Wednesday, September 24, 2014

Thursday, September 18, 2014

todo con mayúscula





una Yegua o una Ternera y yo escribía cosas cursis como esta con los objetivos más viles y anhelados:

Una plegaria para poder bañarme en tu piel encendida.
Una oración poderosa, que incite tu sonrisa en mis ojos.
Un conjuro que licue los paisajes soñados (o acumulaciones de piedras e imágenes de los hombres) a tu cuerpo suavemente iridiscente sobre mis sábanas.
Unas palabras habilmente combinadas que pulvericen los relatos.
Solo lascivos, nidos, hundidos, crecientes, bañados y tranquilos
Constelaciones en araña y copas desnudas bañadas de aliento y burbujas ingrávidas
Palpitaciones, trepidar, galope inequívoco, viniendo y viniendo y viniendo tu polvo gime Diosa alabanzas a Dios,
y todo con mayúscula.




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Addio a China Z que sigue su viaje. 
Mujer encantadora, que hace más amable este lugar.




Friday, September 5, 2014

Ruina modernista









Imposible resistir
el cuento de la ruina
pues como el árabe lo sabe
la ruina y el contar
son una palabra sola.

Yo era joven y ardía, deambulaba
entre los bares y las camas y hablaba
por teléfono, largamente, me acostaba
con todas las que podía, que eran muchas,
todas distintas y todas iguales.

Una madrugada la encontré: yo volvía
fresco de una orgía melancólica
y ella bebía sentada pacientemente
en un zaguán una cerveza de a litro
blanda y prolijamente mientras miraba.

Mentalmente la llamé
(como mi nombre es Jano)
Juno.

Juntos tuvimos un algo pitagórico
que nos volvió durante un tiempo
uno.

...

Volví a verla en una conferencia.

Hablaban de autopistas
y ciudades visionarias para ancianos
en algún lugar de Punta Yeguas
los croquis eran imprecisos.

Ella repartía canapés y me traía
repetidas copas de champaña que bebimos
entre risas y miradas envidiosas.
La música era adecuada.

(Me dijo que tenía un teléfono blanco
con un cable blanco, que adoraba).

Nos vimos una noche, luego dos y tres,
cinco seguidas, apenas comíamos, bebíamos agua.

Todo había empezado así:
desnudela
se sentó sobre mí
como una niña y pintele
el cuerpo con tinta roja.

¡Cuántos besos te di!
¡Cuántos besos te daría!

En aquel tiempo debí cruzar a Buenos Aires,
otra conferencia:
presentaban el disco “Bocanada”
que tanto impresionó mi juventud
por entonces a medias explorada.

Y cité por muchos días los versos del poeta.
Y canté las melodías por semanas
iluminándome
el artista
el alma.

Pero un día escuchaba distraído
y reparé de súbito en un verso
preciso e indelebilidísimo
y supe que alguien moría
y esto se repitió tres veces.

Tres veces escuché el verso
tres veces murió alguien:
un amigo del que ya nada sabía
un familiar enfermo
un lejano conocido.

(Si escuché dos veces más
fue porque no lo creí.
¿Presentía o producía?)

Luego olvidé.

...

La luna caía entre edificios
bien encima de la calle.
El mirador de enfrente
se azulaba cada tarde
de primordiales sombras delicuescentes.
El faro de la aduana
se instalaba en ti.

...

Una tarde no muy tarde
descubriste a la ligera
“Bocanada”.

Vi tus ojos encenderse
de amarillo y verde
como anisadamente.
Quise detenerte
pero... ¡no sé!
confié en el azar
que hasta entonces creía sutil y delicado:
tu piel blanca iridiscente, tus cejas
como pájaros negros remontando.

Y entonces escuchaste el verso
Y tres veces murió alguien:
un conocido lejano
un amigo de quien nada sabías
un familiar enfermo.

¡Ah, tus ojeras dilatáronse
en la misma faz del crepúsculo!
¡Y yo navegué en la arruga de tu frente
en espasmos que acompasaban torpemente
tus palpitaciones, en una melancolía
como impávida, casi eucarística!

Luego vino un temporal.
Luego sangraron los días.

Cierta mañana te sorprendí
escuchando una música africana
y al anochecer partiste arrebujada
por los densos vapores de tu buque.

Cruzaste dos mares
y adivinaste el futuro.
Pero no contabas historias.

Pasado el tiempo, recibí una carta pavorosa
escrita de tu mano, que adivinaba
finamente obscurecida
donde, al final, transcribías:

“¡Oh Sumo Genio de las cosas!
Todo tenía un canto, una sonrisa, un modo...
Un rapto azul de amor, o Dios, quién sabe,

Nos sumó a modo de una doble ola,
Y en forma de ‘uno’, en una sombra sola,
Los dos crecimos en la noche grave...”

Sunday, July 13, 2014

Señores del jurado


Haber ganado dos premios al mejor cuento inédito y una mención en poesía, así como formar parte de jurados en más de una oportunidad (además de la actividad periodística por todos conocida) me ha permitido tener conocimiento de innumerables individuos que se inician en la actividad de la escritura entendida como oficio, como arte y como forma de vida.
Muchas veces estos sujetos resultan pintorescos en su ingenua percepción del exigente mundo literario y, ciertamente, la calidad no siempre se ve reflejada en las publicaciones más exitosas. Los tiempos cuando la experiencia personal era el abrevadero de historias y de honesta inspiración parecen haber dado lugar a una actitud, diría, algo arribista en la búsqueda exagerada del éxito. Así, muchos jóvenes de incipientes carreras se han acercado hasta mí para, sin reconocerlo directamente, pedirme un prologuito aquí, una llamadita allá, en fin, hacer uso de mi autoridad para lograr ese reconocimiento que por limitaciones propias ven cada vez más lejos, así como más cerca su reclusión al “olimpo de los aficionados”, como bien decía un crítico amigo mío, hoy lamentablemente fallecido.
En este cúmulo de ilusiones desmedidas, en esta calesita de carreras improvisadas quiero destacar a quien, tres años atrás, me llamó al diario donde trabajé durante más de veinticinco años hasta que la crisis económica terminó con ese último bastión de la crítica valiente. Es el personaje del que trata esta pormenorizada misiva la cual, espero, tengan ustedes a bien considerar por el porvenir de la cultura nacional, que tan vapuleada ha resultado durante tantos y tantos años.

Era un viernes de tarde y la redacción hervía. Yo me retiraba oportunamente para cubrir la jornada teatral del fin de semana. Como todos ustedes saben, reparto mi tiempo entre la crítica literaria y la teatral, dos pasiones que arrastro desde mi adolescencia y que intento transmitir a mis estudiantes de enseñanza secundaria, cada vez con menor fortuna y mayor sacrificio dado el estado de decadencia general que atraviesa la enseñanza en todos sus niveles. Recuerdo que, aquel viernes, se estrenaba una curiosa adaptación de “Rinconete y Cortadillo” por un elenco del interior mientras una compañía sueca llegaba a Montevideo para presentar “Casa de muñecas” en una puesta poco tradicional anunciada con bombos y platillos. Como ya había visto a la compañía nacional el año anterior con una versión muy rescatable de “El gato con botas”, opté por los suecos. Y aunque me consta que la obra es un portento de la construcción dramática, un alarde de la insuperable, aparente sencillez que logra transmitirnos el dramaturgo noruego, confieso que las actuaciones dejaron un poquito que desear y así lo manifesté oportunamente en una crónica titulada “Suecos: más lustrados que ilustrados”. Tan grande fue la polémica suscitada que hasta el embajador envió encendidas cartas a todos los medios de comunicación donde me dirigía insultos, amenazas y varias imprecisiones.
Cuando estaba en la puerta del ascensor, la secretaria me avisa que alguien necesitaba hablar conmigo urgentemente. Siempre trato de atender a todo el mundo, pues creo que las puertas deben estar abiertas para todos, sobre todo para los más jóvenes, quienes más lo necesitan. Así que no tuve más remedio que tomar el teléfono.
Según me decía con voz entrecortada, era un escritor que quería hablarme cuanto antes. Cortesmente le solicité que me llamara el lunes, de modo de acordar, para entonces, un día cuando pudiera entregarme, en mano propia y según era su deseo, su obra singular. Se llamaba José María Lamata Feliz y quizás el nombre les resulte familiar, si es que han leído últimamente las páginas policiales. Es una historia triste, pero no debe hacernos reaccionar con emotividad exagerada.

Lamata Feliz llamó el lunes como quedamos y le sugerí reunirnos el miércoles de la otra semana, a las cinco de la tarde, en ese barcito siempre tan desierto que queda en la esquina de Soriano y Yí ocasionalmente visitado por los empleados de las distribuidoras cinematográficas.
Mi habitual puntualidad sólo me trae disgustos y decepciones y no fue esta una excepción. Tres cuartos de hora más tarde, Lamata Feliz apareció vestido tan lamentablemente que el mozo, que jamás emitió opinión acerca de todo lo que ha visto hablando conmigo en esa misma mesa, me preguntó, como al pasar, si había empezado a hacer crónicas de carnaval. Lamata Feliz llevaba un saco rojo apretado con listas verdes. El resto parecía algo más normal, un pantalón marrón lleno de manchas, una camisa alguna vez blanca con el cuello negro y deshilachado.
Con la carpeta de plástico en una mano, me extendió blandamente la otra sólo después de haber extendido yo la mía, tal la timidez enfermiza del individuo. Comprendo que el creador, incluso aquel individuo con cierta sensibilidad frente a la cosa artística, tenga de cuando en cuando algún comportamiento caprichoso o extravagante pero, de igual modo, no hay ataque de nervios que justifique la pérdida del sentido de la ubicación. ¡Y en una situación tan trivial y cotidiana como ésta!
A una mesa de distancia fui escudriñando al especimen: pelo lacio y graso, calva prematura dados sus escasos 25 ó 26 años, una sola ceja que lo abarcaba todo, arco superciliar pronunciado (señal de poca inteligencia, a lo sumo de capacidades cromagnónicas) cuadrando una frente salpicada de un acné corrosivo allí y en las mejillas, vivos paisajes lunares. Se adivinaba una dentadura pareja e increíblemente completa bajo un centímetro de sarro. Y aquellos ojos turbios, las ojeras anaranjadas (quizá el color más vivo en todo él), la mirada agotada como si hubiera perdido una pelea consigo mismo después de mucho tiempo. ¿Y qué decir de las uñas negras de José María Lamata Feliz? No quiso pedir nada.
A lo largo de su vida, empezó a decirme, con una voz cansina, diría lejana, escribió poesía, cuentos innumerables y tres novelas aparentemente completas. Pero nada había publicado. Sentía que lo suyo no tenía ningún valor para nadie, que hasta el momento no había hecho otra cosa que imitar “la figura del mundo”, me dijo, con un hilo de voz y mirando para abajo. Había quemado algunas cosas, archivado otras y se había dedicado, de un tiempo a esta parte, a una escritura confesional donde hacía hincapié, según puedo recordar, en la integración de los mecanismos perceptivos en el momento de la escritura. Todo fue derivando hacia un monólogo idiota acerca de las motivaciones que llevan al escritor a escribir, a los mecanismos de la imaginación y a la necesidad de vivir una vida “poética”.
Creo que quería decirme que era un escritor vocacional, sólo porque había tenido una vida complicada. Había empezado escribiendo cartas de amor a amores imposibles y la primera novia que tuvo —fíjense qué revelación— lo abandonó para irse con un tío suyo (de ella). Antes había tenido un exilio español, por lo que supuse que provenía de una familia vinculada a la izquierda, algo que obvió mencionar. Seguramente ya conocía mi publicitado fastidio hacia la izquierda intelectual por pretensiosa, hipócrita y oportunista.
Finalmente, me confesó su obsesión por los trenes.
En su exilio español, comenzó Lamata Feliz a alimentar esta inclinación imbécil. Dedicaba horas enteras a la observación de las máquinas desde lo alto de un promontorio estableciendo horarios y frecuencias. Como esto me pareció haberlo escuchado en otra parte, comencé a aplicar ese maravilloso instrumento que es la duda sistemática: “¿Por qué no averiguaba los horarios en la estación misma?”, le pregunté. Se me acercó por encima de la mesa y pude sentir el aliento a heladera sucia mientras me decía, textualmente: “Cada tren tiene su propio tiempo”.
Podía percibir en José María Lamata Feliz el aire siniestro que destella en el fondo de los ojos del sicópata, algo que se agita desesperadamente desde muy lejos clamando por cinco segundos de atención. En ese trance desarrolló una teoría acerca de los pasajeros del tren como parásitos del tren y después elaboró la hipótesis de un tren como parásito de los pasajeros. Abriendo más los ojos me preguntó: “Porque... ¿quién es parásito de quién?” Y siguió hablando de los gusanos y de cómo la naturaleza había creado a los intestinos (y a los seres humanos “exteriormente”) con el sólo propósito de proporcionar un hogar confortable al gusano.
A su vez, los trenes vivían como gusanos adentro suyo. Los sentía respirar y contraerse, sufrir y llorar. Cuando los trenes lloraban, él lloraba, porque nosotros, me decía con lágrimas, somos trenes. “¿Y por qué no somos aviones?”, le pregunté intentando desestabilizarlo, al borde del fastidio. Pero la locura tiene su propia inteligencia: “Porque los trenes no podemos volar”. Y más confesional, en un susurro: “No sé si usted ha notado —me dice con los ojos vidriosos— que cuando uno se rasca cualquier parte del cuerpo, escucha adentro suyo el mismo sonido que hacen las vías cuando el tren se acerca”. Yo iba por mi segundo capuchino.
Al volver a Montevideo, Lamata Feliz se pasaba días enteros en la estación central. A veces se instalaba en Estación Yatay, otras en Sayago. Pero todo se vino abajo cuando fue desmantelado el sistema ferroviario nacional. La delicada psiquis de José María sufrió los efectos devastadores de esta medida y no tuvo más remedio que emigrar a un país con densas redes ferroviarias como los Estados Unidos de Norteamérica, realmente no sé cómo pudo emigrar un individuo al borde del retraso a un país tan serio en lo que refiere a la exigencia laboral y profesional. Y ahora, había vuelto de la gran nación dos meses atrás. Antes de volver al gran país del Norte, estaba procurando mi influencia para lograr una publicación. Me dejó la carpeta y se fue.
Me quedé ahí sentado, un poco absorto mirando los plátanos de la calle.

Un mes después supe lo que algunos ya saben, la extraña muerte de José María Lamata Feliz en las vías de un tren subterráneo en la agitada estación de un barrio negro de Brooklyn. Y aunque no trascendió por pedido de su familia, un periodista de la sección policial me contó que habría podido estar involucrado, no tan accidentalmente, con la mafia rusa pues efectivamente se supo de una vinculación amorosa con una joven croata del ambiente prostibulario.
En la carpeta estaban sus textos ferroviarios, nueve en total, de los que sólo transcribiré fragmentos del octavo como prueba suficiente de su mediocridad. Iré transcribiendo estos fragmentos y comentándolos oportunamente con breves y precisas anotaciones que me gustaría leyeran con atención, pues allí fundamento mi advertencia y mi alarma frente a este tipo de literatura y frente a la posible premiación de José María Lamata Feliz en el concurso que nos reunirá para deliberar la semana que viene.
Según me he enterado, su madre ha hecho llegar esas páginas (serán fotocopias, porque los originales los tengo yo) a las oficinas municipales el mismo día en que vencía la fecha de entrega. Creo que deberían tener un poquito más de cuidado con las personas contratadas para recibir los trabajos, pues el dato me fue proporcionado sin mucho esfuerzo por la señorita Mariela, indiscreción que me imagino sabrán sancionar como corresponde.
Comienza Lamata Feliz:

En la lúcida grafía de la noche, mienten las cercanas horas, las pasadas, las que vienen. Las luces pares atraviesan el aire con sus haces como tubos y una barrera se levanta adentro de un recodo cerebral: los lagos son así porque fueron así vistos y descritos a la luz del día. ¿Pero quién osa decir haberse sumergido en sus aguas podridas, quién dejarse invadir por sus algas como un astronauta perseguido por las policías naturales? No creo que nada, en el viaje atroz que significa el contacto entre metales, aun en el hondo rechinar de los eones, deba volver la vista a pasadas ilusiones pues, poniendo el caso, yo mismo me constituí demediado por querer establecer una frontera entre mis lamentos del porvenir y los fallidos actos de mi vocación, todo un cúmulo de errores allí donde me encontrara, enterrado entre mis dudas como un árbol milenario casi fósil.

Obsérvese la desorientación completa del individuo frente al mundo conocido, sus intentos lamentables por ubicarse frente a él y reconciliarse por medio de la escritura. El autor carece de un mundo interior con el que pueda dialogar. Se ha dejado invadir esquizofrénicamente por el mundo exterior y no es capaz de dialogar consigo mismo (no olvidemos que se cree tren). Luego intenta hacernos viajar con él en esa aparente noche sin rumbo conocido. Véase también en este arranque un carácter invocatorio, toda esa hojarasca inicial con que nos aburren los malos escritores para ver si encuentran, como cazando mariposas, alguna palabra para lanzar al vacío, mental en este caso. Repetición triste de infinitivos: “decir haberse”, “querer establecer” y “dejarse invadir”. Sigue Lamata Feliz:

Fuga un enjambre de luz entre salvajes cruces. Los cables reflejan su lúbrica humedad, su habitual y acerada violencia estroboscópica. Entre la niebla de mis escasos conocimientos atmosféricos no puedo construir una especie de manifiesto, un dogma que equipare los datos que voy viendo al ras de una utopía: “Harley Davidson para todos”. Si esto fuera establecido así por advertencia de un lector que hoy no deja de exigir, aunque fuera entre las líneas, podría levantarme, caminar hasta el fondo del vagón, despertar al tipo que duerme acostado sobre todo el asiento y preguntarle por qué el maquinista no está donde debe, como si él y sólo él supiera del fiero mecanismo de los sistemas ferroviarios en su relación con todo este hábito animal, los ciclos de los sueños, un advenimiento o la estación, como el invierno, que corre al lado mío.

El autor tiene sus veleidades científicas también. Resulta cómica su descripción de los efectos lumínicos a nivel de las partículas. Se ve la dubitación permanente en subordinaciones que sólo interrumpen el fluir de la escritura y atentan contra la buena voluntad del lector. Intenta paliar la interrupción y zurce con el fácil recurso del gerundio. Acto seguido, como que insinúa los lineamientos de un mundo utópico personal con la reivindicación ridícula de que todos debemos pasear en una moto cara. Obsérvese también cómo escribe “entre las líneas” en lugar de “entre líneas” con el solo objeto de recrear musicalmente una melodía personal sin considerar ni un segundo el sentido cabal de la expresión. ¿Es un gran problema que el tren se detenga sin que nadie sepa por qué? Son conflictos que no mueven a nadie, que no determinan ninguna identificación con el lector. Habría sido deseable un contexto de normas morales que se viera amenazado, al menos una introducción donde desplegar cierto discurso autoritario que a continuación destruyera a fuerza de algún tipo de convicción. Pero no.

Somos una especie extinta que sólo sabe viajar. Esto es pura violencia. El agua sobre el vidrio es agua sobre un cielo negro y las linternas unos operarios en problemas. Allí el espíritu que invade las ciudades sin nombrarlas, como alfombra que detiene el tren, así y porque sí. ¿Y qué podría yo reconocer ahora como movimiento si es que nada veo? Sólo puedo sospecharlo en tanto distingo fulguraciones ascendiendo en espirales altísimas que se pierden entre capas atmosféricas, resultado de reflejos sobre el vidrio y mi imaginación universal que acude, una y otra vez, sobre una misma consonante perspectiva aliterándola, retumbando en mí como el olor que llega romo, por debajo de la puerta, sin poder saber de qué proviene: a ciegas por los senderos de la noche, diciéndonos que aún seguimos detenidos por motivos que sólo un técnico de vías podría descifrar, con ese mapa ajado enfrente, un aparato de radio y un sánguche de pan negro que lo ampara de una acidez estomacal.

Trillado motivo el de viajar sin moverse. A esta altura, creo que intenta una narración al estilo de eso que llaman “avance oblicuo”, es decir, ese caminar de costado como los cangrejos. Aunque al menos logró contarnos algo: allí se ven unos operarios moviendo unas luces, parece que empieza a llover y hasta se puede ver a uno de ellos comiendo un sandwich realista. La “imaginación universal” es un hito del lugar común.  Lamata Feliz se esfuerza por encontrar, sino sinestesias, algo parecido pero a mitad de camino (“consonante perspectiva”, “olor romo”). Continúan las referencias científicas en las descripciones atmosféricas que hacen del autor un mediocre reportero del tiempo.

¿Quién soy yo para decir que nada me une con la línea de la costa, con la ruta 18 o con la salida 12 donde dicen (y espero nunca verlos) existen centros comerciales en el medio de las más desiertas extensiones donde todo está a mitad de precio y los visitantes llevan 23 pares de tarjetas? Algunos se prometen visitas y vuelven a encontrarse después de no mucho tiempo para volver a comer, como parias, la comida con la mano operando controles a distancia y seleccionando constelaciones y temperaturas entre ruleros incandescentes que destruyen sus habilidades fonológicas más sutiles: hablar bajo, articular sonidos en ángulos rectos y malgastar un eructo que les recuerde, acaso por casualidad, cualquier resonancia con mundos paralelos.

La falsa modestia se ha convertido en el verdadero leit motiv de este pasaje y quizá de toda la obra de Lamata Feliz. Cuántos numeritos de pronto, evidente crítica al consumismo y al sistema capitalista. Aparece toda la saña encerrada de José María Lamata Feliz escupiendo maldiciones e improperios típicos de un resentido. ¡Véase cómo no se resiste a percibir los encantos lumínicos de la meca tecnológica donde le tocó vivir! Quiere confundirnos, escamotearnos una verdad, una revelación que parece que va a anunciar a cada momento. Todo queda convertido en una solapada crítica social. Esta alimentación permanente de las expectativas, esa forma de llevarnos hacia adelante con la promesa de una resolución es el resultado de cierta destreza retórica, de cierta pericia gramatical que nos persuade para seguir leyendo, pero que nos deja en ascuas y esto no debe ser estimulado.
En este punto, quiero volver a manifestar mi honda preocupación ante la posibilidad de que el señor José María Lamata Feliz sea premiado en el concurso de jóvenes narradores. Considero que carece por completo de aptitudes literarias y que sus pocas habilidades se ven gravemente alteradas por conflictos que ni el jurado ni yo somos capaces de solucionar. Lo que es peor, la tendencia de este sujeto por elaborar esta suerte de paraliteratura es una contribución más a la confusión que veo con pavor está dominando todos los espacios de la cultura.
Sepa el señor Dardo Pirotto que me constan, como a muchos, las aventurillas que ha tenido en los últimos tres años (el mismo tiempo que ha ocupado el cargo de asesor cultural) con la señorita Mariela, aventuras que no harán mucha gracia a su señora esposa. Sepa el señor Mario Adhemar Vázquez que me constan, también, sus habituales peregrinaciones por Bulevar Artigas y, últimamente, por la rambla a altas horas de la noche, las cuales tampoco será bien recibidas por su señora madre. Y sepa la intachable señora Marta C. Angulo de Coito que no hay mal que dure cien años.
Sin más, me despido de ustedes confiando en su comprensión y sentido común.
Les saluda cordialmente,
                                                                         Gustavo C. Campbell

Friday, June 13, 2014

Ussachevsky

Ussachevsky was one of the most significant pioneers in the composition of electronic music, and one of its most potent forces. Born in 1911 in Manchuria, China, Ussachevsky was the son of a Russian Army captain. His childhood was spent on the windswept and sparsely settled Manchurian plain, visiting with the nomadic tribesmen in their tents, and singing Old Slavonic chants as an altar boy in the local Russian Orthodox church. By the time he arrived in California, at the age of nineteen, he was a skilled pianist gifted in the interpretation of Romantic music, and a fluent improvisor. After receiving his undergraduate degree in music from Pomona College, he earned a Ph.D. in composition from the Eastman School of Music. From 1947 until his retirement in 1980, Ussachevsky taught at Columbia University, where he was known for his teaching of sixteenth-century counterpoint. But in his career there, he began experimenting with the use of tape recorders to manipulate sounds. Through much experimentation he developed the first works of "tape music," a uniquely American synthesis of the French musique-concréte and the German pure electronic schools. In 1952, Ussachevsky's first works of tape music were performed at an historic concert at The Museum of Modern Art in New York City, along with works of his colleague Otto Luening. Through a five-year grant awarded by the Rockefeller Foundation in 1959, Ussachevsky co-founded the Columbia-Princeton Electronic Music Center, and directed its course for the next twenty years as the leading electronic music studio in the United States.

Sunday, May 18, 2014

Thursday, February 20, 2014

LAPSUS


Sigo vivo,
ahora mirando torcido tras el vidrio de nuestro refugio,

punta de pistola,
voces graves de pequeños seres,
brillo del metal en la noche húmeda, pesada

Sigo acá,
podría estar pensando esto desde otro sitio,
pero me quedé con mi clan

oficiales, entregados, justificándose, 
justificando la miseria de ellos y de la sociedad toda,
funcionarios que pretenden existir de alguna manera, 
ser importantes

el barrio me escupe de pronto hacia un lugar de miedo,
de códigos incomprensibles,
de seres inadaptables a los míos, 
niños que me tiran piedras,
qué es esto?

Sigo,
caminando por San Salvador,
me calzo la gorra azul de mi nene,
y juno la zona, ya nada es igual

los vi que venían,
como antes,
los reconozco, 
te juro que los vi que se me venían a 30 metros,
juntos caminando duritos, elegantemente, las miradas clavadas en mi,
como otras veces el estómago se me subió,
estar de pronto cerca de la muerte, despedirse en 100 mili segundos

Sigo,
una mano me toca, me trae de vuelta,
me calma el odio y me hace comprender su inutilidad,
y el sin sentido de todo (pienso yo)

y el vehículo (recuperado) azul me esperaba en el fondo del callejón,
entre excrementos y hundido en el barro - cerro norte -,
él también la pasó mal,
pobre herbie, tan joven!
solo dejaron la estampita de la Madre maravillas...

más allá unos pibes miran, desafiando desde un techo destartalado,
la cosa no termina acá amistá! recién empieza,

fue tan solo un reset.


Tuesday, February 18, 2014

Comentarios y derivas a partir del Poema "Canto porque sé que no te querré a mi lado cuando despierte" de Nestor Aspergillus Brown y su vicisitud.

En su famoso poema "Canto porque sé que no te querré a mi lado cuando despierte", Nestor Aspergillus Brown, revela un intenso mundo interior y exterior, donde además de la alabanza erótica, casi pornográfica, a una noche de sexo atroz y  bello, -perfectamente rimada en endecasílabos-, logra una exaltación apasionada de las prácticas de auto-satisfacción.
Este poema es un epílogo o, mas precisamente, una suerte de apasionado resumen apologético a su famosa novela "Misterioso ósculo ébano". La novela ( y el poema) transcurre en una extraña Asunción del Paraguay, coronada de enhiestos minaretes y numerosos puentes colgantes que forman la vía pública entre las viviendas, comercios e industrias artesanales asentadas en palafitos en el año 703.
Esta extraña ciudad es la consecuencia de una serie de hechos desde la bifurcación en el tiempo que sufre una plataforma espacial pan-árabe, por la veloz evolución de la supernova PGR845 en la galaxia de Andrómeda, año 7256.
La decadencia brillante y acelerada de la estrella evoluciona en poco tiempo, no permitiendo que llegue a tiempo el auxilio de los remolcadores espaciales pakistaníes para retirar a la estación de su peligrosa ubicación . Esto es descrito a partir de la observación astronómica realizada desde un observatorio espacial argentino llamado Evita, en los anillos de Saturno, 10.000 años después de la generación del agujero negro consecuencia de la muerte de la estrella.
Pasada la vicisitud del violentísimo fenómeno, solo 113 personas (101 de ellas mujeres embarazadas), de los 105.023 habitantes de la estación despertaron con vida en la Tierra, al otro lado de la desembocadura del rio Pilcomayo en el portentoso río Paraguay. Los sobrevivientes exhaustos son acogidos con piedad por los aborígenes que allí viven (ancestros de los guaraníes) que los curan y atienden los partos que se comienzan a producir rapidamente
En esta extraña circunstancia la mitad de los niños que nacen presentan rasgos humanos característicos y la otra mitad presenta una serie de variaciones, todas aptas para la supervivencia e incluso algunas que la potencian.
Sigue el desenvolvimiento de 250 años de paz, reproducción intensa y síntesis cultural y civilizadora. De ella el fruto mayor lo constituye el desarrollo de la ciudad sobre palafitos muy activa en el comercio de las culturas vecinas y aún más lejanas.
Llegado este punto Apergillus Brown realiza unos vericuetos derivando por un lado, hacia la descripción exhaustiva de las variaciones producidas por los rayos cósmicos en las 50 generaciones:  desde un mayor número de apéndices, dedos, brazos, manos, piernas, bocas, dientes, oídos, narices, branquias, penes, vulvas, glúteos (hasta cinco), cabezas, otros órganos; lo cual se vuelve más que tedioso para el lector. A su vez en letra más pequeña realiza una descripción detallada de la genética de las variaciones en la población, los genes dominantes, recesivos, frecuencias, etc., etc. y sus consecuencias en la adaptabilidad y mayor capacidad reproductiva. Estas digresiones se repliegan rapidamente (o simplemente se interrumpen) por la irrupción de una circunstancia religiosa perturbadora: un conflicto por el rito tradicional que impone a los nuevos prosélitos el deber de besar el ano de las hermosas sacerdotisas  para poder ser admitidos. Ciertas escuelas o madrasas extremistas (que se desarrollan a partir de la exégesis de antiguas escrituras musulmanas halladas por algunas personas en los restos de la estación) comienzan a rechazar el beso y la inmediata reacción de los sectores ortodoxos de imponer el empalamiento (¿una hipérbole dramática del beso?) o la emasculación a los heresiarcas y rápidamente deviene en desbarajuste, depresión y decadencia de la civilización.
La gran habilidad de Aspergillus consiste en contar su fantástica historia a través de la vicisitud de una familia mestiza que comienza con las circunstancias de la protagonista ingeniera espacial árabe y devota musulmana en la estación, el amor con un aborigen que la auxilia para recuperarse de la caída, luego en el parto y la descendencia de este niño que resulta en sacerdotisas, ebanistas, peluqueros, comerciantes que son los protagonistas en la evolución hacia la ciudad de los palafitos y minaretes  y los más enconados defensores de una posición y de otra en el conflicto aludido. En particular la circunstancia de Evelyn una de las más bellas, alta y esbelta de las sacerdotisas (y la más procaz bailarina que se recuerde en esa cultura), que se vuelve el centro del culto, por lo tanto la más favorecida por besos y regalos de los fieles, lo cual provoca, finalmente, una muerte lenta (en medio de alaridos estremecedores) de manos de jóvenes asesinos de los sectores opuestos al beso, a través de la aplicación de pequeñas heridas de 5 centímetros de profundidad den todo el cuerpo, hechas a 5 centímetros de distancia sobre la piel, unas de otras, en una práctica conocida como sybilaspungenslacrimae; es de los momentos más intensos y perversos de la obra.
El final acelerado luego de descripciones agotadoras y con varias discontinuidades temporales, morales , culturales, ontológicas y epistemológicas sobre las cuales pretende reflexionar esta obra,  hacen opaco el desenlace, muy por debajo de la expectativa generada en el comienzo. Se han hecho hipótesis al respecto y las mas fiables sostienen que la esposa del autor, lo abandona por su terapeuta y abogado, reclamando un cuantioso divorcio; que por supuesto gana en tribunales, dejándolo hundido en la miseria y con su manuscrito como único capital. Nestor Aspergillus lo termina rapidamente y todas las editoriales que recorre le sugieren metérselo en el orto. Pero no lo hace. Se lo come y muere después de mucho sufrimiento por una obstrucción intestinal severísima. Finalmente la copia que había sido entregada a su esposa como parte de la división de bienes, es la que un hijo de esta y su tercer marido, dueño de la editorial más grande del país, publicó y alcanzó nuestras manos.

Wednesday, February 12, 2014

A Vísperas

A vísperas del amor
poco se puede saber realmente y no importa
todo es este beso profundo, sin pausa.

cuando estoy buscando paz o dios,
acosado de las propagandas obscenas de la rambla,
de las rutas, de 8 de octubre y de la televisión:
reverencia infinita del coreano

y más acá, entonces, vienen tus ojos verdes
tus piernas tendidas al deseo
tu lengua y tus labios,
tu íntima gravedad fragante
que clavó su bandera en mi nervio, en mi cerviz
del lado de los cisnes y los lobos,
de los atardeceres y del agua

más allá  no se puede cruzar,
los automóviles excitados uno tras otro
y todos los estereotipos:
conchas sorbiendo dinero
bocas vomitando snobs y hez,
adorando inversores, publicistas y funcionarios mórbidos.

pero yo persisto y fumo
vacilo ante los monstruos de mi sien
me invoca la Diosa a tramar delicias en el cuerpo
conmociones crepitantes en el alma
otros conspiran enaltecimiento
atentados mortales al dolor
cuchilladas a las excrecencias de podridas ansias
creciendo en la piel de las ciudades

yo seré un terrorista también
llevando crímenes a la espalda
bolchevique tenaz en la redención
dinamitero libertino en la gracia
estoy entrando a volar tu casa
con las cargas en el corazón
y el detonador en la garganta
Amén!

y



lucidez de Astllr

Monday, February 10, 2014

Thursday, February 6, 2014

La Criatura (primera toma)


posiblemente
ya no estés más en mí
en pocos días
cuando saque el clavo
de mi vientre

Si sonreí cuando te fuiste
sólo fue una versión de mí
lo que viste, para mostrarte
que adoro hasta tu ausencia
hasta las sombras paralelas
de tu esqueleto divino
fluoresciendo en las noches
no humanas del sudeste
contra el cabo grande y solo
contra los gritos destemplados
de los lobos en celo

arrancaste la vida de mi cuerpo
como se arrancan los clavos de la cruz
y cuando quisiste la crucifixión
también lo hice: ¿qué iba a hacer?
¡y sonreías en el dolor,
como si no estuvieras ahí!

Es que no estabas ahí
te habías ido
acunado en unos brazos ambarinos
de una tan otra
de una tan tuya otra, ahora
tan fijada en ti
tan fijada en tu cuerpo
como la estaca clavada
en tus pies montados
mientras sonreías
como si no estuvieras ahí

Porque no estabas ahí
habías abandonado la cruz
de tu cuadrado pecho
desvaneciéndote en el aire
llevándote la sombra de todo
llevándote tus costillas combadas
tu barba hebrea y renegrida
que inventó la noche y el mar negro.

Yo soy La Criatura
que quisiste que fuera
para inventar tus días.

Fui tu espejo
fui tu asombro enamorado
de mí, porque sólo quería
amplificarte reverberarte
super humanamente
silenciosamente
porque tanto te temías
que era cierto:
el murciélago en tu frente
aleteaba al avanzar la noche
mientras yo te protegía
de todos los sueños
de tus enemigos
que fui decapitando
frente a tus ojos
para tu gloria altísima
besando cada espina
de tu corona en sangre
y escribiendo canciones
en los agujeros de tus palmas
(aunque tu piedad
no lo apreciara).

y sí, también colgando
fueron tuyos los recuerdos
que te fui dando en la boca
mientras hablabas a medias
los principios de una religión
creada por la maquinaria de tu fe
mientras ibas derramando
todos los mantras del mundo
en un delirio precioso

oh, amor mío
todo tu amor
concentrado en este clavo
que me voy sacando del vientre
así, lentamente
con todas las tenazas de mi boca.

Wednesday, January 15, 2014

Hablando de otras cosas

 Serán obligaciones de los jinetes:

1. No galopar dentro de la planta urbana de la ciudad.

2. No atar los caballos a los árboles, columnas o postes.

3. No abandonar las cabalgaduras en la vía pública de las zonas urbanas, sin dejarlas al cuidado de alguna persona.

4. Circular por el costado derecho de la calzada cerca del cordón de la acera o del borde de la calzada en donde no exista aquélla.

5. No estacionarse en lugares de parada de vehículos, señalados por las autoridades, o en otros que por su naturaleza puedan producir aglomeración en el tránsito.
Artículo D.2327. Digesto Municipal de la Ciudad de Montevideo




No, por eso te decía Julio, hablemos de otra cosa mejor
¿fuiste al Ramírez?
¿viste la ballena en Carrasco?
¿y sabés que le dieron un premio por Transporte Sustentable a Buenos Aires ? ,
¿y de la expedición esa que están organizando a Marte , para colonizar...?
no pero pará ¿de lo único que hablás al final es de...?
¿y yo que sé?
Sí la luna y júpiter, me pasa, pero no quiero hablar de...
¿pero no era que...?
bárbaro, me voy a la mierda
Uy, me guincharon
justo dejé el caballo atado al árbol








Monday, January 13, 2014

Retirada

Voy a llevarte a conocer el mundo mi amor
vamos a ensartar los caniches de las viejas
vamos a estaquearlos con alambre en las parrillas
donde ya estará el carbón prendido
hasta dorarlos mi amor
con la forma del paisito
para que se los coman bien crocantes
los murgueros de mierda
y vamos a hacer una raya bien larga
desde el gas hasta ramírez
y la vamos a ir tomando
a todo lo largo
mientras vamos rapiñando a los amantes
a las familias
a los pescadores
y les vamos a sacar todos los buñuelos
y todas las margaritas de dulce de leche
y si por casualidad encontramos
una torta frita sin agujero
vamos a preguntar quién fue
y alguien nos va a decir el nombre
y le vamos a meter una Nix por el ojete
acostada, horizontal, de tal manera
que quede abierto el camino
para después meterle la heladera
que te regalé con los puntos
que el tortero va a quedar hecho una cruz
flotando en el mar, lleno de bolsas
que serán todos los recuerdos
de los mordiscones que te di
en la espalda del cementerio
hasta dejarte llena de tatuajes
con la forma de mi media dentadura
y vamos a juntar todos los dientes
los que me quedan y los de mis amistades
y vamos a lustrarlos y hacerte un collar
para que subas al carromato de las reinas
y si hay alguna más pichi que vos
la quemamos bien quemada
y te ponemos a vos arriba del todo
para que me saludes solo a mí
y si te saluda alguien más
lo hacemos mierda al hijo de puta
que se va acordar hasta de tu quinto apellido
si tuvieras uno
porque no sabes ni de quién sos hija
pero yo sí, pero no te lo voy a decir
para no armar más quilombo, entendés
y cuando sepa la comparsa
de donde salieron las princesas
los cosemos a balazos también
y a los que andan ahí abajo
les perforamos las lonjas primero
y por ahí les metemos las manos
y después se las cortamos mi amor
mientras me mirás con esa sonrisa
y lo vamos a filmar
y lo vamos a pasar en el plasma mas grande del Uruguay
que me regaló la esposa del ministro
y lo vamos a poner en la azotea
mirando al cielo
para que lo vean los marcianos
y salgamos en iutub mi amor
nosotros los emperadores del barrio
y vamos a mandar todas las cabezas que cortamos:
a paso de la arena en el 137
al complejo américa en el 145
a Lezica en el 409
y a la concha de la madre en el 161
para que sepan quién manda
y nos manden las cadenas de oro de vuelta
y los relojes de los directores técnicos
y las cabelleras recién arrancadas
a las viejas de pocitos
malvín, carrasco y punta gorda
y todos los bronces de todas los pestillos
y el cobre de todos los cables de ute
y el oro de todos los anillos
y hasta van a mandar un desfile de 4x4
que va a quedar andando permanentemente
de día y de noche para vos
desde el gas hasta ramírez
las 4x4 de todos los colores
para que vayas en la más grande
en la más roja
para que veas como arden todos los contenedores
y los edificios de la rambla
hasta que no quede nada
más que vos y yo
hablándonos por celular mi amor
y por las tablets brillantes
donde vamos a ver pelis de mafiosos
y fotos nuestras
y vos con el culo alto
y la cara desfigurada
de cagarte a patadas todo el día
y yo abrazándote mi amor
con mis pulseras de oro hasta el codo
y mis cadenas falsas
porque las auténticas pesan demasiado
y me dan dolor de espalda
y ya quemé tres médicos entendés
porque no pueden conmigo
Pero no te preocupes mi amor
no quiero seguir ninguna dieta
quiero tener esta zapán
criada a cerveza y milanesa
y chivito al plato
a las dos de la mañana
y whisky y merca.
El porro dejáselo a los pú
si hasta es legal ahora
pero ya va a caer ese viejo
enemigo del pueblo.