Iba caminando por la vereda de una calle de Paraísos,
atribulado por las cosas que iban a pasar
cuando cayo una roca en su cabeza
y se acabó la tribulación.
(No, de vuelta)
Una vereda con Fresnos,
una calle ignota,
una ciudad idiota.
Angustiado por todas las cosas que angustian: dinero, amor, hijos, incertidumbre.
Y una mas: la ciudad.
Un rayo cayó sobre su cabeza
y se acabó la angustia.
(Imposible, vamos)
Una vereda sin árboles, un cielo sin pájaros
un zoológico sin elefantes, un velorio sin deudos.
La nada iba ganando los vacíos de su alma.
Un avión cayó a sus pies con estruendo.
Setiembre explotaba.
(Muy bien, se edita.)
La novia lloraba en el altar.
Una vez mas el novio no había llegado.
Una vez mas la vergüenza y el desamparo.
Entonces la mamá que dice:
- Viste yo te dije que no te convenía.
Un planeta cayo sobre la iglesia.
(Muy bueno, editenlo así.)
Lo que te digo es que la vida no tiene porque tener sentido
puede ser una cosa que esta ahí y que hay que pasar
como cruzar la calle, como cruzar un arroyo
como la luz del sol o la oscuridad de la noche.
Como algo que te pasa y basta
como una enfermedad, como un placer
y nada más,no tiene mas vuelta.
(Eso no, es muy idiota.)
Como?
Yo no entiendo como me decís que hay que ver el proyecto.
El proyecto no importa. Lo que es mala es la idea.
Es decir, la idea de un campo de concentración es mala en sí.
No importa si va a ser con salas climatizadas,con piscina y tv color.
Una vía rápida, es una mierda y mas del aeropuerto decarrasco hasta el puerto.
Una gran frontera partiendo al medio la ciudad.
Una barrera mas impermeable que Avenida Italia.
Bloqueando los barrios, la vida, la sangre de la ciudad.
Es una porquería. Aunque fuera toda subterranea (así molestaría menos).
Para que queres una vía rápida? Para que se necesita? Rapidez, para el auto? Rapidez para aislarse de lo que pasa? Rapidez para ganar mas dinero? Rapidez para reventarse los cuernos contra una columna?
Sabés qué: hoy demorás 20 minutos o media hora a lo sumo, te parece mucho?
Es Vanidad y Destrucción. Nada más.
No el transporte de carga, no. Ese va por el anillo perimetral.
Lo que se necesita es un buen transporte colectivo.
Pero además estimulas la utopia de la ciudad jardin, el ghetto. No, no. Están locos.
Lo que?
Claro esos barrios homogeneos y monofuncionales son el ámbito del despojo y del crimen.
Equilibrio, seguro, equilibrio de usos, diversidad de funciones, eso es lo que mutila la via rápida.
Claro, siguen estimulando que la ciudad prosiga horadándose como un queso. La gente se va.
Pero los huecos, se llenan de mierda.
Ah, y te aviso que quieren ensanchar Bvar. Artigas, dicen que hay embotellamientos, JA!Embotellamientos de 3 minutos.
Son Patéticos.
Patéticos.
Alguien debería hacer algo.
Alguien!!!...
Alguien donde estas?
Si, son meteoritos de Dinero
botados a la nada
que ahora se dirigen hacia acá.
Poco puede agregarse a lo relatado.
Quisieron las circunstancias que Aníbal, que por amor del
abuelo y el padre a la lejana Cártago llamabase el
prot.agonista, una hora despues aproximadamente, de
abandonar el bar donde comiera su fainá, bebiera su agua y
fumara sus cigarrillos continuando a todas luces con su
oscuro errabundeo por las calles, fuese atropellado al cruzar
un semáforo con la luz verde.
Un camión de carga, cree la policía técnica que por la falta
de descanso del conductor, no percibió el cambio de color
del pequeño circulo de verde a ambar y luego rojo, quizás un
pestañeo cediendo a los demonios del cansancio, y acabó
arrollando al bueno de Aníbal.
Y vino a ser uno de los polícias, el que llegó primero al lugar,
con su ovejero alemán, un lejano amigo de mi infancia: "El
Duro", quien me aproximara esta historia que ahora estoy
un poco relatando y otro tejiendo.
A los pocos días del suceso, encotrandome en el boliche al
que concurro por lo menos los jueves de tardecita, nos
encontramos y luego de los abrazos y preguntas de rigor por las
familias, amigos, me dijo:
- Bo junta, mirá
y sacó un par de papeles doblados
- Que es eso?
- Quedó tirado en la calle la otra noche que atropellaron a un
tipo. La verdad es que no sé porque los guardé. Al final se
me ocurrió que a vos te podían interesar.
- A ver dejame ver.
Uno de los papeles doblados de tiempo atrás (negruzcos en
los bordes del doblez) tenía un membrete de la
Administración de Ferrocarriles, que supongo era el lugar de
trabajo de Aníbal. Parecía una suerte de agenda, un raconto
de lo que iba a hacer Anibal posiblemente el día que murió y
que ya fuera relatado en la primera parte de narración.
El otro, también doblado de mucho tiempo atrás, con una
letra particularmente abstrusa, dificil, no lo pude descifrar de
inmediato.
Luego de la conversa larga con la barra, le dí un abrazo al
Duro y le dije: "despues te cuento".
Llegado que hube a mi morada, me aboque a descifrar con
ahínco el manuscrito, que a propósito parecía querer
dificultar mi lectura, con ganchos, abreviaciones, tachaduras
y correcciones. Sin embargo cotejando los dos textos e
ingeniandome para entender llegué a descifrar esto que
presento a ustedes ahora.
Lo hago porque me llama la atención el apasionamiento de
este funcionario de una institución en vias de extinción. Y
también el tono meloso, casi cursi por momentos (sobre todo
al principio).
Y otros con vibraciones Whitmanianas.
En fin, me pareció interesante para aproximarse, digamos, por el lado felino.
"gruñido
quiero tus garras rasgando mi piel,
quiero tu pelaje lustroso brillando al sol
y tu carrera veloz en la pradera
atrapando violentísima al venado
clavandote en sus cuartos traseros,
haciendolo caer
hundiendo tus colmillos en su garganta
y después de esa danza maravillosa
compartir la carne caliente y fresca conmigo
morder, cortar, abrirnos paso entre las visceras y los huesos
al alimento palpitante e inocente.
y sentir tu zarpa pesada y cálida, ensangrentada, en mi
pecho
y tu boca roja comiendo de la mia
chocando los dientes
en el brindis famélico y salvaje
(oh, esos magníficos dientes felinos)
Y así nos tejemos en la urdimbre de la vida
asi nos hundimos en la noche de los tiempos
asi buscas que el ancla se afirme, abriendose paso
en tus entrañas
moviendo rítmica, precisamente tus caderas
sobre las mías
goteando saliva y sangre en mi hocico y en mi boca
y escucho bajo las estrellas
en el enjambre de besos, lenguas y labios
la música primigenia de tu voz
de tu gemir agudo y penetrante
hechizando gozosa las profundidades
de mi mente,
empapada de tí.
hasta que caes agotada a licuarte
Leona
a mi abrazo, crepitante,
agitada, exhudante de fluidos
exhultante de sonrisas,
destellantes los ojos
de tanto conjugar
el verbo amar en la carne"
"...porque es asi la oscuridad
donde encuentras ángeles en la ciudad
donde encuentras santos, martires y biblias..."
Mandrake
- Es una hija de siete mil putas.
- Calmate Javier, ya lo sabíamos, no?
- Si, pero esto es demasiado. Y todavía la carta del tipo, dice todo, donde se encontraban, los dias, desde cuando. Y el infeliz confiesa como la quiere.
- Ahora la tenés en tus manos, bebé. Ya la podés dejar.
- Te dije que no, amor. Yo no quiero que ella se quede con Andresito. Además no me da la guita, no. Eso es imposible. Ya debe haber roto la carta, además.
- Pero, ¿no era lo que querías? No entiendo..., ¿y yo?
- Aguantá, ahora te llamo. Ya salió.
- Javier!
Había estacionado en la otra esquina en la perpendicular que moría en su casa, cuando vió abrirse la puerta arrancó con fuerza contenida.
Hubiera querido tener más bronca.
Doce años con María. Bien. Buenos momentos. Todo bien montado. El noviazgo fué animado, no le parecía que diferente a los de sus amigos. O de novias que había tenido antes.
Buen sexo, sí, y mejor que con las anteriores (hasta le daba miedo, por momentos). Muchos amigos, sí. Vacaciones, sí.
Y el casamiento, el corolario lógico, luego de terminada su carrera de Doctor en Medicina.
Sí claro que la quería, siempre la quiso, mucho. Aún cuando tuvo alguna otra relación pasajera, contingente , con compañeras de estudio, de los hospitales y ahora esta nurse, con la que había hablado.
Simpático, inteligente, buen estudiante, y hasta con actividad gremial; además de fiestero y cantor; tenía ángel, claro.
Tampoco la pátina de convicciones de aquella época, se había diluido.
Aunque sí lo que entendía por una pareja, o "la mujer de su vida". Por lo menos lo que había logrado concretar de eso.
En el resto de las cosas, la pasión se había atenuado, aunque no la alineación con mas o menos los mismos intereses y hasta ideas políticas.
Y habían surgido otras necesidades y compromisos económicos, profesionales, un hijo; que habían desplazado a las otras preocupaciones abstractas, más lejanas. Pero seguían presentes en el menú.
Finalmente la lluvia lenta pero implacable del tiempo, la rutina; erosionó lo más tangible, la intesidad sexual y la cordialidad que compartían con María. Antes no había reproches, no habían gritos, o desplantes, aún en situaciones difíciles. Ahora sí. Ahora, y desde dos años atrás.
Se intensificaron, concomitantemente, las contingencias hasta Raquel, la nurse, jovencita, con la que compartía esa pasión alentada por la lejanía, con, de, por, María.
Y miraba al tipo que salía de su casa.
María, Maryam aparecía en el Corán , e Isa ibn Maryam (Jesús hijo de María) su hijo, que no es Dios allí, es un gran profeta. Y María, Maryam, (a quien corresponde una surá o capitulo entero del texto sagrado), también es virgen en el Corán; pensó extrañamente luego de cerrar la puerta. Al levantar la vista vio el auto que se comenzaba a mover dese la calle que salía perpendicular a la puerta. Desde arriba del repechito, comenzaba a bajar, con el motor encendido y las luces apagadas, en la noche ya. (Pasó como un rayo, con un zumbido fuerte, la imagen del gran Saladino, con su favorita, abisinia, etíope, negra, hermosísima, entre las sedas y almohadones y alfombras y fuentes).
Como si cayera ahora en los extremos que había pasado. Se le aflojaron las piernas.
Pensó en el Misericordioso, el Compasivo, Dios. ¿Qué se le había revelado con María? ¿Porque esa felicidad? limitada, acotada, encorsetada, como ninguneada. Se le estaba dejando comer de a pedacitos, como los animales del zoologico, a través de la reja, prueban, pero no pueden alcanzar todo.
Los pensamientos, las ideas, pasaban rápido, muy a prisa por la cabeza, sin detenerse, como un torrente incontenible.
Sentía el puño de la angustia crecer en la garganta. Aceprax. Y se llevó dos miligramos bajo la lengua.
-Me falta algo, ¿que es?,
Lo buscó en el piso.
No se daba cuenta de qué.
Prendió otro cigarro.
El auto seguia bajando, pero él no lo miraba ya, casi.
Levantó la vista del piso y vió, bajo las luces de Sodio, amarillentas, una cabina telefónica roja, de madera con vidrios, prismática, brillante, como de una película. Y el teléfono negro. Alguien hablaba adentro, iluminado por una luz blanca.
Más allá, en la otra cuadra, otra cabina igual y enfrente tambien.
No podía distinguir a la persona, su cuerpo, sus rasgos.
Trrriiiiinnngggg, Trrriiiiinnnnnnggggg!!!!!!!!!!!
Su celular tenía el mismo timbre que los viejos télefonos.
Atendió.
-¿Que haces pá?
- ¿Cómo andás Alejandro?, dijo extrañado.
- Bien, mañana voy por tu casa, ¿te parece?.
- Si claro, pero tu hermana viene el viernes.
- Claro papá, viernes es mañana, ¿qué te pasa?
- Nada, nada, dale, nos vemos, un beso.
- Chau, un beso, pá.
Los ojos se le llenaron de lágrimas, estaba convencido de que era miércoles.
La persona dentro de la cabina, hacía gestos cada vez mas vehementes, parecían similares los de las otras dos cabinas que veía también.
Tengo que ir a comer algo. ¿Donde habrá un boliche, en este barrio cajetilla?
La pastilla diluida bajo la lengua comenzó a aflojar el puño en la garganta.
Miró hacia atrás para ver que pasaba en la primera cabina roja.
Y vió que el auto seguía acercandose,
- Ahhhh, es el auto que estaba en lo de María.
Triiinnng!!!!, el celular en la mano.
Un mensaje de María.
Leyó: "estás bien, amor, te calmaste? despues vamos a hablar por favor cuidate mucho para mí."
- Andá a la puta que te parió, a la putísima madre que te parió, le salió, medio fuerte, pero sin gritar.
Las lágrimas apretaron de nuevo y rodaron y se secó los mocos.
Al ver el auto de nuevo, fantasmal, siguiendolo, pensó y buscó, se palpó el abrigo, los bolsillos del pantalón, de la camisa.
No lo había traído, no sé daba cuenta de que, pero no lo habia traído.
Bajó a la calle y miró al auto que prendió las luces.
Creyó reconocer a Javier al volante y acelerando.
Su cara le pareció mas familiar, como de un político.
Pero encandilado por las luces, se tapó la cara y cayó de vuelta a la vereda, mareado.
El auto siguió.
- ¿Que quiere este tipo?
Apoyado en un árbol, se levantó.
Vio la plaza, con sus cuatro cabinas telefónicas en cada esquina y unas luces para peatones muy bonitas, arboles altos, Araucarias, Tipas, algún Eucaliptus, bancos verdes, unas palmeras, una estatua. Ahora hablaban otras personas en las cabinas. Eran negras y todas gesticulaban mucho.
Un boliche en diagonal. Se encaminó.
Pero caminaba y la diagonal se estiraba, el boliche no se acercaba, no se alejaba, pero se iba estirando, plasticamente, como siguiendo el tenor de la humedad que iba aumentando con la noche.
Por fin comenzó a llegar, entre la bruma mojada.
Y del bar, salían dos personas con ojos grandes, redondos y los trajes brillantes, mojados. Con sombreros, raros. Y salía humo, gris o azulado.
Entró, con su cigarro prendido.
- ¿Que quiere? le pregunto el hombre que estaba en la caja.
No podía distinguir bien si había mas gente.
-Estamos por cerrar, le dijo el tipo.
- ¿Tiene algo para comer?
- Queda fainá
- Bien, dos de orillo y una mineral.
Sacó el celular.
Escribió a María:
Mañana te llamo.
"A donde va el buey que no are responde con prontitud si no tenís la contesta preparate el ataúd""El Albertío", Violeta Parra
Pero con la pitada profunda vino el mareo, que se hizo vahído y ceder las piernas y perder conciencia. El cuerpo helado, en el aterrador mar negro de inmensas olas que no veía, las manos ateridas hundidas como garras en el salvavidas, en el caos del viento y la lluvia sin cielo y relámpagos ensordecedores y rayos salvajes que hendían la oscuridad y alumbraban la espantosa escena. Pero el frío cedía y el calor arropaba el cuerpo y la garganta seca y la luz en las calles despojadas, polvorientas de cierto pueblo del norte, a lo mejor Tambores o en la única calle triste de La Hilera, una hilera de casitas no muy lejos del rio Tacuarembó (y del triste villorio de Montevideo Chico), cerca de unas lagunas, de cierta estancia donde un jinete capataz, elegía capinchos machos con la mira de su rifle, para saciar el apetito de los patrones. O él mismo con los moretones en el hombro niño, de los culatazos del rifle, de dispararle a las perdices cerca del Arroyo Malo. Y de ahí por el rio Negro iba pasando San Gregorio y pasando aún el Paso de los Toros a las felices, combativas, vibrantes y antiguas tarariras en la desembocadura del Salsipuedes. Y el vuelo caprichoso veía de pronto el asesinato sórdido de Urquiza a manos de los cuchilleros de Lopez Jordan, en su mansión fastuosa del Entre Rios. A un helado pasaje por Carreta Quemada o por el lino florecido de "Mundo Azul", en el Fusca. A cierto chasque galopante que llevaba un mensaje de Andresito (desde las cercanías del Palmar de San Borja) a Artigas (en las cercanías de Tacuarembó); asesinado en los montes de las quebradas del arroyo Lunarejo en el fondo de la Cuchilla Negra*. A las ruinas de las Misiones que lo conmovian en su mineral decadencia (más cercanas las de San Miguel). A los alegres viajes en los Tranvías de Asunción que habían sido de Montevideo. Y finalmente a los primeros encuentros clandestinos con María, que produjeron aquel escrito,
"Será mejor que no te muevas del remanso cálido, cómodo, de tus días. El único confort que puedo darte es hundirme en tus entrañas dulces. Solo fiel a mi desidia."
Pero, nada le interesaba mas que estar en ella. En su cuerpo y su palabra. Extrañamente no se cansaba de sus olores, ni de sus gustos, ni de su compañía. Volvió atormentado a los ojos verdes, los bucles oscuros y la voz de María que lo llamaban, cerca de su cara. Volvió. -¿Vos estas loco? Hizo un esfuerzo, pero no le salía la voz. No comía desde las 8 de la mañana, todo el dia dando vueltas por ese barrio. -Ahora levantate y andate que Javier tuvo un llamado. Despues hablamos. Le salió un hilo de voz, - yo te amo María, no puedo más.. . - Callate, que está mi hijo, despues hablamos. Sé un poco racional. - Le dí una carta a tu marido. - Si, ya la ví, pero él no la leyó. Tuvo un llamado de urgencia, por suerte. ... - Además, ya la rompí. Andate, por favor, si me querés, andate. Tomó el vaso de agua que le ofrecía María. Miró detenidamente el hogar, la mesa petisa con los adornos -en particular el caballo colorido de madera-, el hogar y la leña, el cómodo sofá de tres cuerpos en que descansaba su cuerpo que ya se levantaba, la mesa más allá, de madera oscura y sobria. Los cuadros en la pared, todos originales, oscuros, salvo una lámina, El beso de Klimt. Pasando el hall de entrada, el escritorio y el pibe jugando en la computadora. - Nunca vamos a estar juntos, le dijo, mirandola a los ojos. Se puso el abrigo y la gorra y pensó en darle un beso, en hundirse en su boca. Pero no, se dirigió a la puerta sin mirarla. -Adios. No contestó, salió y cerró la puerta.
Medio mareado todavía, veía un auto estacionado en la esquina, que tenía algo familiar.
*Nota del autor: un pequeño relato existe al respecto.
"... he vuelto cuando duele más el recuerdo que la ausencia..."(Alfredo Zitarrosa, creo)
Si, era de tardecita en la ciudad.
Calle arbolada, veredas amplias.
El tipo tiró el cigarro al piso y lo apagó con el zapato (o sea moviendo el pie, ubicado dentro del zapato).
Desde la mañana daba vueltas por el barrio.
Pensando.
Pensando.
Pocos boliches, para meterse, en realidad casi ninguno.
La decisión, o su proximidad lo habían llevado a los ansiolíticos y los ansiolíticos a cierta calma cretina, con la que observaba el paisaje.
Predominaban los caserones de buena construcción algunos mas racionalistas.
Otros con un toque andaluz.
Otros con techos de tejas a dos aguas y conjuntos habitacionales finos, con casitas duplex y techos de pizarra, ladrillo visto.
Tambien había algún edificio de tres pisos y casas mas antiguas, de altas ventanas a la calle sin jardín.
Pero dominaban los jardines.
La vereda tenía unos seis metros de baldosas contra las casas y tres metros encespados, contra el cordon desde donde subían árboles tremendos, plátanos, tipas, jacarandaes. Su vista no podía evitar el recorrido hacia arriba, a las ramas que se movían flexibles, elásticas con la brisa hasta terminar dejando la atmosfera oscura de la sombra y alcanzar el fondo fucsia de un cielo que se incendiaba antes de morir.
Uff. La cabeza del tipo iba y venía de la mina al marido, de sus hijos al de ella. De su trabajo, de sus lugares, de sus amigos.
La vida hacía un quiebre en ese punto.
Justo ahí.
Sentado ahora en un murito, le sacaba las pelotillas de lana a su pulover azul. Era una actividad inútil, pero que lo tranquilizaba, lo ayudaba a pensar, a ir diluyendo el pensamiento y finalmente a pensar en nada, por horas. Despues hacia pelotas juntandolas y apretando la lana entre las manos y les daba una patada al aire.
El aullido lejano del tren, lo saco de su huida hacia adentro,
justo antes de tirar el cigarro.
Justo antes de decidirse a encarar la puerta
justo antes de mirar fijo la casa
y comenzar a caminar, con la vista fija en el timbre.
Era una casa bonita, con un jardín al frente y grandes ventanales.
Un garage con el auto de tres años estacionado en el jardín.
Lo feo eran los aparatos de aire acondicionado que salían para afuera como dientes o muelas, mal ubicados y sus cañitos goteando.
Ay. Levantó el brazo y oprimió el timbre.
Su sonido apagado desde adentro del hogar, lo hizo temblar, erizarse, marearse en un resplandor de cambio de conciencia, como un fogonazo instantaneo en la cabeza.
Pasaban imagenes veloces en su mente, de ella, de su infancia, de su padre.
Pasaban automóviles veloces a su espalda, por la calle.
Sintió el murmullo de adentro:
-Andá vos Javier, yo estoy con Andresito.
-Bueno voy, voy.
Ahí viene, suspiró.
Se acomodó el sobretodo, tragó saliva y trató de ahuyentar las imágenes de la cabeza.
Se situó a un metro y medio de la puerta, erguido como una tabla.
El pestillo giró, ruido de cerradura y puerta que se abre, recortando el tipo contra la luz cálida del hogar.
Otro fogonazo en la cabeza.
-Si?
(nunca lo había visto y le era familiar, que extraño)
...
-Que desea?
(parecía que lo conocía de otra época, de la infancia, de un sueño)
...
-No puedo estar acá toda la noche.
(Vamos, vamos)
-Acá.. ¿es la familia...? susurró.
-Aristimuño, ¿que necesita?.
-¿Esta casa está a la venta?
(en un hilo de voz, el guión ensayado le pareció idiota).
-No, no. Que yo sepa.
-A ver. ..
Y revisó en los bolsillos buscando la carta con el detalle de lo que le quería decir a Javier.
Un relato de su relación con María, la esposa, ¿una justificación?, la confesión del amor, su deseo de terminar de...¿de terminar que?
El sentía un angustioso amor por María, como el del naufrago que se aferra al salvavidas en el monstruoso mar nocturno.
Pero no tenía ninguna posibilidad de proponerle algo.
A la mina no le interesaba otra cosa que amarlo cada tanto.
Vivía bien, cómoda, aunque le desagradara dormir con Javier.
Entonces el tipo había decidido el incendio, y encontrando la carta carraspeó:
- Bueno, de cualquier manera le dejo...
Apareció el niño, sacando la cabeza por abajo del brazo del padre,
-¿Quien es papá?
-No sé Andres, el señor estaba tratando de darme algo...
-No, me equivoqué. Disculpe la molestia.
- No, pero, espere, ¿que me iba a dar?
Era inutil, el hombre ya se ponía la gorra y dejaba el jardincito.
La noche se había tragado la luz.
Eso hubiera sido lo mejor, imaginó, mientras se alejaba, luego de entregada la carta a Javier.
Y ya de espaldas a la casa encendió el cigarro y tiró el fosforo por encima del hombro.
"Tenemos , todos los que vivimos una vida que es vivida y otra vida que es pensada, y la única vida que tenemos es ésa que esta dividida entre la verdadera y la errada.
Cuál , sin embargo es la verdadera y cuál la errada, nadie nos lo sabrá explicar; y vivimos de manera que la vida que tenemos es la que tenemos que pensar."
Fernando Pessoa
Sometido al imperio de tus ojos
encandilado por el aura de tu sonrisa
deambulo en la vereda,
voy combustible
sonriendo
tramando lascivia
sobre tu piel blanca
elucubrando lujuria
que juega en mi sonrisa
miro gente que no me dice nada
miro gente que pelea por su vida, hoy
miro niños
a todos va mi sonrisa, a todos
no es por ustedes, no
(hoy no logran distraerme)
es por tu imperio ególatra,
por tu señorío sobre el territorio de mi piel
y los signos y los símbolos que me pueblan
y que soy
y que ya no son lo mismo
y significan otra cosa.
y va mi mano por tu muslo blanco
y mi boca llena de saliva acá
al lado de una señora
que mira mi cigarro húmedo
que no prendo en el bus,
y mira temerosa mi sonrisa cuando le pido paso
(no la voy a besar esta vez, madame , muy amable)
y encendido mi cigarro, no arde como yo
que me consumo en las llamas
que crepitan en mi pecho
quemando mariposas
consumiendo gusanos que viven de mi alma oscura
y entonces, asciende el flujo energético
desde abajo,
e insulto al del mercedes que se me viene encima, cuando voy cruzando,
y le niego al roto que me pide un cigarro
y pateo una botella de plástico al medio de la calle
y quiero patear y provocar
y tropiezo en una baldosa erguida irreverente,
-la conchadelalora-
ciudad miserable!, ciudad maldita!, grito
(susurro en realidad, pero grito en mí)
y trrrriiiin trrrrrriiiin trrrrrriiiin
pavorosa vibración contra mi torso
el celular,
me detiene al costado de la calle
un fogonazo
un golpe en el pecho
(pero desde adentro),
¿uno de tus textos penetrantes,
o aún tu voz honda?
vacilante
mi mano
lo toma...
Cuando te vi subir dije “éste es argentino” por la ropa nueva. Pegué en el palo. Y te explico: aunque tengan guita, los uruguayos se visten mal para pasar desapercibidos. No es modestia. Si te ven caminando con campera de gamuza, fuiste, es un clásico. Pero vos... vos... Dicen que hay mucho laburo por allá ¿no? mucho uruguayo laburando allá. Ojo, no te lo pregunto porque me quiera ir. De acá no me mueve nadie. Principalmente porque acá hay libertad. Yo acá hago lo que quiero cuando quiero. Si quiero, salgo a laburar. Y si no quiero, no salgo y no pasa nada. Nada. A veces, cuando veo todos esos autos, yo me pregunto: ¿adónde mierda van?
Mirá bien, esto se llama alfajor. Hay de nieve y chocolate. Yo como diez alfajores de chocolate por día. Alfajor y Coca light. Entonces lo abro así ¿ves? y tiro el papel por la ventana. ¡No pasa nada! Nadie me dice nada, ni siquiera me miran, todo el mundo hace lo mismo. Lamentablemente esta libertad se está perdiendo. Te cuento el siguiente caso.
Hace cinco años y cinco meses voy por Camino Carrasco con un pasaje al aeropuerto. Voy muy calzado porque este pasajero no llega a tiempo, un cliente importante. En determinado momento, la levanté a una vieja en el aire que todavía no sé de dónde mierda salió! Cuando bajo me pongo a buscar. La cabeza había quedado como a treinta metros del cuerpo. Homicidio, me dieron, ¿podés creer? ¿Qué culpa tengo de que no haya veredas en Camino Carrasco? Además, ponele que la vieja, por esas casualidades, hubiera volado y se hubiera metido de punta en el parabrisas y me parte la cabeza a mí, que me mata a mí y ella queda viva, un poco quebrada pero viva. ¿A ella le iban a dar homicidio? Por favor.
¡¡¡¡Cotorrudaaaaaa!!!! Las minas que manejan son todas yeguas. Y todos los tipos que ponen el señalero para doblar son putos. Es un clásico. Por ejemplo, a éste lo paso por la derecha y ahora esperamos la luz. Si me mira porque lo pasé mal, es puto. ¿Ves? No mira. ¡¡¡¡Tigreeeee!!!! Manejar es como el fóbal, es como salir a la cancha. Hay que estar acá arriba para saber lo que es esto. Por eso ando siempre con el caño... No te asustés... tiene el seguro puesto. Pero a mí no me tocan ni los mosquitos. Y ojo que no tiro al aire. Hasta ahora no tuve que usarlo, salvo con la perra.
En casa vivo con mis viejos, quedan solos todo el día. Compré dos cimarrones y les puse un alambrado eléctrico (a los perros no, a mis viejos). La semana pasada la perra le tiró un tarascón a mi vieja cuando la quiso sacar al balcón. Entonces tuve que sacrificarla. Yo no compro perros para llevarlos a cagar a la plaza. La perra ni cuenta se dio, pero el otro sí, porque vio todo, estaba mirando al lado, eran muy compañeros. Y lo que son los bichos ¿no? porque desde ese momento el perro ladra todo el día. Le ladra hasta a la nena de al lado, se la quiere comer. Pero a mi casa no entra ni una hormiga.
Y sí, mis viejos están muy viejos. Mientras estén juntos van a vivir en casa, porque se acompañan entre ellos. Pero cuando uno se muera, al otro lo pongo en la casa de salud, derecho viejo. Van a estar mucho mejor atendidos. Ojo, yo me encargo mucho de ellos. Y no lo digo sólo yo. El pae siempre me dice: “Vos sos el escudo de tu familia” y tiene razón. Fijate esta barriga. ¿Ves estas cicatrices? Son heridas que me hacen mis enemigos. Esta colorada es la última, tendrá un mes. Hay mucho enemigo en la patronal que le tira mala onda a mis viejos. Son cortes que me aparecen de noche, trabajos con dagas a distancia. Y yo los paro a todos acá, en la zapán, porque soy El Escudo de la familia. Para ser buen escudo, como yo, tenés que hacer trabajos de protección. Yo hago mis ofrendas y recibo a mi orixá. Pero esto no te lo puedo contar porque es secreto. Entonces hay mucha inseguridad porque no son sólo planchitas. Hay trabajos, cosas que involucran a gente importante, gente que sale en la tele.
¿En serio vos no salís en la tele? Sos igualito a uno que no me acuerdo el nombre, el que se apretaba a la pendeja divina esta, que tampoco me acuerdo el nombre. Sos vos, qué hijo de puta. 51 fichas... 94 pesos. Si tenés cambio te agradezco.
Te voy a hacer una confesión. Mi sueño es vivir en Gran Hermano. Te rascás el higo el día entero, te levantás a todas las minas y le mandás saludos a tus viejos. No tenés vecinos que te jodan, no tenés que salir a la calle, no tenés que ver a nadie y todavía te pagan. ¿Qué más se le puede pedir a la vida?
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foto 1: calle Esperanza, entre Utopía y Pascacio Báez, barrio Porvenir.
foto 2: vista aérea del barrio (información geográfica de la imm)
Una modesta proposición para prevenir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles al público.
Es un asunto melancólico para quienes pasean por esta gran ciudad o viajan por el campo, ver las calles, los caminos y las puertas de las cabañas atestados de mendigos del sexo femenino, seguidos de tres, cuatro o seis niños, todos en harapos e importunando a cada viajero por una limosna. Esas madres, en vez de hallarse en condiciones de trabajar para ganarse la vida honestamente, se ven obligadas a perder su tiempo en la vagancia, mendigando el sustento de sus desvalidos infantes: quienes, apenas crecen, se hacen ladrones por falta de trabajo, o abandonan su querido país natal para luchar por el Pretendiente en España, o se venden a sí mismos en las Barbados.
Creo que todos los partidos están de acuerdo en que este número prodigioso de niños en los brazos, sobre las espaldas o a los talones de sus madres, y frecuentemente de sus padres, resulta en el deplorable estado actual del Reino un perjuicio adicional muy grande; y por lo tanto, quienquiera que encontrase un método razonable, económico y fácil para hacer de ellos miembros cabales y útiles del estado, merecería tanto agradecimiento del público como para tener instalada su estatua como protector de la Nación.
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Por mi parte, habiendo volcado mis pensamientos durante muchos años sobre este importante asunto, y sopesado maduradamente los diversos planes de otros proyectistas, siempre los he encontrado groseramente equivocados en su cálculo. Es cierto que un niño recién nacido puede ser mantenido durante un año solar por la leche materna y poco alimento más; a lo sumo por un valor no mayor de dos chelines o su equivalente en mendrugos, que la madre puede conseguir ciertamente mediante su legítima ocupación de mendigar. Y es exactamente al año de edad que yo propongo que nos ocupemos de ellos de manera tal que en lugar de constituir una carga para sus padres o la parroquia, o de carecer de comida y vestido por el resto de sus vidas, contribuirán por el contrario a la alimentación, y en parte a la vestimenta, de muchos miles.
Hay además otra gran ventaja en mi plan, que evitará esos abortos voluntarios y esa práctica horrenda, ¡cielos!, ¡demasiado frecuente entre nosotros!, de mujeres que asesinan a sus hijos bastardos, sacrificando a los pobres bebés inocentes, no sé si más por evitar los gastos que la vergüenza, lo cual arrancaría las lágrimas y la piedad del pecho más salvaje e inhumano.
El número de almas en este reino se estima usualmente en un millón y medio, de éstas calculo que puede haber aproximadamente doscientas mil parejas cuyas mujeres son fecundas; de ese número resto treinta mil parejas capaces de mantener a sus hijos, aunque entiendo que puede no haber tantas bajo las actuales angustias del reino; pero suponiéndolo así, quedarán ciento setenta mil parideras. Resto nuevamente cincuenta mil por las mujeres que abortan, o cuyos hijos mueren por accidente o enfermedad antes de cumplir el año. Quedan sólo ciento veinte mil hijos de padres pobres nacidos anualmente: la cuestión es entonces, cómo se educará y sostendrá a esta cantidad, lo cual, como ya he dicho, es completamente imposible, en el actual estado de cosas, mediante los métodos hasta ahora propuestos.
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Me aseguran nuestros comerciantes que un muchacho o muchacha no es mercancía vendible antes de los doce años; e incluso cuando llegan a esta edad no producirán más de tres libras o tres libras y media corona como máximo en la transacción; lo que ni siquiera puede compensar a los padres o al reino el gasto en nutrición y harapos, que habrá sido al menos de cuatro veces ese valor.
Propondré ahora por lo tanto humildemente mis propias reflexiones, que espero no se prestarán a la menor objeción.
Me ha asegurado un americano muy entendido que conozco en Londres, que un tierno niño sano y bien criado constituye al año de edad el alimento más delicioso, nutritivo y saludable, ya sea estofado, asado, al horno o hervido; y no dudo que servirá igualmente en un fricasé o un ragout.
Ofrezco por lo tanto humildemente a la consideración del público que de los ciento veinte mil niños ya calculados, veinte mil se reserven para la reproducción, de los cuales sólo una cuarta parte serán machos; lo que es más de lo que permitimos a las ovejas, las vacas y los puercos; y mi razón es que esos niños raramente son frutos del matrimonio, una circunstancia no muy estimada por nuestros salvajes, en consecuencia un macho será suficiente para servir a cuatro hembras. De manera que los cien mil restantes pueden, al año de edad, ser ofrecidos en venta a las personas de calidad y fortuna del reino; aconsejando siempre a las madres que los amamanten copiosamente durante el último mes, a fin de ponerlos regordetes y mantecosos para una buena mesa. Un niño llenará dos fuentes en una comida para los amigos; y cuando la familia cene sola, el cuarto delantero o trasero constituirá un plato razonable, y sazonado con un poco de pimienta o de sal después de hervirlo resultará muy bueno hasta el cuarto día, especialmente en invierno.
He calculado que como término medio un niño recién nacido pesará doce libras, y en un año solar, si es tolerablemente criado, alcanzará las veintiocho.
Concedo que este manjar resultará algo costoso, y será por lo tanto muy apropiado para terratenientes, quienes, como ya han devorado a la mayoría de los padres, parecen acreditar los mejores derechos sobre los hijos.
Todo el año habrá carne de infante, pero más abundantemente en marzo, y un poco antes o después: pues nos informa un grave autor, eminente médico francés, que siendo el pescado una dieta prolífica, en los países católicos romanos nacen muchos mas niños aproximadamente nueve meses después de Cuaresma que en cualquier otra estación; en consecuencia, contando un año después de Cuaresma, los mercados estarán más abarrotados que de costumbre, porque el número de niños papistas es por lo menos de tres a uno en este reino: y entonces esto traerá otra ventaja colateral, al disminuir el número de papistas entre nosotros.
Ya he calculado el costo de crianza de un hijo de mendigo (entre los que incluyo a todos los cabañeros, a los jornaleros y a cuatro quintos de los campesinos) en unos dos chelines por año, harapos incluidos; y creo que ningún caballero se quejaría de pagar diez chelines por el cuerpo de un buen niño gordo, del cual, como he dicho, sacará cuatro fuentes de excelente carne nutritiva cuando sólo tenga a algún amigo o a su propia familia a comer con él. De este modo, el hacendado aprenderá a ser un buen terrateniente y se hará popular entre los arrendatarios; y la madre tendrá ocho chelines de ganancia limpia y quedará en condiciones de trabajar hasta que produzca otro niño.
Quienes sean más ahorrativos (como debo confesar que requieren los tiempos) pueden desollar el cuerpo; con la piel, artificiosamente preparada, se podrán hacer admirables guantes para damas y botas de verano para caballeros elegantes.
En nuestra ciudad de Dublín, los mataderos para este propósito pueden establecerse en sus zonas más convenientes, y podemos estar seguros de que carniceros no faltarán; aunque más bien recomiendo comprar los niños vivos y adobarlos mientras aún están tibios del cuchillo, como hacemos para asar los cerdos.
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He divagado excesivamente, de manera que volveré al tema. Me parece que las ventajas de la proposición que he enunciado son obvias y muchas, así como de la mayor importancia.
En primer lugar, como ya he observado, disminuiría grandemente el número de papistas que nos invaden anualmente, que son los principales engendradores de la nación y nuestros enemigos más peligrosos; y que se quedan en el país con el propósito de entregar el reino al Pretendiente, esperando sacar ventaja de la ausencia de tantos buenos protestantes, quienes han preferido abandonar el país antes que quedarse en él pagando diezmos contra su conciencia a un cura episcopal.
Segundo, los más pobres arrendatarios poseerán algo de valor que la ley podrá hacer embargable y que les ayudará a pagar su renta al terrateniente, habiendo sido confiscados ya su ganado y cereales, y siendo el dinero algo desconocido para ellos.
Tercero, puesto que la manutención de cien mil niños, de dos años para arriba, no se puede calcular en menos de diez chelines anuales por cada uno, el tesoro nacional se verá incrementado en cincuenta mil libras por año, sin contar el provecho del nuevo plato introducido en las mesas de todos los caballeros de fortuna del reino que tengan algún refinamiento en el gusto. Y el dinero circulará sólo entre nosotros, ya que los bienes serán enteramente producidos y manufacturados por nosotros.
Cuarto, las reproductoras constantes, además de ganar ocho chelines anuales por la venta de sus niños, se quitarán de encima la obligación de mantenerlos después del primer año.
Quinto, este manjar atraerá una gran clientela a las tabernas, donde los venteros serán seguramente tan prudentes como para procurarse las mejores recetas para prepararlo a la perfección, y consecuentemente ver sus casas frecuentadas por todos los distinguidos caballeros, quienes se precian con justicia de su conocimiento del buen comer: y un diestro cocinero, que sepa cómo agradar a sus huéspedes, se las ingeniará para hacerlo tan caro como a ellos les plazca.
Sexto: esto constituirá un gran estímulo para el matrimonio, que todas las naciones sabias han alentado mediante recompensas o impuesto mediante leyes y penalidades. Aumentaría el cuidado y la ternura de las madres hacia sus hijos, al estar seguras de que los pobres niños tendrían una colocación de por vida, provista de algún modo por el público, y que les daría una ganancia anual en vez de gastos. Pronto veríamos una honesta emulación entre las mujeres casadas para mostrar cuál de ellas lleva al mercado al niño más gordo. Los hombres atenderían a sus esposas durante el embarazo tanto como atienden ahora a sus yeguas, sus vacas o sus puercas cuando están por parir; y no las amenazarían con golpearlas o patearlas (práctica tan frecuente) por temor a un aborto.
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Declaro, con toda la sinceridad de mi corazón, que no tengo el menor interés personal en esforzarme por promover esta obra necesaria, y que no me impulsa otro motivo que el bien público de mi patria, desarrollando nuestro comercio, cuidando de los niños, aliviando al pobre y dando algún placer al rico. No tengo hijos por los que pueda proponerme obtener un solo penique; el más joven tiene nueve años, y mi mujer ya no es fecunda.
...el Oeste montevideano es vasto y diverso.
Comienza con algo de eso que decís,
De jardines y calles de amplias arboledas,
Pero más al Oeste se vuelve proletario, malevo, pobre (hacia los arroyos)
y también ranciamente aristócrata por momentos.
Lleno de Utopías llorosas como los eucaliptus y los sauces.
Rutas, accesos violentos de miserias,
Injusticias ardientes y lugares misteriosos, lascivos, terribles y hermosos.
Puentes, los más lindos y abyectos
-Especialmente proclives al crimen
y a la busqueda de la felicidad.
Y aún a ambas cosas a la vez-
Encuentra el Abandono y Cementerios altos, la Bahía.
Una fortaleza con cañones, ranchos, bosques, playas y field de golf.
Hay raza: india, negra y otras aún distintas.
Lastimosamente pobre y precario.
Y aún bellas jóvenes de orgulloso, fértil vientre.
Solidamente voluptuoso,
mansiones de presidentes y alquimistas,
Villas casi italianas, quintas.
Mujeres de bronce y Hombres de trigo.
Estoicamente triste, lacrimoso, esperanzado y desesperado.
Iglesias y Terreiros.
Padre del fracaso y Madre del futuro.
Quizás.
Y árboles hermosísimos.
Como el de ahí, a tus espaldas.
Campo luego, la via del ferrocarril...
foto 1: vista de la bahía desde el Cerro (calle Barcelona).
foto 2: vista del Cerro e isla del Bizcochero desde "La isla" (La Teja).
foto 3: deriva sobre mapa de Capurro y La Teja propuesta por jntkdvr.
Voy a tomarme un Copsa en la terminal de Río Branco. En el bondi que agarra por Colonia paso por el BPS, por la explanada esa, y veo que alambraron todo con postes de hormigón y alambre de púa. Misterioso, inconcebible, atroz, retrógrado, empobrecedor, decadente, inseguro, monstruoso, inhumano, aunque sea transitorio.
El plan de movilidad urbana es el cuento chino más caro del mundo, hasta ahora sólo ha servido para tener boletos más grandes y ensuciar más.
Me bajo en el extremo fétido de la ciudad, voy hacia la terminal. Atravieso la bajada podrida, los palacios en ruinas habitados de hombres-rata, las casas de repuestos, los muebles para las putas de 18. Hay un cartel pegado en uno, piden minas para laburar y un teléfono.
Todo pasó en 30 segundos. Un pelado de lentes negros en el asiento del acompañante deja caer una pelota de papel blanco al asfalto. Después una gorda culona deja caer un vaso de plástico blanco antes de subir al 7E11 Lagomar. Otra gorda que espera un no sé qué con destino a la concha de su madre deja caer otro papel arrugado. Lo que más me impresiona es como "dejan caer", no lanzan. Es como un disimulo, como un desgano, como secretando algo abyecto.
El bondi agarra por Paysandú, perpendicular a la pendiente hacia la bahía, esas calles cortitas a la altura del Cordón, la proa increíble de Barrios Amorín, la escalerita de Hermano Damasceno que termina en el ibirapitá florecido, Piedra Alta... Veo de lejos la cúpula de la iglesia de la Aguada, los ladrillos del Sagrada Familia y la linterna del palacio, blanca y espectral, todo como si fuera otra ciudad, otro tiempo.
Kncr crew llegó a La Blanqueada para darle una fuerza a Nacional. Hay un par de murales en Av. Italia y Sambucetti y otro en Garibaldi e Ibirapitá usando la gama tricolor. Aclara una leyenda: manya puto. Interesante híbrido entre mural y grafiti deportivo que, la verdad, no me cae bien. Pero a la vista de los resultados, es un ejemplo de la influencia benéfica del arte callejero.
Atención (aunque igual no pasa nada): la zona de Av. Italia y Gallinal se transformó en otro descontrol urbano, edificios completamente fuera de altura destrozaron uno de los territorios más atractivos, esas laderas únicas. La zona del arroyo que termina en el Molino de Pérez se puso fea fea de Rivera para arriba. Parte de la hecatombe del Este.Es la acción incesante y mancomunada del profesional arquitecto, de la especulación inmobiliaria y de la desidia de la intendencia. Pero nunca escuchamos el lamento de un arquitecto en cuestiones urbanas o edilicias porque el arquitecto es el bicho más corporativo que hay, más que los médicos, más que los funcionarios del INAU. Acá y en Dubai.
Unas cuadras más adelante, cruzando Av. Italia, hay un taller, "El rey del lubricante", escrito en letras góticas. Un flaco de mameluco sale a la puerta, se recuesta y, más o menos disimuladamente, da vuelta la cabeza para ver a una flaca muy linda, fuerte, ancas poderosas, que camina hacia el Norte, hacia el unico edificio de la zona que se alza como último vestigio de una falsa civilización (para arriba está Camino Carrasco).
Soy adicto a las publicaciones barriales gratuitas, las leo de punta a punta. Ahora estoy siguiendo Tiempos del Sur, no barrial, más pro(fesional) que se distribuye en los Redbrou. Me hice adicto en particular a la columna de Maikol Píriz, un plancha que me divierte, la última sobre un encuentro sobrenatural con Julio Ribas.
Me gustan los autores que pueden hablar como otros, que son imitadores, porque a mí me resulta imposible, nunca puedo dejar de ser yo. Aunque a lo mejor el Maikol es más parecido al Maikol de lo que creo.
Si el flaco es el rey del lubricante, qué sería la flaca?
Cuando agarro por Avenida de las Américas digo "qué cagada que no va por Gianattasio". Si hubiera agarrado por Gianattasio habría dicho: "qué cagada que no agarró por la Interbalnearia". No sé qué es peor.
El plan de movilidad urbana es el cuento chino más caro del mundo. Como me observó jk, también se proyecta el ensanche de Garzón mientras corre una vía de tren paralela que no está contemplada en absoluto en el Plan de Movilidad Urbana, ese cuento chino.
Me llegó recién este spam fantástico e indescifrable: Subject: lounnging resorted loyal blusher. Y el mensaje: hallellujahs thermostat zoography preoxidized ¿Cómo se puede llegar tan lejos? Ya es parte de mi colección de spam.
"La historia es que ahora el Yona conoció a una de las ex "chin chin" de Cacho Bochinche y anda quebrando todo el día con ella. ¡Pero dejá a esa cheta pisabarro, que se hace la linda y vive en el cante! Yo ya le estoy comiendo la oreja con el cuento de que soy amigo del enano Fermín y en cualquier momento te soplo la Chichi, pelao. Vas a quedar cantando pajarito amarillo con Pelusita PAN TRISTE!!! Y no te me pongás corte rottweiler, porque tengo una foto de la Lali (el trava de bulevar) bañándose en tu casa, en cualquier momento prendo la tuba y quemo todo. Dejá de pensar que salís con una chin chin, que ése es el de las marionetas con peluca". ("La respuesta de Dios a Julito" en El Rincón de Maikol Píriz, Tiempos del Sur, n16, 20-6 de febrero 2009).
Siempre pienso que los autores que pueden hablar como gente distinta a uno son buena gente, si es que Maikol no es tan Maikol. Una persona que puede imitar a otra sabe escuchar, sabe ponerse en su lugar, sabe cómo piensa y qué siente.
Reviso la obra de Carlos Martínez Moreno, capaz de hablar por gente que no sabía hablar, principalmente en Tierra en la boca, que empieza con el asesinato de un sereno de una carnicería por dos lúmpenes por dos pesos. La novela es la huida por una Montevideo tan decadente como la que veo desde el Copsa, esa cosa visionaria que tiene también el "Carlos" de Handler.
Avenida de las Américas. Toda esa urbanización para nuevos ricos alrededor del lago. Por ahí viven Paco Casal y Fasano. Son mansiones levantadas de las peores revistas hechas por arquitectos que pasaron por esa facultad que está en Bulevar y Bulevar. Las MacMansions abarcan todo lo que da el terreno, hasta el borde con el otro padrón, en una competencia para ver quién la tiene más grande. Las MacMansions fueron la mecha que encendió la crisis financiera de Estados Unidos y por lo tanto del mundo. Mirando esas casas berretas y caras me siento como mirando sociales de Galería, ese bronceado pasado de rosca, ese gimnasio de último momento, ese implante a la vista.La opulencia puntual de estas casas es el detalle atroz de la pobreza urbana. Las ciudades pobres tienen hipertrofia de espacios privados y atrofia de servicios públicos, cuatro aires acondicionados por balcón (la calefacción central dejó de funcar hace tiempo porque los vecinos se pelean) y las 4x4 deshacen las veredas. Los huskies bañados y secados con secador sólo cagan en las veredas desechas y en las plazas secas, para eso están. El único ámbito público que no se atrofia son las cárceles. Lo que me interesa y admiro de Carlos Martínez Moreno son dos cosas: que es un gran escritor y que le interesaba Montevideo. La describe de una manera tan vívida. La ve. Toda la primera parte de El paredón (bastante despareja, pero con grandes momentos) es una descripción de esquinas, bares y fondas donde el tipo habla hasta de lo que se comía. A veces es como escuchar a mi viejo, las mismas obervaciones, la misma jerga generacional.
Hablo por skype con un amigo español. Me cuenta que vuelve de pasear a la perra, Hank, por un campo de maíz ahí cerca. Le pregunto si no era que vivía en la ciudad. Sí, me dice, pero en el borde. Y donde termina la ciudad empieza el campo.Acá no, le digo, acá es distinto, acá tenemos barrios jardines y, ultimamente, asentamientos. Por eso no tenemos ni ciudad ni acceso al campo.
También tenemos Ciudad de la costa, esa anti-ciudad.
El bondi va hasta las bolas y el cartel cínico: "34 pasajeros parados". Dejemos de lado el asunto del mate y el termo de la multitud pobre y drogada con Canarias. La cuestion es que nunca nadie le da el asiento a una mina con un pibe en brazos, nunca jamás. Es peor, los que están sentados se miran entre ellos, en el fondo avergonzados, pero más que nada avergonzados de levantarse y ofrecer el asiento. Es como una antisocialidad consciente y militante, como un estado del alma, como un odio. Es la ideología antiurbana. La única persona sentada que le dice algo a la madre parada con el pendejo es otra madre con otro pendejo: "Yo me bajo en Marindia", le dice.
Algunos otros bonitos subjects de mi colección de spam: So huge it´s like a vibrator. Rigid and stiff manhood is just one tablet away. Let your zip feel tension. Larger than a python. Give your bomb longer timer. Put your sword in her scabbard. I put my 9 inch manmeat in her. Make your hose's radius great. Put your doughnut in her oven. Give her serious bombing. 6 inches even when flaccid.
"La crónica narraba el caso de un novillo moribundo al que la gente --mujeres y niños por delante, hombres cerrando filas tras ellos-- había tumbado a pedradas. La lucha entre los troperos y aquella turba de cuchillos en ristre había sido breve y concreta. En menos de cinco minutos, mientras la pedrea arrinconaba a los reseros contra las alambradas, y los reducía a luchar con sus mismos caballos despavoridos, la pululación de los ranchos, danzando vertiginosamente en torno al novillo caído, lo había mondado hasta la osamenta. Varias decenas de presos en los juzgados, varios testigos de ese subsuelo miserable de la ciudad, eran los agonistas de aquella suerte de ballet siniestro de azadas, picos y cuchillos, de cuervos sobre la carnaza fría y caliente. (Carlos Martínez Moreno, El paredón, 1962).
El Plan de Movilidad Urbana es el cuento chino más caro del mundo. ¿Alguien nos explicó por que es necesario un plan de movilidad urbana? Porque el sitio de la intendencia es una cripta, ni buscador tiene.
Los comerciantes de Gral. Flores se organizaron contra el ensanche de la preciosa avenida, resultado del plan de movilidad, y es lógico. Eliminar veredas es obra de la ignorancia. Pero sólo trascendió como una movida liderada por la colorada Glenda Rondán.
Unos vecinos de Carrasco se organizan para que no fraccionen y vendan un parque público en el barrio, pero sólo trascendió como una movida de pitucos al pedo.
La ciudad no es un tema en el mundo tomado por la ideología antiurbana, que privilegia la organización de los vecinos de Pando para bajar la edad de la ley de imputabilidad, para que los pendejos vayan en cana a los 13 años, "como en Inglaterra", dice la comerciante en el informativo.
La inseguridad es el tema favorito de la ideología antiurbana, porque es funcional a la destrucción de la confianza en los desconocidos, que es la base del funcionamiento urbano. Para la ideología antiurbana todo otro problema urbano es asunto de viejas cotorrudas. Y quejarse de los soretes en la vereda es de trolo, es más, parece que fueron los trolos que empezaron a quejarse de esto (ver Milk, de Gus Van Sant, muy floja).
La inseguridad y la violencia urbana funcionan de acuerdo con el mismo mecanismo de las enfermedades autoinmunes, pero a una escala mayor. El cuerpo no se reconoce y se ataca a sí mismo. Así opera la naturaleza dadas determinadas circunstancias, a grandes y pequeñas escalas aplicando el mismo patrón de comportamiento. La ideología es algo poderoso y nocivo que permea hasta calar el hueso. La ideología antiurbana tiene cuatro ruedas y se reproduce en pantallas como la peste. Causas principales de la ideología antiurbana (Jane Jacobs):
1. La destrucción de la estructura familiar por la exacerbación del consumo individual. 2. La autorregulación de las profesiones liberales. 3. La distancia u opacidad entre el pago de impuestos y los beneficios recibidos. 4. El credencialismo educativo (educar sólo para conseguir un título, sólo para acceder al mercado de trabajo) 5. La desaparición del pensamiento científico del ámbito de la vida cotidiana.
Todo otro problema, crisis ambiental, racismo, xenofobia, etc. etc. son el resultado de estos cinco puntos. Conclusión: Dark Age Ahead (Jane Jacobs).
"Y eso era también --el director del diario no lo había aprobado desde el principio, pero había acabado por reconocerlo-- Montevideo, esta Montevideo madre cruel, esta ciudad holgada de los rotundos burgueses, esta ciudad novelera del tesoro garibaldino arañado bajo el mausoleo de los héroes, esta ciudad-calcomanía de bañistas bruñidos de agua y sol, esta ciudad trampeada de las angostas y oscuras canteras de mugre, esponjadas en busca de cucharillas de plata, de alambres y de papeles ardidos" (ídem anterior). El spam, los trolls, la violencia inusitada en los comentarios de las noticias de prensa son otra visualización del organismo urbano que busca destruirse a sí mismo. Es la ideología antiurbana que actúa desde nosotros y contra los otros sin movernos del asiento, sin caminar por la calle y sin vernos, sin querer saber quiénes somos. La ideología antiurbana va más lejos, impide defenderse de la ideología antiurbana. Impide por ejemplo moderar un blog o un sitio de noticias por un pudor indescriptible, impide que el chofer del Copsa lo saque del forro del orto al mongólico sentado en el primer asiento, impide que le digamos a la gorda que tira el papel al suelo que se vaya a la concha de su madre, que es donde efectivamente vive.
La ideología antiurbana crea fascistas, una multitud de fascistas, activos y pasivos: desde los lúmpenes hasta los oligarcas, que se creen superhombres. Su motto: "merezco ser millonario y no trabajar". Por debajo de eso todo es frustración y odio. El odio con una sonrisa, el odio con un chiste, con un juego de palabras, con un espectáculo.
"A dedo no", cantan los bobos alegres del espó de la Pesi.
Eran las 2 AM, que es cuando más me gusta volar, cuando vuelvo a casa. A esa hora selecciono extrasensorialmente mis sonidos favoritos: las operadoras de los radiotaxis, los programas esotéricos de la radio, todas las tandas, los chistes de Landriscina, Corona y Capablanca, hasta los gritos ridículos de los evangelistas. Como en un paisaje interminable y profundo, oigo los timbres en las casas de huéspedes, los relojes de cocina, las canillas goteando.
Yo volaba escuchando todo esto hasta que me perdí en el éter, física y mentalmente, y estuve un rato así, como inconsciente. Entonces hice lo que hacía siempre. Doblé y volé hacia arriba repentinamente, con el puño en alto para cortar la humedad del aire, hasta que la mano empezó a congelarse y yo empezaba a respirar al doble de la velocidad por la falta de oxígeno. Entonces miré hacia abajo para orientarme.
Tomé como referencia el agujero negro gigante que es el Mercado Agrícola y sus inmediaciones, donde tantas veces tuve que intervenir directamente ante la solicitud de las fuerzas del orden, otras tantas para limitar sus excesos. Mi trabajo es difícil: soy superhéroe pero no puedo con todo.
Me fui dejando caer hacia Villa Muñoz, como siempre me gustaba hacerlo: en una curva amplia y progresivamente cerrada, hasta rematar en un giro violento que me dejó suspendido y vertical, a dos centímetros del piso, sobre el balconcito ochavado del apartamento de María Morena. Estuve unos segundos flotando y luego me posé sin un solo ruido —apenas el tremolar de la capa— sobre las baldosas del monolítico.
La luz del cuarto estaba prendida. Golpée el vidrio, pero nada.
A lo mejor estaba en el baño.
Pasé por arriba de la azotea hasta el pozo de aire y me acerqué a la banderola, de donde llegaba un vaho con olor a champú y al desodorante que usaba ella, se había bañado recién. Pero el baño estaba a oscuras, María Morena no estaba en la casa.
Desde el fondo del pozo de aire subía un aire frío con olor a tuco y caño, como a guiso recalentado, que consideré una señal funesta.
Seguramente estaba en el cyber de General Flores. Pero ya no podía usar mi percepción extrasensorial porque estaba agotado. Revolotée de una, hasta el cruce con Bulevar y quedé un rato suspendido, a unos treinta metros de altura, justo en el medio del cruce.
Estuve rígido ahí, como una estaca, como un símbolo, y luego me acerqué a una esquina bajando entre dos plátanos y agarrando la capa con las manos para no enredarme con las ramas.
El cyber hervía de gente y antes de entrar metí la capa por adentro del pantalón para no quedar pegado. Adentro olía mal.
Al fondo, iluminada de rojo por el monitor, chateaba María Morena.
Como si estuviera esperando a que yo entrara, no se inmutó al verme y siguió tecleando. No avancé, porque tampoco había lugar al lado de ella. Ella sabía que yo estaba ahí, no había nada que decir.
Compré un par de alfajores negros en la caja y empecé a comer uno mientras esperaba. Fue una mala idea, porque tenía la boca seca.
Al rato se levantó incómoda. Empujó a dos pibes que miraban porno, pasó al lado mío sin saludar, salió a la calle y se quedó parada con los brazos cruzados dándome la espalda. Pagué los diez minutos de chat y salí.
La tomé en brazos y volamos hasta el balcón. En todo el camino no me habló una palabra, miraba para otro lado. Estaba irritada y molesta y yo sabía porqué: hacía dos semanas que esperaba una respuesta mía a su ultimátum: la justicia social o ella. Y yo había elegido por ella, yo venía a decírselo. Pero era tarde.
En el cuarto saqué el otro alfajor y se lo di.
Ella lo agarró y lo tiró arriba de la cómoda y se volvió a cruzar de brazos. Quise envolverla en la capa, tirarnos envueltos en la cama como hacíamos siempre, pero se resistió. Yo insistí y me pegó unos bifes.
La agarré de los brazos, pero después di unos pasos atrás, porque estaba lastimándola. Usaba mis superpoderes sin darme cuenta.
Entonces me lo dijo, que no daba para más, que efectivamente ya no me quería, que habría querido quererme, pero que no podía. Me dijo más: que a esa altura le resultaba un superhéroe infumable.
Le dije que no le creía.
Entonces me clavó el cuchillo: me dijo que había conocido a otra persona.
Hice mal en reírme, pero fue de los nervios. Le pregunté quién era.
“Averigualo vos —me dijo— si sos tan telépata”, y se dio vuelta.
Fue la última vez que le vi la cara.
Me puse los dedos en las sienes y empecé a mirar en su mente. Entonces pude ver, surgiendo de la exhuberante selva mental de María Morena, al banana de Super Xangó.
Tuve una mezcla de furia y tristeza, de desesperación y resignación, que al final terminó con un malestar estomacal.
Le vomité todo el distribuidor, después quedé recostado contra una pared, luego fui deslizándome lentamente hasta quedar sentado en el piso.
Mientras caía, me iba viendo en el espejo del comedor: las manos agarradas a la cabeza, mi gran "a" plateada, arrugada sobre el pecho, la capa que iba quedando pegada contra una mancha de humedad en la pared.
Con mis últimas fuerzas me levanté, floté unos segundos delante de ella sin poder mirarla y salí al aire de la noche, en vuelo rasante, esquivando unas antenas de teléfonos móviles.
Zaratustra ha visto muchas tierras y muchos pueblos: de esta forma ha descubierto el bien y el mal de muchos pueblos. Zaratustra no ha encontrado poder mayor sobre la tierra que el bien y el mal.
No hay pueblo que pueda vivir sin evaluar, pero si quiere sobrevivir no debe evaluar como lo hace su vecino.
Mucho de lo que parece bueno para unos parece vergonzoso y desgraciado para otros: esto fue lo que encontré. Encontré que mucho de lo que era llamado como el mal, en otro lado se le rendía honor.
Un vecino nunca entendió al otro: su alma siempre fue sorprendida por la locura y la maldad del otro.
Niche
Canta bajo la lluvia
alguien, alguien sin nadie
te oye llorar de noche
cuando de tu alma sangras.
Ya no me mires así
¿y para qué vivir
si ya no tienes fe
en tu hermano
al que no amas ya?
Ya no me digas qué se siente.
Si no se cambia hoy
no se cambia más
y tus hijos sabrán
que vendiste tu amor
que vendiste tu amor.
Juega, juega que el tiempo huye
y cámbiame por una mosca
vierte, vierte tu lágrima
sobre la absurda suerte
y ya no me mires así.
Si no se cambia hoy
ya no se cambia más
y tus hijos sabrán
que vendiste tu amor.
¡Ya no me digas qué se siente
al atravesar la eternidad
sin una gestión
desde tu corazón!
Tu sombra da contra el muro
al que quiebras
en múltiples ecos
y acércate
y ahuyentarás
el desastre de mi alma que sueña.
Bebe, bebe desde el columpio
el agua de la miseria
y saca, saca de los que sufren
y quema la cruz, tan ciego
sólo eres esclavo del poder
¿y para qué vivir
si ya no tienes fe
en tu hermano
al que no amas ya?
--
"Agua de la miseria"
Luis Almirante Brown
Digo lo que miré en el primer día del milenio tercero de nuestra era.
Vi una puerta abierta y entré y vi la ciudad... y sí era distinta desde luego, más populosa, columpiándose en el abismo, y video-clips que exhortaban a las parejas a la bendición demográfica de la esterilidad. Y había signos de plagas, muerte, llanto y hambre. Y había más protestas y territorios liberados y territorios ocupados, más hartazgo y más resignación. Y vi de reojo a la Bestia con sus siete cabezas y diez cuernos. Y la gente le aplaudía y le tomaba fotos y videos, y grababa sus declaraciones exclusivas, mientras con claridad que habría de tornarse borrosa, llegaba a mí el conocimiento postrero: la pesadilla más atroz es la que nos excluye definitivamente.
Recuerdo las tres veces en que percibí Montevideo desde afuera. Yo no venía del interior del país, sino del exterior. Y no recuerdo el orden exacto en que tuve estas percepciones, tan claras, quizá porque la memoria se encarga aquí de desordenar todos los recuerdos, alucinada por un pasado que se recuesta en la rambla todas las mañanas a esperar un barco llegar en un futuro inconcebible.
Quienes viven aquí dicen que la ciudad atraviesa un período de ruindad física y melancólica. Pero sospecho que viene guardando esta ruindad y melancolía desde su fundación por unos canarios urgidos ante la llegada tarde de sus paisanos españoles (que llegaban después de los portugueses) al mismo Paraná Guazú, ese río grande como mar donde se lamían, y aún se lamen, las lenguas marrones, verdes, plateadas y violetas del agua crepuscular del mundo.
La primera vez que vi la ciudad desde afuera, quizá en un taxi, iba hacia el Sur por esa calle fresca y tupida de Pocitos que es Gabriel Pereira. Y en una de las tantas transversales que le salen oblicuas (porque la oblicua es Pereira) lo vi todo de pronto: la coronación alta y espumosa de los plátanos, una fila más alta y lejana de tipas oscuras, unas palmeras anunciando playas y una calle del ancho exacto de una calle.
Unos cachos de sol caían entre el follaje y entraban en zaguanes haciéndose arcoiris en los biseles y constelando los escalones de mármol que todavía suben en mi recuerdo permitiéndome, por un instante, hacerme cargo de todos los recuerdos de mi infancia y de todos los recuerdos de la infancia de mi viejo y de todos los recuerdos de mi abuelo y así, hasta la fundación del Sur espiritual.
Pero esta introspección, súbita y fugaz, era provocada por la sensación, paradójicamente táctil, de no haber nacido allí: todo era paisaje y emoción, contemplación liberada por todo lo que permite una vida extranjera para darnos a cambio una sonrisa ingenua, la renovación del amor quizá, el eco de lo que dijimos hace tanto tiempo que ya no reconocemos la voz nuestra. Y pensé que sería una linda ciudad donde vivir.
Luego entendí que Montevideo era una ciudad imaginada en los tiempos en que se imaginaban ciudades perfectas en futuros perfectos por unos habitantes que no comprendieron que la utopía sólo puede existir en el presente. Por lo menos así lo había dicho Moro.
Un dato importante de esta visión primera: fue en verano, la mejor estación para visitar la ciudad, pese a los que insisten en decir que la melancolía es invernal, como si la gloria no tuviera atardeceres, como si el olvido no fuera dorado. Si algo identifica a Montevideo en su mejor momento, y el mío junto a ella, es la gran tarde de su estío, cuando el cielo estalla en sangre y esmeralda y la gente va subiendo mansa con la cerveza de a litro en una mano y la silla playera en la otra chancleteando a casa.
Y va llegando con la brisa del mar, mientras salen los vecinos a sentarse en la vereda en playeras iguales y se saludan entre ellos de una vereda a la otra en una propagación que abarca la ciudad. Y se quejan y se ignoran y se ríen y hacen asados en la calle y calientan lonjas y sacrifican un gallo negro y otro blanco al caer la noche y prenden velas.
Y más al norte, unos flacos del Prado (o Belvedere o Sayago) van llenando la mochila de pinturas para trepar como arañas y grafitear los infinitos techos de pizarra de la estación central de trenes, abandonada y sola como una antigua nave espacial hecha chatarra.
La segunda vez que vi Montevideo desde afuera venía en el avión que llegaba de Aeroparque. La fui atravesando toda hasta bajar en Carrasco después de unas turbulencias feroces, los gritos de unos pasajeros, la azafata que cayó contra un respaldo mientras caminaba, aerosol en alto, pulverizando los males del mundo exterior.
Luego la quietud, el Sur silente, las puntas de los eucaliptus y los jardines aún más oscuros por debajo. Más lejos, las cúpulas gemelas, gigantes y mohosas del Hotel Carrasco, la playa ancha y el mar sepia de un balneario aristocrático conservado en ámbar prehistórico.
En el bondi al Centro me recuperaba de los baches del puente aéreo y el alma me volvió al cuerpo con el sol de frente. Los juncales de Camino Carrasco se fueron armando alrededor mío con las guitarras de Zitarrosa que acompañaban a una canción de Zitarrosa cantada por Zitarrosa y el chofer parecía que escuchaba la radio mientras agarraba el volante con los brazos abiertos, ni triste ni feliz: serio.
Yo pensaba en los misterios atmosféricos y en su determinación sobre el carácter y la imaginación de los pueblos y entonces vi, allá adelante, a la ciudad como viviendo por abajo de un campo de fuerza, inmune por completo a las fuerzas del mal y del bien.
Pensé en Ducasse, en ese nativo sin rostro, haciendo estallar las rocas de esta costa en espuma y niebla cada noche, haciéndolas volar en gaviotas y murciélagos, haciéndolas vibrar en luces malas y bordonas de guitarras negras.
La tercera vez que vi Montevideo desde afuera también llegaba desde Buenos Aires. Pero esta vez volví por el río.
Puedo venir desde cualquier lugar del mundo (Brooklyn, Estocolmo, Macchu Pichu o Bagé) que no existe impresión comparable a la primera visión de Montevideo llegando desde Buenos Aires. Porque veo su quietud, su desgano repentino, su orgullo cínico y cómico, su renuncia a esa utopía reproducida en todas esas fotos antiguas que adornan sus McDonalds, su renuncia a ser la prodigiosa, la empleada del mes.
Llegaba en el ferry puerto-a-puerto porque venía de un tiempo largo sin verla, tenía algo de guita y ganas de ver gente. Pero sobre todo porque quería confirmar lo que un amigo me había dicho: “ver la ciudad emergiendo del agua es alucinante”.
Era también un atardecer transparente iluminado de lleno por el sol de la tarde y entonces vi, con regular velocidad, lo que había anunciado la profecía de mi amigo, porque la vi nacer marrón de un mar marrón, como hecha de su barro, como solidificación imperfecta de una fantasía.
La vi pesada y flotante, desvanecida y persistente como un decorado indestructible, como esculpida en roca, como elegida y olvidada por el delirio de alguien. Como la obra de un fanatismo alquímico o masón o de cualquier otra secta, atea ante todo. Porque yo no estaba ante la Jerusalen celeste ni ante la Babel pecaminosa, sino ante Montevideo.
Y a medida que el sol bajaba, la ciudad crecía y se iban oscureciendo las calles y las ventanas y los techos, porque viniendo desde Buenos Aires lo primero que se ve es Ciudad Vieja, que es la plaza financiera y administrativa, y el barrio muere con el día porque la gente la abandona y nadie enciende una lámpara.
Hay ciudades que se cuentan y se vanaglorian escribiendo sus propios libros. Pero éste no es el caso de la ciudad de la gran novela inacabada (quizá nunca empezada), del interminable manual de historia, todo hecho de llamadas a pie, de la antología de todos los poetas suicidas del mundo, de la última carta de los suicidas que no fueron poetas.
Será porque nadie ha hecho de esta ciudad su universo con sus dioses que, sólo aquí, toda la filosofía de la humanidad vuela viva adentro de una bolsa vacía flotando en las alturas rumbo a la cresta blanca de la Antártida. Pero Montevideo sería incluso más que eso si conociéramos algo del indiferente espíritu que la anima, si supiéramos, al menos, qué quiere decir su nombre indescifrable y perfecto.
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Dedicado a irina, el y al warren, robertö, sokon matsumura, fer, sissi, sigmur, agustín acevedo kanopa y zeta.