Friday, July 11, 2008

Perdido en la ciudad perdida

Recuerdo las tres veces en que percibí Montevideo desde afuera. Yo no venía del interior del país, sino del exterior. Y no recuerdo el orden exacto en que tuve estas percepciones, tan claras, quizá porque la memoria se encarga aquí de desordenar todos los recuerdos, alucinada por un pasado que se recuesta en la rambla todas las mañanas a esperar un barco llegar en un futuro inconcebible.
Quienes viven aquí dicen que la ciudad atraviesa un período de ruindad física y melancólica. Pero sospecho que viene guardando esta ruindad y melancolía desde su fundación por unos canarios urgidos ante la llegada tarde de sus paisanos españoles (que llegaban después de los portugueses) al mismo Paraná Guazú, ese río grande como mar donde se lamían, y aún se lamen, las lenguas marrones, verdes, plateadas y violetas del agua crepuscular del mundo.

La primera vez que vi la ciudad desde afuera, quizá en un taxi, iba hacia el Sur por esa calle fresca y tupida de Pocitos que es Gabriel Pereira. Y en una de las tantas transversales que le salen oblicuas (porque la oblicua es Pereira) lo vi todo de pronto: la coronación alta y espumosa de los plátanos, una fila más alta y lejana de tipas oscuras, unas palmeras anunciando playas y una calle del ancho exacto de una calle.
Unos cachos de sol caían entre el follaje y entraban en zaguanes haciéndose arcoiris en los biseles y constelando los escalones de mármol que todavía suben en mi recuerdo permitiéndome, por un instante, hacerme cargo de todos los recuerdos de mi infancia y de todos los recuerdos de la infancia de mi viejo y de todos los recuerdos de mi abuelo y así, hasta la fundación del Sur espiritual.
Pero esta introspección, súbita y fugaz, era provocada por la sensación, paradójicamente táctil, de no haber nacido allí: todo era paisaje y emoción, contemplación liberada por todo lo que permite una vida extranjera para darnos a cambio una sonrisa ingenua, la renovación del amor quizá, el eco de lo que dijimos hace tanto tiempo que ya no reconocemos la voz nuestra. Y pensé que sería una linda ciudad donde vivir.
Luego entendí que Montevideo era una ciudad imaginada en los tiempos en que se imaginaban ciudades perfectas en futuros perfectos por unos habitantes que no comprendieron que la utopía sólo puede existir en el presente. Por lo menos así lo había dicho Moro.
Un dato importante de esta visión primera: fue en verano, la mejor estación para visitar la ciudad, pese a los que insisten en decir que la melancolía es invernal, como si la gloria no tuviera atardeceres, como si el olvido no fuera dorado. Si algo identifica a Montevideo en su mejor momento, y el mío junto a ella, es la gran tarde de su estío, cuando el cielo estalla en sangre y esmeralda y la gente va subiendo mansa con la cerveza de a litro en una mano y la silla playera en la otra chancleteando a casa.
Y va llegando con la brisa del mar, mientras salen los vecinos a sentarse en la vereda en playeras iguales y se saludan entre ellos de una vereda a la otra en una propagación que abarca la ciudad. Y se quejan y se ignoran y se ríen y hacen asados en la calle y calientan lonjas y sacrifican un gallo negro y otro blanco al caer la noche y prenden velas.
Y más al norte, unos flacos del Prado (o Belvedere o Sayago) van llenando la mochila de pinturas para trepar como arañas y grafitear los infinitos techos de pizarra de la estación central de trenes, abandonada y sola como una antigua nave espacial hecha chatarra.

La segunda vez que vi Montevideo desde afuera venía en el avión que llegaba de Aeroparque. La fui atravesando toda hasta bajar en Carrasco después de unas turbulencias feroces, los gritos de unos pasajeros, la azafata que cayó contra un respaldo mientras caminaba, aerosol en alto, pulverizando los males del mundo exterior.
Luego la quietud, el Sur silente, las puntas de los eucaliptus y los jardines aún más oscuros por debajo. Más lejos, las cúpulas gemelas, gigantes y mohosas del Hotel Carrasco, la playa ancha y el mar sepia de un balneario aristocrático conservado en ámbar prehistórico.
En el bondi al Centro me recuperaba de los baches del puente aéreo y el alma me volvió al cuerpo con el sol de frente. Los juncales de Camino Carrasco se fueron armando alrededor mío con las guitarras de Zitarrosa que acompañaban a una canción de Zitarrosa cantada por Zitarrosa y el chofer parecía que escuchaba la radio mientras agarraba el volante con los brazos abiertos, ni triste ni feliz: serio.
Yo pensaba en los misterios atmosféricos y en su determinación sobre el carácter y la imaginación de los pueblos y entonces vi, allá adelante, a la ciudad como viviendo por abajo de un campo de fuerza, inmune por completo a las fuerzas del mal y del bien.
Pensé en Ducasse, en ese nativo sin rostro, haciendo estallar las rocas de esta costa en espuma y niebla cada noche, haciéndolas volar en gaviotas y murciélagos, haciéndolas vibrar en luces malas y bordonas de guitarras negras.

La tercera vez que vi Montevideo desde afuera también llegaba desde Buenos Aires. Pero esta vez volví por el río.
Puedo venir desde cualquier lugar del mundo (Brooklyn, Estocolmo, Macchu Pichu o Bagé) que no existe impresión comparable a la primera visión de Montevideo llegando desde Buenos Aires. Porque veo su quietud, su desgano repentino, su orgullo cínico y cómico, su renuncia a esa utopía reproducida en todas esas fotos antiguas que adornan sus McDonalds, su renuncia a ser la prodigiosa, la empleada del mes.
Llegaba en el ferry puerto-a-puerto porque venía de un tiempo largo sin verla, tenía algo de guita y ganas de ver gente. Pero sobre todo porque quería confirmar lo que un amigo me había dicho: “ver la ciudad emergiendo del agua es alucinante”.
Era también un atardecer transparente iluminado de lleno por el sol de la tarde y entonces vi, con regular velocidad, lo que había anunciado la profecía de mi amigo, porque la vi nacer marrón de un mar marrón, como hecha de su barro, como solidificación imperfecta de una fantasía.
La vi pesada y flotante, desvanecida y persistente como un decorado indestructible, como esculpida en roca, como elegida y olvidada por el delirio de alguien. Como la obra de un fanatismo alquímico o masón o de cualquier otra secta, atea ante todo. Porque yo no estaba ante la Jerusalen celeste ni ante la Babel pecaminosa, sino ante Montevideo.
Y a medida que el sol bajaba, la ciudad crecía y se iban oscureciendo las calles y las ventanas y los techos, porque viniendo desde Buenos Aires lo primero que se ve es Ciudad Vieja, que es la plaza financiera y administrativa, y el barrio muere con el día porque la gente la abandona y nadie enciende una lámpara.

Hay ciudades que se cuentan y se vanaglorian escribiendo sus propios libros. Pero éste no es el caso de la ciudad de la gran novela inacabada (quizá nunca empezada), del interminable manual de historia, todo hecho de llamadas a pie, de la antología de todos los poetas suicidas del mundo, de la última carta de los suicidas que no fueron poetas.
Será porque nadie ha hecho de esta ciudad su universo con sus dioses que, sólo aquí, toda la filosofía de la humanidad vuela viva adentro de una bolsa vacía flotando en las alturas rumbo a la cresta blanca de la Antártida. Pero Montevideo sería incluso más que eso si conociéramos algo del indiferente espíritu que la anima, si supiéramos, al menos, qué quiere decir su nombre indescifrable y perfecto.
--
Dedicado a irina, el y al warren, robertö, sokon matsumura, fer, sissi, sigmur, agustín acevedo kanopa y zeta.

38 comments:

astllr said...

Por supuesto, todo esto son memorias perdidas, escritas mucho, mucho antes del nacimiento del Aliado.

Que permanezca, no obstante, como obsedido registro de lo que logré transmitir, con los ruidos del caso, desde un ojo de tormenta.

Robertö said...

Gracias por la dedicatoria Astllr.
Yo recuerdo cada vez que entraba a Montevideo porque desde niño deseaba terminar los tediosos viajes por la vieja Onda. Traspasar el portal del puente de hierro del río Santa Lucía albergaba la esperanza de que el viaje terminara de una vez. Esa última media hora de viaje corría más despacio, hasta llegar al viaducto desde donde el viaje parecía más el aterrizaje de una aeronave y el final era inmediato.

Espero que ande bien. Espero que escriban más sobre el aliado.

astllr said...

De nada, tómelo como el recuerdo de un recuerdo, como una postal vieja que uno encuentra en el fondo de un cajón, como una crónica de Isidoro de María a esta altura.

A decir verdad, la llegada de El Aliado ha cambiado todas las formas de concebir nuestra vida en esta parte, y espero poder ponerme a tiro con circunstancias tan exigidas.

Por lo pronto, ayer lo vi comiendo dos palmeras cerca de Ricaldoni. Luego les saco una foto.

*** said...

"Nomina si nescis, perit et cognitio rerum." (Si ignoras el nombre de las cosas, desaparece también lo que sabes de ellas)
Carlos Linneo en 1755. (wiki)

El problema es que sabemos el nombre pero no lo que significa. O mejor sabemos de sus significados múltiples y provisorios. Y me temo haya un deslizamiento de estas cualidades hacia la propia naturaleza de la ciudad y la de las vidas de sus habitantes.
Y en esta inestabilidad ud. me hace pensar As que podría ser una jovencísima mujer (a pocos años de bautizada) con todo un futuro abierto de significado. O una vieja meretriz a la que todos conocen, ya que ha cobijado sus múltiples sueños de juventud; pero ninguno quiere dar dolorosa razón de ella.
Ya escucho una respuesta en mi cabeza: que importancia tiene lo que haya sido...

astllr said...

si, fíjese qué poco sabemos del montevideano a partir de un nombre improbable. Ud. dice un porteño y entiende, dice un paulista y entiende, un carioca incluso... Pero un montevideano...

Entonces creo que un nombre vacío va modelando sólo el fenotipo por decir así, mientras el genotipo es un misterio amorfo e inquietante que debe ser caracterizado.

Creo que El Aliado es su primera personificación, monstruosa como no podía ser de otra manera. Habrá que dominar su colosal energía y dirigirla en el sentido de nuestra modesta humanidad.

Robertö said...

As apurese con la foto del aliado.
Tengo casi tanta curiosidad por verla como por ver a los mellizos de angelina jolie.

astllr said...

Me expliqué mal, robertö, me refería a una foto de dos palmeras que El Aliado usó de escarbadientes. Increíblemente están bajo el cuidado de una guardaparques.

Con respecto a sus llegadas a mvd, pasaba que Ud. llegaba a la ciudad viniendo desde el viaducto, y eso es una mala forma de entrarle a la ciudad. Lamentablemente, cualquiera sea la próxima administración municipal, no tendrá lucidez para dinamitarlo.

Robertö said...

No era lindo no.
Se explicó bien As, ocurrió que yo leí lo que quise leer.

Debe ser la frustración de no haber podido ver nunca al general Bazuka, el abuelito de Cachorra.

Irina, said...

gracias, astllr.

brindo por el sur espiritual y por la ciudad sin nombre.

astllr said...

No sé qué es peor, o mejor, si una ciudad sin nombre o una ciudad cuyo nombre no tiene significado.

En el primer caso sería una ciudad que se resiste a ser fundada, en el segundo parece hablar de unos habitantes que decidieron olvidar cada segundo del pasado.

No es concebible que una ciudad se erija en el nombre de nada, entonces creo que hay voluntad en este olvido, una ancestral negación.

Al general Bazuka nunca lo vimos, pero sabemos con seguridad que existe. O da igual si existe o no, lo importante es creer.

A MVD lo vemos todo el tiempo, pero no sabemos si existe. Es como negar una evidencia. Creo que esto sucede porque la evidencia es desagradable: El Aliado.

*** said...

Estaba pensando en San Felipe y Santiago, ambos apóstoles (conocieron personalmente y fueron del grupo mas allegado), el segundo además llamado "el menor" era, muy probalemente, hermano de Jesús. Además Santiago era considerado el hombre mas justo en su epoca por Flavio Josefo (historiador o cronista hebreo de esa época)y uno de los puntales principales de la primera comunidad cristiana-judía. Esos son los santos protectores de la ciudad cuyo nombre se deslizó desde el cerro, asi como el nombre del país se deslizó desde el río.
Solo aportes para la exégesis de la ciudad.

Tomás Eastman said...

Gracias por la dedicatoria.
A lo mejor lo que le falta a MVD es lo que a las dedicatorias. El link

astllr said...

Con respecto al nomenclator del santoral, bueno, ya tenemos el problema de dos santos en lugar de uno. Tampoco es Santiago, sino el menor, por no hablar de la etimología de este nombre, algo así como "el sustituto".

Lo peor de todo, es que el nombre proviene, según lo más aceptado, de una notación geográfica, el sexto monte del Oeste, es decir que su origen provendría, por así decir, de una necesidad burocrática.

Lo curioso, y lo peor quizá, es que haya resultado un nombre tan lindo a partir de la nada, desde mi punto de vista. La demostración de la existencia del azar.

warren, no sé si lo entendí. Le faltó algo a las dedicatorias? Modestia quizá? Lo siento.

Irina, said...

astllr, también los niños se nombran por una necesidad burocrática, pero entiendo lo que dice: es como vivir en sargento primero, cabo tercero o carlos quijano o tal vez zelmar michellini. nada que ver con los lugares denominados: la calle yi era un rumor de río y ahora es un dotor y, sin embargo, insiste.

hablando de los judíos le diré que hay una interpretaión histórica que dice que no son cristianos porque cristo propuso una utopía celeste en vez de terrenal.

Y bueno, estoy tomando un vino, así que brindo por la ciudad sin nombre y por el sur espiritual (en el cual no incluyo a troilo ni a torres garcía)

astllr said...

Yo no creo que los niños se nombren sólo por una necesidad burocrática, aunque acuerdo que es una forma de "gestionar" la naturaleza.

Desde el nombre de un niño a una ciudad hay siempre, o debería, una dosis de poesía, de belleza o de música. No sé si hay música en un Shirle, en un Yenifer o en un Yonatan, pero seguro que hay poesía allí, porque hay alguien nombrado que resignifica (o tiene la posibilidad de resignificar) el nombre impuesto, y toda palabra resignificada es poesía, sea cual sea esa palabra.

Yo siento que Montevideo es un nombre demasiado poderoso que nunca será resignificado, porque ha perdido el referente de origen, porque quizá todo fue un mero y rutinario trámite, cómo saberlo. Es como una belleza accidental librada a la mera naturaleza de los signos.

Con respecto a Santiago el menor, me gusta que sea hermano de Jesús y que sea, por sobre todo, justo. Habría que prenderle unas velas de vez en cuando, o hablar con los umbandistas, gestionar con ellos un sincretismo religioso. Ya que la iglesia parece haberlo olvidado.

Anonymous said...

Montevideo hace rato dejó de ser ciudad para ser un pueblo

por otro lado, es muy patético venir desde otro país, por avión, y cruzar de noche Montevideo
con sus luces cansinas, de Iodo y con los dimmer a full hacia abajo y bajar en el penoso aeropuerto
peor aún venir desde B Aires
y llegar a la terminal de Colonia (primera entrada de turismo) con sus bombitas de luz de 60 W y su máquina de rayos X de pasar bolsos
desenchufada (y eso que es nueva--además pregunto, que han hecho los directores correspondientes, solo cobrar el sueldo? que recién hace 1 año que hay una de estas máquinas y todavía rota..?)
no se necesitan Litros de pintura
con Cal ya bastaría, para pasarle una manito de pintura

etc etc

yo no he recorrido mucho, pero trato de estar con los ojos abiertos, y Montevideo solo pierde con Asunción, el título de lugar horrible y arruinado para vivir

Irina, said...

por eso de la poesía es que hay dos nombres: el público que consta en los documentos y el sobrenombre cariñoso (también hay de los otros) que pone una familia o un grupo o alguien.

humildemente creo que hay poesía allí donde una cosa (ciudad, persona, lo que sea) se resignifica. no sólo en la palabra.


y qué le puedo decir, anónimo, montevideo es una gran kermesse, pero eso es poesía pura para muchos. sin que lo sea necesariamente para mí.

astllr said...

Así como lo dice, irina, me hace pensar que no hay nada en este mundo que no sea resignificado a cada instante. ¿Pensar así me hace poeta?

Justamente lo que decía anónimo me hacía pensar en la poesía de sus textos de sin documentos, y pensaba en la significación personal que le da una contemplación activa a la miseria urbana.

Podemos significar y resignificar esta misteria todo lo que queramos, pero en definitiva no dejará de ser la miseria que es. Entonces creo que la poesía en particular sería algo así como la reconciliación (expresiva, simbólica) con un conflicto bastante inencarable.

Torres García, fundador de la quintaesencia marrón de nuestra nacionalidad, sí, desterrarlo definitivamente del panteón austral. Pero a Pichuco jamás.

astllr said...

anónimo, todo lo que dice es terrible y cierto. Creo que Montevideo es un pueblo mental en un envase de ciudad vieja y extendida.

Creo que en términos de extensión, Montevideo es tan grande como París y más aún que Madrid, lo cual determina una bajísima densidad y un costo incalculable de mantenimiento.

No conozco a Asunción, pero no me extrañaría. En mi caso, lo único que he visto por debajo es Porto Alegre, una ciudad que me resultó peligrosamente parecida a Montevideo, el mismo caos al pedo, el mismo malhumor.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Un texto perfecto el suyo, astllr.
El caminar por las calles con ojos de turista, es una sensación gloriosa. Es una sensación que sin esperarla llega.
La primera vez que me sucedió fue luego de la vuelta a Montevideo, tras unos meses en Guadalajara -una ciudad sin vida, asexuada y limpia, a diferencia de DF, su hermana mayor, más sucia, pero arrogante y voluptuosa. En aquella vuelta, la hipnotizante sensación de extranjeridad me vino al caminar por sus calles en la noche. Habíamos prometido con unos amig@s ir a jugar unos pool ni bien llegara, y los partidos -junto a las cervezas, anécdotas y confesiones- se extendieron hasta las tres de la mañana. Todos se quisieron despedir, pero les dije que los acompañaba a sus respectivas casas. Todo Montevideo estaba dormido y agarramos camino por 21 de setiembre. Acompañamos a Paola hasta su casa en Ibiray, una hermosa callecita que es como un apax en cuanto a verdor y una extraña sensación de humedad con respecto a las demás calles perpendiculares a 21 (o al menos, lo sentí en aquel momento). Luego acompañé a Lolo hasta su casa de Joaquín de Viana. Ni bien cerró el portón decidí en vez de volver a mi casa, perderme en aquellas angostas callejuelas, bajadas y pendientes lamidas por las luces de los farolitos. Era una noche de verano y respiré bien hondo un aire con olor a mar, que en otras circunstancias hubiera catalogado como "olor a pescado muerto". Di varias vueltas y hasta me di el lujo de perderme, pero ni la presencia de algunos travestis que aguardaban en oscuros callejones me apartaron de aquel secuestro consentido. Emprendí el camino acasa intentando equivocarme cuantas veces pudiera. Aún hoy me sucede que cuando me vuelvo caminando en la noche me gusta sentir mis pasos retumbar y perderse entre los plátanos y edificios. Me gusta ir midiendo los pasos, ir despojándolos de toda su sonoridad. Aquello se siente como ir desapareciendo.

PD:Yo también veo a Montevideo como una mujer, no así a Buenos Aires, que a pesar de sus rasgos histéricos, la veo mucho más masculina
PD2:Con los olores es un mundo aparte, pero después te hablaré de ellos en otro comment.

astllr said...

Ha descrito una de las sensaciones más hermosas que recuerdo de mi relación con la ciudad, agustín, que es la de caminar en la noche desierta viendo las transversales perderse entre los plátanos y los repechos. Y, como Ud., también intentaba deslizarme lo más silenciosamente posible, como queriendo ser parte de lo que estaba atravesando.

A veces lo hacía porque quería, a veces porque no me daba para el boleto. Recuerdo particularmente el trayecto Hospital de Clínicas-Centro y Reducto-Pocitos, aunque también un viaje de ácido imborrable entre Parque Rodó y el Buceo.

Es la sensación más placentera de la soledad, a veces no me encontraba con absolutamente nadie, 4, 5 de la mañana.

Sobre el género de la ciudad, realmente no lo sé, pero creo que todas las ciudades son femeninas. Como dijo una feminista célebre, todo es femenino o está feminizado, lo cual se aplica a la histeria porteña de la que habla.

Con respecto al olor, qué decirle, viene uno distinto con el comienzo de cada estación.

No me dice nada de la chica de la foto?

Anonymous said...

Por más que me censurés no te voy a decir que me gusta lo que escribís. Escribirás bien, pero te falta imaginación. Es evidente que se te escapa lo "femenino".

astllr said...

envidiosa, no entiende nada, como siempre. Yo no escribo bien.

Ud. es una pobre mujer, y pide a gritos que se lo digan. Está muy enferma.

Gracias por no pasar.

sissi said...

Muchas gracias As por la dedicatoria, de verdad.
Tengo un amigo que sostiene que MVD es una ciudad de un único y determinante acto fundacional:la excavación de la bahía y posterior depósito de la tierra en un costadito.
El tan mentado monte sexto no es más que la obra de un zarpado urbanista,o hurgador...?
Y a mi me gusta pensarla así, porque entonces ni siquiera venimos de un acto de la madre naturaleza. Somos pura artificialidad. Producto de la mirada de un turista capaz de imaginarnos en una operación tan poderosa.
Y entonces ni la veo gris, ni mucho menos triste, y vuelvo a enamorarme de y en Montevideo.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Pensaba comentárselo, pero se me pasó. Esa no es Laura Dern en Imperio?
Le aviso que en videoimagen ya esta en DVD.

Con el fino la vimos dos veces en el cine.
Citando a un graffiti ilustre, habría que hacerse una remera que dijera "Yo entendí Imperio, de Lynch".

Irina, said...

no sé, astllr, a mí me parece que nada es fácilmente resignificable (creo que eso expresa la frase: "la miseria sigue siendo miseria") y la poesía que es solo un juego de palabras es la que menos me gusta.

pero no sé, supongo que será uno de esos temas de eterna irresolución de la teoría del conocimiento.

astllr said...

De nada, sissi. Muy bueno lo de su amigo, nunca había pensado en la artificialidad de la ciudad a semejante extremo. Creo que voy a adoptarlo.

La verdad, no es posible dejar de quererla. Es como una tía vieja a esta altura, que de vez en cuando nos invita a tomar chocolate a su casa en ruinas.

Supongo que la ruina también depende de lo que esperamos de ella. Y volviendo a lo de su amigo, el otro día le decía a jntkdvr que se impone una refundación de la ciudad.

astllr said...

Es una gran noticia la que me da, agustín, también yo la vi un par de veces y déjeme decirle que la entendí.

El asunto es que Lynch comprende mejor que nadie que la confusión entre ficción y realidad inevitablemente distorsiona las nociones de tiempo y espacio, por eso muchas cosas pasan antes de tiempo y otras después.

Es un guión pensado hasta el mínimo detalle, sin perjucio de que pueda improvisar en el camino. Lamentablemente no me dio el tiempo para verlas, pero en el dvd que vi había unos 100 minutos de "Other things that happened". Espero que estén en la versión que me indica.

Tengo otra fotos que iré poniendo a la entrada más adelante, a modo de presentación. De más está decir que es lo mejor que vi en muchos años. Creo que con Mulholland Drive y Lost Highway es una trilogía perfecta. Creo que el tipo llegó al fondo de la distorsión de la que hablo, a la perfección de un lenguaje completamente nuevo, más allá de lo cinematográfico.

No conozco hasta el momento un artista tan completo, tan jugado, tan certero, tan inspirado.

astllr said...

irina, efectivamente creo que la poesía es una resignificación digamos poderosa de las palabras y las cosas. La resignificación poética de las palabras no es suficiente para hacer poesía, es cierto, no es sólo un juego de palabras.

Con respecto a la resignificación de las cosas, supongo que entramos en el asunto de la teoría del conocimiento. Hoy parece que las "comunidades de significado" juegan a no compartir significados con las otras, en complejas y letales formas de exclusión donde todo tiene un sentido clarísimo para mí muy distinto del sentido del mundo del tipo que está al lado mío.

Creo que las tecnologías tienen mucho que ver en esto, es decir en la forma en que me convencen y me persuaden, a mí y sólo a mí, que el mundo es sólo de la forma en que yo quiero que sea.

Anonymous said...

gracias, astllr, es un honor.

me interesa el nuevo lema (fighting privatopia). ¿tiene que ver con Imperio (no la ví) o es de este topos?

acerca del nombre (topónimo, oh!), ¿cuáles serían los otros 5 montes?

astllr said...

no es nada, fer.

Las privatopias son, como su nombre lo indica, utopias inconcebibles que aunan el trabajo y buena parte del dia, incluido ejercicios y relax, donde el pobre tipo se vuelve a encontrar con la misma gente del trabajo. Es decir que solo salen de ahi para ir a dormir.

Se trata de espacios generalmente en las afueras de la ciudad, que se sirven de ella como parasitos destruyendo en consecuencia toda forma de interaccion social entre desconocidos y minando las mismas bases de todo desarrollo urbano sustentable. Ejemplo: Zonamérica.

Y aunque no lo pensé ni lo relacioné cuando lo puse, seguramente hay mucho de falsos espacios en Inland Empire, donde la mayoría del tiempo no sabemos si los personajes están en un set o en la vida real.

Vea esa película, fer, prepárase para verla, porque son tres horas donde no puede volar una mosca. Nunca una protagonista llegó tan lejos en el buceo de sus propios fantasmas. Y no es casual, ahora que pienso, todas las referencias clarísimas a Alicia en el Pais de las Maravillas.

Sobre el Monte Sexto, según tengo entendido, nunca se supo muy bien cuáles fueron los otros cinco llegando desde el Este, por eso no es segura la hipótesis del nombre. Pero se me ocurre que podrían ser el Pan de Azúcar, el San Antonio, el del Toro, La Sierra de las Animas y, por qué no, Punta Ballena.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Sí, coincido con usted, astllr, Alicia en el País de las Maravillas es a Inland Empire lo que fue El Mago de Oz a Wild at heart (y mucho mejor logrado, he de decir).

astllr said...

no lo había pensado, agustín, pero ahora que lo dice... recuerdo la bruja volando al lado de la carretera, un poco antes de encontrar el accidente, ese gran ojo de pato. Pensando en esto, Inland Empire sería sólo un ojo de pato.

*** said...

Yo creo que la poesía como otras muchas creaciones culturales nos sirve (en el sentido mas utilitarista que pueda imaginar)para elaborar la experiencia, en un intento de dominar nuestra vida en algun sentido, o sea insertarla en una estructura de sentido, para salir de la incertidumbre del dolor y de la muerte. La ciudad duele y ese dolor tiene además un aspecto cuantitativo, porque son muchas personas con dolor sobre el mismo objeto. La miseria duele, pero la poesía permite elaborar el dolor, el sinsentido, lo cual es el primer paso, quizá el posible génesis de la esperanza. Creo.

*** said...

Y sobre lo anterior, esto ocurre mas allá de cualquier intención que tenga el que la escribe, que quizás sea solo el intento primitivo de comunicación o de descarga. Eso desata una busqueda de sentido ultraintencional, ocurre a pesar de mi mismo cuando escribo. Como si la esperanza (o su busqueda) de alguna manera operara a pesar de uno, de una manera "natural" o espontanea en o a través de la "creatura", de la creación humana.
En definitiva la poesía es una actividad mas de supervivencia.

odinstack said...

Je. Que felicidad!

No, en serio. Que felicidad!

Anonymous said...

Llegar a Montevideo, ser de pronto abrazado por ella,
que sensación bella.
Me trajo a la mente múltiples instancias de esos momentos májicos, cuando al arribo uno se encuentra en comunión casi solitaria con ella, y se siente escuchado, cómplice.
Salud!

astllr said...

gracias anon.