Tuesday, August 24, 2010

Basilio dream I: el lugar de Flora

La cuestion es mas o menos así. En este lugar con aires de presidio íntimo, nos encontramos Basilio, el dueño del campito; Flora, -la amiga de Basilio-; Luis, -el novio de Flora, la señora vieja consumida, -con su piel de papel pegada a los huesos del rostro, instalada en su silla de ruedas-; y yo, profesional depositario de expectativas varias. Por momentos tengo la sensación inquietante de un niño, una criatura sórdida reptando, pero no. Luis sonríe mucho desde que llegamos. Esa sonrisa no me va a dejar dormir. Le faltan los cuatro incisivos superiores, con lo cual sus caninos, ya grandes, destacan vampirescamente en el marco de la barba candado. Es un idiota, no cabe la menor duda. Veinte años mas joven que Flora, y veinte años menos inteligente y vital. Flora es un rayo, de pensamiento y acción, por eso me trajo aquí. A este lugar dantescamente bello, en medio de las sierras del Caracol?, cerca de Aguas Blancas, pasando Solis de Mataojo en Lavalleja; del que verifico nuevamente que es imposible escapar, no en estas condiciones.

Recuerdo entonces que yo necesitaba laburo, recién separado, acuciado por las deudas y la pensión alimenticia de mis niños, no me quedaba practicamente nada para mi sustento. -Algún día desarrollare las novelescas y espeluznantes circunstancias que rodearon este hecho-. Además estaba en vueltas con una mina y eso, demandaba dinero.
Superadas mis resistencias para concretar la primera entrevista con Flora y Basilio, en la casa de ella, en el Barrio Aires Puros, el panorama aparecía más complicado que lo conversado por teléfono.
Aires Puros, barrio Bancheriano, es una zona muy particular de la ciudad. Aledaña al Prado, Atahualpa, Brazo Oriental, El Cerrito de la Victoria, Marconi, Cuarteles y los cantegriles pavorosos en las orillas del Arroyo Miguelete.
Tiene elementos transicionales de todos, del abolengo y la pretensiones del lejano Prado a la tenacidad del Cerrito, que rige desde la altura con su gran parroquia de grandes cúpulas rojas de ladrillo y despliega su ladera oeste para el soporte territorial de Aires Puros. Una atmósfera de desconfianza impuesta por el cantegril y la imaginada felonía, o aptitud para la delincuencia de sus habitantes impone un aire inquietante, -neblinoso-, que sube desde el arroyo a sus calles, con casas de diversa índole (de la amplia gama que pueden verse en esta ciudad montada en ilusión) y ahora, todas con rejas.
Sin embargo, hay algo que llama poderosamente la atención y me hace querer huir de allí cada vez que voy. En el nucleo geográfico del barrio en la pendiente que mira al arroyo, hay un diseño urbano demencial: calles amplias de mas 12 o 15 metros de cordon a cordon. Veredas de 20 metros con canteros de 10 metros. Y casas todas con retiros o sea, con jardin al frente.
Ningún edificio, quizás algúna propiedad horizontal de corredor al fondo. Es esa una zona semidesértica, de gran calidad constructiva y de servicios públicos, pero con vida anémica. O sea a lo absurdo del barrio jardín, se suma un contexto de desalmada voluptuosidad del paisaje y abundante nada en lo vital.
Por supuesto autos viejos pudriéndose en las veredas (abajo o arriba), perros (sus ladridos y su mierda) y árboles; árboles gigantescos estimulando la percepción. Gente poca y huraña. Salvo cuando te acercás al cantegril, donde abundan niños, conversaciónes, pieles cobrizas, ojos aindiados y ladinos.
Toqué el timbre en la tardecita, luego de bajar en Propios o Boulevard José Batlle y Ordoñez, calle distópica, deforme, anómica, velozmente idiota, asesina; cómplice del desgano, el crimen, el meretricio; desde sus nacientes en la rambla del Buceo, junto al cementerio, hasta su desenlace, que se está extendiendo justo ahora hasta el arroyo Pantanoso.
Llegué a la dirección indicada a unas tres o cuatro cuadras de Burgues (Camino Burgues, se llama), al atardecer otoñal, con el frío que bajaba reptante metiendo sus filos entre al ropa para cortar el alma. Era una casa esquina,del color del material o sea de la piel natural de esas casas,con un jardincito al frente,una entrada de garage, una camioneta de unos 15 años,con picaduras de óxido y perceptibles, aunque no grandes, abolladuras. Franqueado que hube el portoncito de metal, (alerta a algún cuzco sádico), pasé al jardín custodiado por un ciruelo rojo y una Espumilla, varios malvones y me enfrenté a la puerta de hierro y vidrio.
Al momento de sonar el timbre salió el rostro flaco e hirsuto pero vital, con lentes viejos, ropa vieja, y un pelo de antigua tinta amarillenta : Flora.
El sweater de lana, era de un rojo decolorido, parecía de los viejos Burma. Una polera marrón, debajo, cubría el cuello y unos jeans azules viejos, sin marca. Calzado deportivo rosa manchado. Sonreía y hablaba, rápida, esperanzada y cordialmente. Me abrumó con lo que esperaba ocurriría luego por mi intervención.
Aún me abruma ahora, quizás más, mientras el sol cae rápida, pesadamente entre los cerros verdes, pintando esos colores vitales pero sórdidos.
Y yo sigo recordando ese primer encuentro que auguraba este no se qué de presidio absurdo que me tiene acá, bajo estas nubes encendidas, presagiando una noche intensa.
(cont.)

Wednesday, August 18, 2010

Me puse la gorra aunque fuera de noche, como un tic, bien calzada en la nuca. No estaba frío, al contrario, era una temperatura igual a la del cuerpo. Entonces el cuerpo no parecía tener límite y se extendía desvaneciéndome la piel al habitar el espacio del viernes, flotando encima del Northeast Corridor, de un costado al otro del estado, que descansaba en ese bolsillo de la costa mirándose a sí mismo en los 175 millones de teles titilando su propia relajación, según los trenes de Amtrak pasaban como meteoros con sus asientos caros y sus pasajeros exclusivos y la desesperación horrorosa de siempre que hacía temblar las plataformas prefabricadas en algún otro bolsillo del país. Ahora no me parecía ni horrorosa ni desesperación y veía a los trenes perdiéndose en el horizonte demasiado rapidamente, como almas en pena que tomaron vacaciones después de un tiempo de asustar a todos los que viven en esta parte con series nuevas y con nuevos asesinos en serie y con técnicas nuevas que dejaban atrás toda forma de arrepentimiento, toda duda o humanidad, como si los asesinos fueran seres extraterrestres que se hubieran colado entre los asesinados con trajes de seres humanos para elegir la misma cerveza que el viernes anterior, el mismo happy hour para hablar del mismo pitcher de la temporada anterior, para eructar la misma cantidad de veces mirando el mismo verde de cualquier cancha en la tele del pub con la misma preocupación domesticada para disimular la mirada en el culo apretado de las rubias naturales, cogedoras y despreocupadas en su alegría de dientes blancos y vivos hasta la garganta con sus camisas leñadoras de hombre, apretadas donde más las reclama la noche y la canción del jukebox: “mirate otra vez al espejo antes de salir de casa, por favor dame un beso esta noche”. Desde el auto iba viendo todo con una nostalgia nueva mientras el aire se separaba de a poco de mí, las vueltas del codo y la nariz, aumentando la distancia gradualmente entre mi cuerpo y las veredas, cada vez más lejanas, y los árboles y los autos de los parkings de los malls que iban pasando como esa decisión tomada dos noches atrás que se iba haciendo cuerpo ella misma también como una sola palabra, grande e inflada y pintada en colores oscuros contra el blanco. Yo mismo me había transformado en esa palabra viva que anunciaba una muerte. Pisé despacio el acelerador evitando que el impulso me llevara el cuerpo hacia atrás para no sentir ninguna sensación de desplazamiento y poder alcanzar un movimiento constante, parejo e inadvertido sólo revelado por el aire tibio que me redondeaba el costado de la cara, el cuello y el codo apoyado en la ventanilla baja mientras la música de Amor FM pasaba una bachata cansina que, en su letargo caribe, echaba fuego a la decisión tomada y ganándome la boca del estómago y subiendo hasta la base del cuello transformada en latidos sin diástole, como un bombo amargo y solo, hasta abrirse en una horqueta ardiente que terminaba en las orejas que ahora podían escuchar, sobrenaturalmente, la exhalación interminable de la 109 al agarrar la curva gigante y quedarme en el carril más lento sin temor a no llegar, casi ausente, mirando de reojo los paredones altos del costado que ocultaban prolijamente los suburbios cortados al ras por los planificadores de anticiudades, ahogados sus porches y sus buhardillas por los bosques de arce, de olmos y de maples que no pertenecían a ningún lugar conocido de mi memoria sino que se abrían abrazando sus propios reflejos dorados por las luces de iodo que se perdían hacia el sur como una telaraña en perspectiva hacia un lugar sin tiempo adonde iba a empezar un nuevo tiempo, como si le estuviera dando cuerda a un reloj. Y al tomar la salida 5 sentía una continuidad tan perfecta al avanzar que parecía que no doblaba ninguna curva ni avanzaba sobre la superficie de la tierra sino que sólo había, todo alrededor, un cambio de escenario desplegándose como una metamorfosis, como esas flores filmadas en cámara rápida, y yo estaba quieto en el centro del mundo en un punto mental que lograba cambiar todo alrededor a fuerza de telequinesis poniendo a los autos en lugar de otros autos y a las casas en lugar de otras y a los árboles al lado de la ruta en siluetas contra el horizonte rosado y a los aviones titilando en fila india atrás de otros bajando en Newark entre el galpón de Ikea y unas torres de alta tensión que atravesaban el bañado y se perdían en el norte como alambrados gigantes para controlar migraciones de dinosaurios, hasta que la ruta se fue afinando y poblando de señales de tránsito de la calle principal haciendo aparecer el restorán chino al costado, después el diner, la peluquería recién cerrada con la cortina metálica y dejar atrás el galpón gigante de Father & Son, y estacionar dos cuadras después en la vereda de enfrente y apagar el auto y las luces y recostarme contra el asiento sabiendo que iban a pasar por el costado los contratados de esa semana y después los instaladores de ventanas del mes y después los pintores de todo el año y después los peores, los sanitarios, y al final de todo el peor de todos ellos, Vic Burnett, y que iba a cruzar la esquina para volver a cruzar la transversal que lo lleva a la estación a tres cuadras, porque no tiene auto, y volviendo a cruzar por la mitad de la calle hasta tomar la vereda contra ese bosque angosto que oculta el edificio mudo y negro de Morgan Stanley mientras yo volvía a arrancar, tomaba la transversal despacio y al pasar al lado le tocaba bocina anticipando que se iba a sorprender al verme iluminado por la luz de adentro del auto, apenas el tiempo para que me reconociera y se acercara confiado al verme sonreír exageradamente, y se iba a doblar y a apoyar los codos en la ventanilla abierta y mientras empezaba a preguntarle si necesitaba que le diera un ride a la estación ya iba sacando de abajo del diario, abierto sobre el asiento del acompañante, la pistola con silenciador y se la metía en esa boca abierta y estúpida de estar comiendo chicle todo el tiempo y disparaba.

Friday, August 13, 2010

Biografía de una estrella rusa

Los memoriosos no olvidaremos nunca su origen sobrenatural. Luego la vida la llevó por el camino trazado por la diosa de los niños, por donde avanzó hasta alcanzar la consagración definitiva. No quedaría mucho sin embargo para convertirse, también, en otra estrella del firmamento ruso. Orgullo celeste.

Tuesday, August 10, 2010

ruskaiantropic

Estimado Astllr:

Tovarich, sé que no todo lo que brilla es oro. Y que en las castigadas tierras de kazajistan, uzbequistan, otros kestan, la pobreza campea, los desasstres ecologicos (el mas grande del mundo hasta ahora es del mar de Aral) campean por la imposibilidad y la desidia. No hay un futuro promisorio, caida la distopía. Sin embargo observe como los Paralamas do Suceso y Djavan influencian con sus cadencias tropicales, menos impostadas.
El que canta es un hijo ruso de ambos, segun creo. (Yo tambien soy tropical)

Thursday, August 5, 2010

Despierta Kazajistán!!!!

Estimado amigo jntkdvr:

Constato con preocupación una cierta obsesión suya hacia los artistas musicales allende la ex cortina de hierro. Quiero advertirle muy especialmente que tenga cuidado, que no es oro todo lo que reluce y que existen algunos ejemplos que honor les habría hecho el empalamiento por el esteta y justiciero Vlad.

Sinceramente suyo,

astllr