abajo de un campo de fuerza, inmune por completo a las fuerzas del mal y del bien.
Pensé en Ducasse, en ese nativo sin rostro, haciendo estallar las rocas de esta costa en espuma y niebla cada noche, haciéndolas volar en gaviotas y murciélagos, haciéndolas vibrar en luces malas y bordonas de guitarras negras.

La tercera vez que vi Montevideo desde afuera también llegaba desde Buenos Aires. Pero esta vez volví por el río.
Puedo venir desde cualquier lugar del mundo (Brooklyn, Estocolmo, Macchu Pichu o Bagé) que no existe impresión comparable a la primera visión de Montevideo llegando desde Buenos Aires. Porque veo su quietud, su desgano repentino, su orgullo cínico y cómico, su renuncia a esa utopía reproducida en todas esas fotos antiguas que adornan sus McDonalds, su renuncia a ser la prodigiosa, la empleada del mes.
Llegaba en el ferry puerto-a-puerto porque venía de un tiempo largo sin verla, tenía algo de guita y ganas de ver gente. Pero sobre todo porque quería confirmar lo que un amigo me había dicho: “ver la ciudad emergiendo del agua es alucinante”.
Era también un atardecer transparente iluminado de lleno por el sol de la tarde y entonces vi, con regular velocidad, lo que había anunciado la profecía de mi amigo, porque la vi nacer marrón de un mar marrón, como hecha de su barro, como solidificación imperfecta de una fantasía.
La vi pesada y flotante, desvanecida y persistente como un decorado indestructible, como esculpida en roca, como elegida y olvidada por el delirio de alguien. Como la obra de un fanatismo alquímico o masón o de cualquier otra secta, atea ante todo. Porque yo no estaba ante la Jerusalen celeste ni ante la Babel pecaminosa, sino ante Montevideo.
Y a medida que el sol bajaba, la ciudad crecía y se iban oscureciendo las calles y las ventanas y los techos, porque viniendo desde Buenos Aires lo primero que se ve es Ciudad Vieja, que es la plaza financiera y administrativa, y el barrio muere con el día porque la gente la abandona y nadie enciende una lámpara.

Hay ciudades que se cuentan y se vanaglorian escribiendo sus propios libros. Pero éste no es el caso de la ciudad de la gran novela inacabada (quizá nunca empezada), del interminable manual de historia, todo hecho de llamadas a pie, de la antología de todos los poetas suicidas del mundo, de la última carta de los suicidas que no fueron poetas.
Será porque nadie ha hecho de esta ciudad su universo con sus dioses que, sólo aquí, toda la filosofía de la humanidad vuela viva adentro de una bolsa vacía flotando en las alturas rumbo a la cresta blanca de la Antártida. Pero Montevideo sería incluso más que eso si conociéramos algo del indiferente espíritu que la anima, si supiéramos, al menos, qué quiere decir su nombre indescifrable y perfecto.
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Dedicado a irina, el y al warren, robertö, sokon matsumura, fer, sissi, sigmur, agustín acevedo kanopa y zeta.