Showing posts with label urbi et orbe. Show all posts
Showing posts with label urbi et orbe. Show all posts

Saturday, March 28, 2009

Una modesta proposición


Una modesta proposición para prevenir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles al público.



Es un asunto melancólico para quienes pasean por esta gran ciudad o viajan por el campo, ver las calles, los caminos y las puertas de las cabañas atestados de mendigos del sexo femenino, seguidos de tres, cuatro o seis niños, todos en harapos e importunando a cada viajero por una limosna. Esas madres, en vez de hallarse en condiciones de trabajar para ganarse la vida honestamente, se ven obligadas a perder su tiempo en la vagancia, mendigando el sustento de sus desvalidos infantes: quienes, apenas crecen, se hacen ladrones por falta de trabajo, o abandonan su querido país natal para luchar por el Pretendiente en España, o se venden a sí mismos en las Barbados.

Creo que todos los partidos están de acuerdo en que este número prodigioso de niños en los brazos, sobre las espaldas o a los talones de sus madres, y frecuentemente de sus padres, resulta en el deplorable estado actual del Reino un perjuicio adicional muy grande; y por lo tanto, quienquiera que encontrase un método razonable, económico y fácil para hacer de ellos miembros cabales y útiles del estado, merecería tanto agradecimiento del público como para tener instalada su estatua como protector de la Nación.

[. . .]

Por mi parte, habiendo volcado mis pensamientos durante muchos años sobre este importante asunto, y sopesado maduradamente los diversos planes de otros proyectistas, siempre los he encontrado groseramente equivocados en su cálculo. Es cierto que un niño recién nacido puede ser mantenido durante un año solar por la leche materna y poco alimento más; a lo sumo por un valor no mayor de dos chelines o su equivalente en mendrugos, que la madre puede conseguir ciertamente mediante su legítima ocupación de mendigar. Y es exactamente al año de edad que yo propongo que nos ocupemos de ellos de manera tal que en lugar de constituir una carga para sus padres o la parroquia, o de carecer de comida y vestido por el resto de sus vidas, contribuirán por el contrario a la alimentación, y en parte a la vestimenta, de muchos miles.

Hay además otra gran ventaja en mi plan, que evitará esos abortos voluntarios y esa práctica horrenda, ¡cielos!, ¡demasiado frecuente entre nosotros!, de mujeres que asesinan a sus hijos bastardos, sacrificando a los pobres bebés inocentes, no sé si más por evitar los gastos que la vergüenza, lo cual arrancaría las lágrimas y la piedad del pecho más salvaje e inhumano.

El número de almas en este reino se estima usualmente en un millón y medio, de éstas calculo que puede haber aproximadamente doscientas mil parejas cuyas mujeres son fecundas; de ese número resto treinta mil parejas capaces de mantener a sus hijos, aunque entiendo que puede no haber tantas bajo las actuales angustias del reino; pero suponiéndolo así, quedarán ciento setenta mil parideras. Resto nuevamente cincuenta mil por las mujeres que abortan, o cuyos hijos mueren por accidente o enfermedad antes de cumplir el año. Quedan sólo ciento veinte mil hijos de padres pobres nacidos anualmente: la cuestión es entonces, cómo se educará y sostendrá a esta cantidad, lo cual, como ya he dicho, es completamente imposible, en el actual estado de cosas, mediante los métodos hasta ahora propuestos.

[. . .]

Me aseguran nuestros comerciantes que un muchacho o muchacha no es mercancía vendible antes de los doce años; e incluso cuando llegan a esta edad no producirán más de tres libras o tres libras y media corona como máximo en la transacción; lo que ni siquiera puede compensar a los padres o al reino el gasto en nutrición y harapos, que habrá sido al menos de cuatro veces ese valor.

Propondré ahora por lo tanto humildemente mis propias reflexiones, que espero no se prestarán a la menor objeción.
Me ha asegurado un americano muy entendido que conozco en Londres, que un tierno niño sano y bien criado constituye al año de edad el alimento más delicioso, nutritivo y saludable, ya sea estofado, asado, al horno o hervido; y no dudo que servirá igualmente en un fricasé o un ragout.

Ofrezco por lo tanto humildemente a la consideración del público que de los ciento veinte mil niños ya calculados, veinte mil se reserven para la reproducción, de los cuales sólo una cuarta parte serán machos; lo que es más de lo que permitimos a las ovejas, las vacas y los puercos; y mi razón es que esos niños raramente son frutos del matrimonio, una circunstancia no muy estimada por nuestros salvajes, en consecuencia un macho será suficiente para servir a cuatro hembras. De manera que los cien mil restantes pueden, al año de edad, ser ofrecidos en venta a las personas de calidad y fortuna del reino; aconsejando siempre a las madres que los amamanten copiosamente durante el último mes, a fin de ponerlos regordetes y mantecosos para una buena mesa. Un niño llenará dos fuentes en una comida para los amigos; y cuando la familia cene sola, el cuarto delantero o trasero constituirá un plato razonable, y sazonado con un poco de pimienta o de sal después de hervirlo resultará muy bueno hasta el cuarto día, especialmente en invierno.
He calculado que como término medio un niño recién nacido pesará doce libras, y en un año solar, si es tolerablemente criado, alcanzará las veintiocho.

Concedo que este manjar resultará algo costoso, y será por lo tanto muy apropiado para terratenientes, quienes, como ya han devorado a la mayoría de los padres, parecen acreditar los mejores derechos sobre los hijos.

Todo el año habrá carne de infante, pero más abundantemente en marzo, y un poco antes o después: pues nos informa un grave autor, eminente médico francés, que siendo el pescado una dieta prolífica, en los países católicos romanos nacen muchos mas niños aproximadamente nueve meses después de Cuaresma que en cualquier otra estación; en consecuencia, contando un año después de Cuaresma, los mercados estarán más abarrotados que de costumbre, porque el número de niños papistas es por lo menos de tres a uno en este reino: y entonces esto traerá otra ventaja colateral, al disminuir el número de papistas entre nosotros.

Ya he calculado el costo de crianza de un hijo de mendigo (entre los que incluyo a todos los cabañeros, a los jornaleros y a cuatro quintos de los campesinos) en unos dos chelines por año, harapos incluidos; y creo que ningún caballero se quejaría de pagar diez chelines por el cuerpo de un buen niño gordo, del cual, como he dicho, sacará cuatro fuentes de excelente carne nutritiva cuando sólo tenga a algún amigo o a su propia familia a comer con él. De este modo, el hacendado aprenderá a ser un buen terrateniente y se hará popular entre los arrendatarios; y la madre tendrá ocho chelines de ganancia limpia y quedará en condiciones de trabajar hasta que produzca otro niño.

Quienes sean más ahorrativos (como debo confesar que requieren los tiempos) pueden desollar el cuerpo; con la piel, artificiosamente preparada, se podrán hacer admirables guantes para damas y botas de verano para caballeros elegantes.

En nuestra ciudad de Dublín, los mataderos para este propósito pueden establecerse en sus zonas más convenientes, y podemos estar seguros de que carniceros no faltarán; aunque más bien recomiendo comprar los niños vivos y adobarlos mientras aún están tibios del cuchillo, como hacemos para asar los cerdos.

[. . .]

He divagado excesivamente, de manera que volveré al tema. Me parece que las ventajas de la proposición que he enunciado son obvias y muchas, así como de la mayor importancia.

En primer lugar, como ya he observado, disminuiría grandemente el número de papistas que nos invaden anualmente, que son los principales engendradores de la nación y nuestros enemigos más peligrosos; y que se quedan en el país con el propósito de entregar el reino al Pretendiente, esperando sacar ventaja de la ausencia de tantos buenos protestantes, quienes han preferido abandonar el país antes que quedarse en él pagando diezmos contra su conciencia a un cura episcopal.

Segundo, los más pobres arrendatarios poseerán algo de valor que la ley podrá hacer embargable y que les ayudará a pagar su renta al terrateniente, habiendo sido confiscados ya su ganado y cereales, y siendo el dinero algo desconocido para ellos.

Tercero, puesto que la manutención de cien mil niños, de dos años para arriba, no se puede calcular en menos de diez chelines anuales por cada uno, el tesoro nacional se verá incrementado en cincuenta mil libras por año, sin contar el provecho del nuevo plato introducido en las mesas de todos los caballeros de fortuna del reino que tengan algún refinamiento en el gusto. Y el dinero circulará sólo entre nosotros, ya que los bienes serán enteramente producidos y manufacturados por nosotros.

Cuarto, las reproductoras constantes, además de ganar ocho chelines anuales por la venta de sus niños, se quitarán de encima la obligación de mantenerlos después del primer año.

Quinto, este manjar atraerá una gran clientela a las tabernas, donde los venteros serán seguramente tan prudentes como para procurarse las mejores recetas para prepararlo a la perfección, y consecuentemente ver sus casas frecuentadas por todos los distinguidos caballeros, quienes se precian con justicia de su conocimiento del buen comer: y un diestro cocinero, que sepa cómo agradar a sus huéspedes, se las ingeniará para hacerlo tan caro como a ellos les plazca.

Sexto: esto constituirá un gran estímulo para el matrimonio, que todas las naciones sabias han alentado mediante recompensas o impuesto mediante leyes y penalidades. Aumentaría el cuidado y la ternura de las madres hacia sus hijos, al estar seguras de que los pobres niños tendrían una colocación de por vida, provista de algún modo por el público, y que les daría una ganancia anual en vez de gastos. Pronto veríamos una honesta emulación entre las mujeres casadas para mostrar cuál de ellas lleva al mercado al niño más gordo. Los hombres atenderían a sus esposas durante el embarazo tanto como atienden ahora a sus yeguas, sus vacas o sus puercas cuando están por parir; y no las amenazarían con golpearlas o patearlas (práctica tan frecuente) por temor a un aborto.

[. . .]

Declaro, con toda la sinceridad de mi corazón, que no tengo el menor interés personal en esforzarme por promover esta obra necesaria, y que no me impulsa otro motivo que el bien público de mi patria, desarrollando nuestro comercio, cuidando de los niños, aliviando al pobre y dando algún placer al rico. No tengo hijos por los que pueda proponerme obtener un solo penique; el más joven tiene nueve años, y mi mujer ya no es fecunda.


Jonathan Swift

Irlanda, 1729

Sunday, March 15, 2009

Lo que te estaba por decir...

...el Oeste montevideano es vasto y diverso.
Comienza con algo de eso que decís,
De jardines y calles de amplias arboledas,
Pero más al Oeste se vuelve proletario, malevo, pobre (hacia los arroyos)
y también ranciamente aristócrata por momentos.

Lleno de Utopías llorosas como los eucaliptus y los sauces.
Rutas, accesos violentos de miserias,
Injusticias ardientes y lugares misteriosos, lascivos, terribles y hermosos.
Puentes, los más lindos y abyectos
-Especialmente proclives al crimen
y a la busqueda de la felicidad.
Y aún a ambas cosas a la vez-
Encuentra el Abandono y Cementerios altos, la Bahía.
Una fortaleza con cañones, ranchos, bosques, playas y field de golf.
Hay raza: india, negra y otras aún distintas.
Lastimosamente pobre y precario.
Y aún bellas jóvenes de orgulloso, fértil vientre.

Solidamente voluptuoso,
mansiones de presidentes y alquimistas,
Villas casi italianas, quintas.
Mujeres de bronce y Hombres de trigo.
Estoicamente triste, lacrimoso, esperanzado y desesperado.
Iglesias y Terreiros.
Padre del fracaso y Madre del futuro.
Quizás.
Y árboles hermosísimos.
Como el de ahí, a tus espaldas.

Campo luego, la via del ferrocarril...






foto 1: vista de la bahía desde el Cerro (calle Barcelona).
foto 2: vista del Cerro e isla del Bizcochero desde "La isla" (La Teja).
foto 3: deriva sobre mapa de Capurro y La Teja propuesta por jntkdvr.

Thursday, February 26, 2009

una ideología para destruir ciudades


Voy a tomarme un Copsa en la terminal de Río Branco. En el bondi que agarra por Colonia paso por el BPS, por la explanada esa, y veo que alambraron todo con postes de hormigón y alambre de púa. Misterioso, inconcebible, atroz, retrógrado, empobrecedor, decadente, inseguro, monstruoso, inhumano, aunque sea transitorio.

El plan de movilidad urbana es el cuento chino más caro del mundo, hasta ahora sólo ha servido para tener boletos más grandes y ensuciar más.

Me bajo en el extremo fétido de la ciudad, voy hacia la terminal. Atravieso la bajada podrida, los palacios en ruinas habitados de hombres-rata, las casas de repuestos, los muebles para las putas de 18. Hay un cartel pegado en uno, piden minas para laburar y un teléfono.

Todo pasó en 30 segundos.
Un pelado de lentes negros en el asiento del acompañante deja caer una pelota de papel blanco al asfalto. Después una gorda culona deja caer un vaso de plástico blanco antes de subir al 7E11 Lagomar. Otra gorda que espera un no sé qué con destino a la concha de su madre deja caer otro papel arrugado.
Lo que más me impresiona es como "dejan caer", no lanzan. Es como un disimulo, como un desgano, como secretando algo abyecto.

El bondi agarra por Paysandú, perpendicular a la pendiente hacia la bahía, esas calles cortitas a la altura del Cordón, la proa increíble de Barrios Amorín, la escalerita de Hermano Damasceno que termina en el ibirapitá florecido, Piedra Alta...

Veo de lejos la cúpula de la iglesia de la Aguada, los ladrillos del Sagrada Familia y la linterna del palacio, blanca y espectral, todo como si fuera otra ciudad, otro tiempo.

Kncr crew llegó a La Blanqueada para darle una fuerza a Nacional. Hay un par de murales en Av. Italia y Sambucetti y otro en Garibaldi e Ibirapitá usando la gama tricolor. Aclara una leyenda: manya puto.
Interesante híbrido entre mural y grafiti deportivo que, la verdad, no me cae bien. Pero a la vista de los resultados, es un ejemplo de la influencia benéfica del arte callejero.

Atención (aunque igual no pasa nada): la zona de Av. Italia y Gallinal se transformó en otro descontrol urbano, edificios completamente fuera de altura destrozaron uno de los territorios más atractivos, esas laderas únicas.

La zona del arroyo que termina en el Molino de Pérez se puso fea fea de Rivera para arriba. Parte de la hecatombe del Este.Es la acción incesante y mancomunada del profesional arquitecto, de la especulación inmobiliaria y de la desidia de la intendencia.
Pero nunca escuchamos el lamento de un arquitecto en cuestiones urbanas o edilicias porque el arquitecto es el bicho más corporativo que hay, más que los médicos, más que los funcionarios del INAU. Acá y en Dubai.

Unas cuadras más adelante, cruzando Av. Italia, hay un taller, "El rey del lubricante", escrito en letras góticas.
Un flaco de mameluco sale a la puerta, se recuesta y, más o menos disimuladamente, da vuelta la cabeza para ver a una flaca muy linda, fuerte, ancas poderosas, que camina hacia el Norte, hacia el unico edificio de la zona que se alza como último vestigio de una falsa civilización (para arriba está Camino Carrasco).

Soy adicto a las publicaciones barriales gratuitas, las leo de punta a punta. Ahora estoy siguiendo Tiempos del Sur, no barrial, más pro(fesional) que se distribuye en los Redbrou.
Me hice adicto en particular a la columna de Maikol Píriz, un plancha que me divierte, la última sobre un encuentro sobrenatural con Julio Ribas.

Me gustan los autores que pueden hablar como otros, que son imitadores, porque a mí me resulta imposible, nunca puedo dejar de ser yo. Aunque a lo mejor el Maikol es más parecido al Maikol de lo que creo.

Si el flaco es el rey del lubricante, qué sería la flaca?

Cuando agarro por Avenida de las Américas digo "qué cagada que no va por Gianattasio". Si hubiera agarrado por Gianattasio habría dicho: "qué cagada que no agarró por la Interbalnearia". No sé qué es peor.

El plan de movilidad urbana es el cuento chino más caro del mundo.
Como me observó jk, también se proyecta el ensanche de Garzón mientras corre una vía de tren paralela que no está contemplada en absoluto en el Plan de Movilidad Urbana, ese cuento chino.

Me llegó recién este spam fantástico e indescifrable:
Subject: lounnging resorted loyal blusher.
Y el mensaje: hallellujahs thermostat zoography preoxidized
¿Cómo se puede llegar tan lejos?
Ya es parte de mi colección de spam.

"La historia es que ahora el Yona conoció a una de las ex "chin chin" de Cacho Bochinche y anda quebrando todo el día con ella. ¡Pero dejá a esa cheta pisabarro, que se hace la linda y vive en el cante! Yo ya le estoy comiendo la oreja con el cuento de que soy amigo del enano Fermín y en cualquier momento te soplo la Chichi, pelao. Vas a quedar cantando pajarito amarillo con Pelusita PAN TRISTE!!! Y no te me pongás corte rottweiler, porque tengo una foto de la Lali (el trava de bulevar) bañándose en tu casa, en cualquier momento prendo la tuba y quemo todo. Dejá de pensar que salís con una chin chin, que ése es el de las marionetas con peluca". ("La respuesta de Dios a Julito" en El Rincón de Maikol Píriz, Tiempos del Sur, n16, 20-6 de febrero 2009).

Siempre pienso que los autores que pueden hablar como gente distinta a uno son buena gente, si es que Maikol no es tan Maikol.
Una persona que puede imitar a otra sabe escuchar, sabe ponerse en su lugar, sabe cómo piensa y qué siente.

Reviso la obra de Carlos Martínez Moreno, capaz de hablar por gente que no sabía hablar, principalmente en Tierra en la boca, que empieza con el asesinato de un sereno de una carnicería por dos lúmpenes por dos pesos. La novela es la huida por una Montevideo tan decadente como la que veo desde el Copsa, esa cosa visionaria que tiene también el "Carlos" de Handler.

Avenida de las Américas. Toda esa urbanización para nuevos ricos alrededor del lago. Por ahí viven Paco Casal y Fasano.

Son mansiones levantadas de las peores revistas hechas por arquitectos que pasaron por esa facultad que está en Bulevar y Bulevar.
Las MacMansions abarcan todo lo que da el terreno, hasta el borde con el otro padrón, en una competencia para ver quién la tiene más grande. Las MacMansions fueron la mecha que encendió la crisis financiera de Estados Unidos y por lo tanto del mundo.
Mirando esas casas berretas y caras me siento como mirando sociales de Galería, ese bronceado pasado de rosca, ese gimnasio de último momento, ese implante a la vista.
La opulencia puntual de estas casas es el detalle atroz de la pobreza urbana. Las ciudades pobres tienen hipertrofia de espacios privados y atrofia de servicios públicos, cuatro aires acondicionados por balcón (la calefacción central dejó de funcar hace tiempo porque los vecinos se pelean) y las 4x4 deshacen las veredas. Los huskies bañados y secados con secador sólo cagan en las veredas desechas y en las plazas secas, para eso están.
El único ámbito público que no se atrofia son las cárceles.

Lo que me interesa y admiro de Carlos Martínez Moreno son dos cosas: que es un gran escritor y que le interesaba Montevideo. La describe de una manera tan vívida. La ve.
Toda la primera parte de El paredón (bastante despareja, pero con grandes momentos) es una descripción de esquinas, bares y fondas donde el tipo habla hasta de lo que se comía. A veces es como escuchar a mi viejo, las mismas obervaciones, la misma jerga generacional.

Hablo por skype con un amigo español. Me cuenta que vuelve de pasear a la perra, Hank, por un campo de maíz ahí cerca. Le pregunto si no era que vivía en la ciudad. Sí, me dice, pero en el borde. Y donde termina la ciudad empieza el campo.
Acá no, le digo, acá es distinto, acá tenemos barrios jardines y, ultimamente, asentamientos. Por eso no tenemos ni ciudad ni acceso al campo.

También tenemos Ciudad de la costa, esa anti-ciudad.


El bondi va hasta las bolas y el cartel cínico: "34 pasajeros parados".
Dejemos de lado el asunto del mate y el termo de la multitud pobre y drogada con Canarias. La cuestion es que nunca nadie le da el asiento a una mina con un pibe en brazos, nunca jamás. Es peor, los que están sentados se miran entre ellos, en el fondo avergonzados, pero más que nada avergonzados de levantarse y ofrecer el asiento.
Es como una antisocialidad consciente y militante, como un estado del alma, como un odio. Es la ideología antiurbana.

La única persona sentada que le dice algo a la madre parada con el pendejo es otra madre con otro pendejo: "Yo me bajo en Marindia", le dice.

Algunos otros bonitos subjects de mi colección de spam:
So huge it´s like a vibrator.
Rigid and stiff manhood is just one tablet away.
Let your zip feel tension.
Larger than a python.
Give your bomb longer timer.
Put your sword in her scabbard.

I put my 9 inch manmeat in her.
Make your hose's radius great.
Put your doughnut in her oven.
Give her serious bombing.
6 inches even when flaccid.

"La crónica narraba el caso de un novillo moribundo al que la gente --mujeres y niños por delante, hombres cerrando filas tras ellos-- había tumbado a pedradas. La lucha entre los troperos y aquella turba de cuchillos en ristre había sido breve y concreta. En menos de cinco minutos, mientras la pedrea arrinconaba a los reseros contra las alambradas, y los reducía a luchar con sus mismos caballos despavoridos, la pululación de los ranchos, danzando vertiginosamente en torno al novillo caído, lo había mondado hasta la osamenta. Varias decenas de presos en los juzgados, varios testigos de ese subsuelo miserable de la ciudad, eran los agonistas de aquella suerte de ballet siniestro de azadas, picos y cuchillos, de cuervos sobre la carnaza fría y caliente. (Carlos Martínez Moreno, El paredón, 1962).

El Plan de Movilidad Urbana es el cuento chino más caro del mundo. ¿Alguien nos explicó por que es necesario un plan de movilidad urbana? Porque el sitio de la intendencia es una cripta, ni buscador tiene.

Los comerciantes de Gral. Flores se organizaron contra el ensanche de la preciosa avenida, resultado del plan de movilidad, y es lógico. Eliminar veredas es obra de la ignorancia. Pero sólo trascendió como una movida liderada por la colorada Glenda Rondán.

Unos vecinos de Carrasco se organizan para que no fraccionen y vendan un parque público en el barrio, pero sólo trascendió como una movida de pitucos al pedo.

La ciudad no es un tema en el mundo tomado por la ideología antiurbana, que privilegia la organización de los vecinos de Pando para bajar la edad de la ley de imputabilidad, para que los pendejos vayan en cana a los 13 años, "como en Inglaterra", dice la comerciante en el informativo.

La inseguridad es el tema favorito de la ideología antiurbana, porque es funcional a la destrucción de la confianza en los desconocidos, que es la base del funcionamiento urbano. Para la ideología antiurbana todo otro problema urbano es asunto de viejas cotorrudas. Y quejarse de los soretes en la vereda es de trolo, es más, parece que fueron los trolos que empezaron a quejarse de esto (ver Milk, de Gus Van Sant, muy floja).

La inseguridad y la violencia urbana funcionan de acuerdo con el mismo mecanismo de las enfermedades autoinmunes, pero a una escala mayor. El cuerpo no se reconoce y se ataca a sí mismo. Así opera la naturaleza dadas determinadas circunstancias, a grandes y pequeñas escalas aplicando el mismo patrón de comportamiento.

La ideología es algo poderoso y nocivo que permea hasta calar el hueso.
La ideología antiurbana tiene cuatro ruedas y se reproduce en pantallas como la peste.

Causas principales de la ideología antiurbana (Jane Jacobs):

1. La destrucción de la estructura familiar por la exacerbación del consumo individual.
2. La autorregulación de las profesiones liberales.
3. La distancia u opacidad entre el pago de impuestos y los beneficios recibidos.
4. El credencialismo educativo (educar sólo para conseguir un título, sólo para acceder al mercado de trabajo)
5. La desaparición del pensamiento científico del ámbito de la vida cotidiana.

Todo otro problema, crisis ambiental, racismo, xenofobia, etc. etc. son el resultado de estos cinco puntos.
Conclusión: Dark Age Ahead (Jane Jacobs).

"Y eso era también --el director del diario no lo había aprobado desde el principio, pero había acabado por reconocerlo-- Montevideo, esta Montevideo madre cruel, esta ciudad holgada de los rotundos burgueses, esta ciudad novelera del tesoro garibaldino arañado bajo el mausoleo de los héroes, esta ciudad-calcomanía de bañistas bruñidos de agua y sol, esta ciudad trampeada de las angostas y oscuras canteras de mugre, esponjadas en busca de cucharillas de plata, de alambres y de papeles ardidos" (ídem anterior).

El spam, los trolls, la violencia inusitada en los comentarios de las noticias de prensa son otra visualización del organismo urbano que busca destruirse a sí mismo. Es la ideología antiurbana que actúa desde nosotros y contra los otros sin movernos del asiento, sin caminar por la calle y sin vernos, sin querer saber quiénes somos.

La ideología antiurbana va más lejos, impide defenderse de la ideología antiurbana. Impide por ejemplo moderar un blog o un sitio de noticias por un pudor indescriptible, impide que el chofer del Copsa lo saque del forro del orto al mongólico sentado en el primer asiento, impide que le digamos a la gorda que tira el papel al suelo que se vaya a la concha de su madre, que es donde efectivamente vive.

La ideología antiurbana crea fascistas, una multitud de fascistas, activos y pasivos: desde los lúmpenes hasta los oligarcas, que se creen superhombres. Su motto: "merezco ser millonario y no trabajar". Por debajo de eso todo es frustración y odio. El odio con una sonrisa, el odio con un chiste, con un juego de palabras, con un espectáculo.

"A dedo no", cantan los bobos alegres del espó de la Pesi.

Friday, January 30, 2009

Wednesday, January 7, 2009

A city within a city


THE QUARTERS.

A city can only be reconstructed in the form of urban quarters. A large or a small city can only be reorganized as a large or a small number of urban quarters; as a federation of autonomous quarters. Each quarter must have its own center, periphery and limit. Each quarter must be A CITY WITHIN A CITY. The quarter must integrate all daily functions of urban life (dwelling, working, leisure) within a territory dimensioned on the basis of the comfort of a walking person; not exceeding 35 hectares (80 acres) in surface and 15,000 inhabitants. Tiredness sets a natural limit to what a human being is prepared to walk daily and this limit has taught mankind all through history the size of rural or urban communities.

There seems, on the contrary, to be no natural limit to the size of a functional zone; the boredom which befalls man while driving a car has made him forget any sense of physical limit.

The form of the city and of its public spaces cannot be a matter of personal experiment. The city and its public spaces can only be built in the form of streets, squares, and quarters of familiar dimensions and character, based on the local tradition. Whether of grand metropolitan or intimate local quality, the streets and squares must present a permanent and familiar character. Their dimensions and proportions must be those of the best and most beautiful pre-industrial cities, obtained from and verified by a millennia-old culture.

After the crimes committed against the cities and landscapes of Europe over the last few decades in the name of progress and efficiency, the professions of architecture and engineering deserve nothing but the contempt of the population. The function of architecture is not, and never has been, to take one's breath away: it exists to create a built environment which is habitable, agreeable, beautiful, elegant and solid.

Simplicity must be the goal of the urban plan, however complex the urban geography and topography. The city must be articulated into public and domestic spaces, monuments and urban fabric, classical architecture and vernacular buildings, squares and streets, and in that hierarchy.

This project opposes fragmentation: confronted by the growing monolithic powers of the State and the big economic organizations, we find that society and its culture is being increasingly fragmented. The true grandeur of a city depends on the intelligence of its physical and social organization, on the familiarity of its public spaces, the beauty of its monuments and finally, on the wisdom with which one knows how to exploit the beauties and the accidents of nature to the greatest advantage of all its citizens. It depends, above all, on the identification of each citizen with the present as much as with the past.

Hypertrophy is a characteristic of the decomposition of most European cities in the industrial era. The periphery destroys the structure of the historical center. Monofunctional zoning promotes high concentrations of administrative and commercial activities in the historic center, and the periphery remains a purely residential area. The old city becomes the heart of too-large a body, and under the combined pressures of building speculation and the growing tertiary sectors, it slowly disintegrates, with the population in the center dropping.

Monofunctional zoning can be identified as the most radical instrument in the destruction of European cities. Not only does it promote land and building speculation at the large scale, but it also strengthens the centralizing tendencies of political bureaucracies and justifies the monopolization of commerce. Thus, it destroys the refined and delicate physical fabric of most cities, and it has also become the most brutal means for destroying the social fabric and the complex cultural and economic relationships within the surviving urban
community.

WHAT IS AN URBAN QUARTER: FORM AND LEGISLATION.

When Florence was the cultural and financial capital of the Renaissance, it contained scarcely 70,000 inhabitants. On foot, one could traverse this glorious city in twenty minutes from one side to the other. In the fifteenth century the most populous cities of Europe -- Paris, Milan and Venice -- contained no more than 100,000 people and already Leonardo da Vinci was proposing to divide his city into five autonomous riones (quarters).

Before 1800, and with the exception of Cologne, each of the most powerful and prestigious of the 150 German cities had no more than 35,000 inhabitants; Nuremberg had about 20,000. If the German architect, urbanist and teacher Heinrich Tessenow affirmed that there was a strict relationship between the economic and cultural wealth of a city on the one hand, and the limitation of its population on the other, he was advancing not a hypothesis but a historical fact. By cultural and material wealth he did not mean absolute power, but the just and harmonious relationship established between the citizens of a city and its territory.

In contrast to the zones of an industrialized territory, the measurements and geometric organization of a city and of its quarters are never the result of chance or accident or simply of economic necessity. The measurements and geometric order of a city and of its quarters constitute a project which is moral and legislative, technical and aesthetic.

As the glove and the shoe are the accomplished forms used to cover hands and feet, similarly the house and the street, the palace and the square are the just types and forms to shelter and protect the social life of a people.

It is a fact that a city of more than 50,000 inhabitants will not succeed in living solely on the resources of its surrounding territory unless blessed by the most clement of climates. Beyond a certain size, the mere logistics of supply and distribution become the principal aim of civic life; thus the majority of citizens are employed in the branches of distribution, administration, and services. Instead, we should realize that the right form of the city exists only in the right scale. An object that imitates a glove but which weighs ten tons is not a glove.

In violent opposition to the designers of industrial projects, in contrast to the numerous teachings of the Bauhaus, the Deutscher Werkbund, or the Nazi Deutsche Arbeits Front (DAF), there is no reason to believe that the measurements of the city and of its parts lie in mathematical precision. We are not interested in utopias or ideal projects and we refuse to occupy ourselves with ideal and abstract measurements. Such preoccupations are characteristic of merchants and policemen; they always confuse the notions of type and standard, of normality and norm. Monsters and midgets define the limits of normality; one by excess, the other by insufficiency. In order to define a normal measure it is thus sufficient for us to indicate limits, that is to say, the maximum and the minimum.

But measure does not only concern the geometric dimension of spaces and objects of the city and its quarters, but also the size of human communities. Like a tree or a man, a human community cannot exceed a certain dimension without becoming a monster; either a giant or a dwarf. As Aristotle said: "To the size of cities there is a limit as is the case with everything, with plants, animals, tools; because none of these can retain its natural power if it is too large or too small, for it then loses its nature or it is spoilt" (Aristotle, Politics).

Similarly, Galileo maintained that a man of 100 meters in height made of flesh and bone would imprison himself and would be incapable of living on this planet. The Pythagoreans taught that evil belonged to the realm of the limitless and that good belonged to that which was limited. Aristotle made this truth the foundation of everything: philosophy, ethics, and by consequence, of politics and culture.

Just as proper measure is the condition of all life, so the vitality of a community overdevelops or atrophies according to the number of its inhabitants; a city can die by an abnormal expansion, density or dispersion. And just as a family does not grow through the swelling of the parents' bodies but through the birth of children, so an urban civilization cannot with impunity grow beyond the exaggerated swelling of human agglomerations. "A tree grows freely --wrote the
progressive German industrialist and anti-Nazi statesman Walther Rathenau--, that doesn't mean that it is going to decamp or for that matter grow up to the sky".

The free and harmonious growth of an urban civilization cannot be accomplished except by the right and judicious geographical distribution of its cities and communities, which have to be
autonomous and finite. Only then will cities know how to respond to the economic functions of a community and satisfy the highest aspirations of the spirit.

THE NATURE OF THE CITY.

Like all organisms in nature, a city must be a finite object; it has a mature, i.e., a maximum and a minimum size, both in surface and volume, in plan and silhouette, in the number of inhabitants it can house and in the number of activities it can allow and perform.

Contradicting and in contrast to the a-centrality and functional monotony of industrial zones, a city is a geographical center of limited size, integrating all periodic and aperiodic urban activities,
functions and uses, whether private or public, commercial or productive, religious and political in nature.

A metropolis is formed by a smaller or greater number of independent and autonomous cities, by a federation of cities. The metropolis provides for those functions of national and international importance which overburden and overcrowd the daily lives of one single city. These activities are located in the malls and parks, along the avenues and squares which separate the different cities of a metropolitan federation, or alternatively along the parades and boulevards which
form its boundaries and limits towards the countryside. The metropolis must have a center and a well-defined, readable limit.

A city is formed by a maximum of four urban quarters. It provides for periodic and aperiodic functions of regional importance which would overburden and overcrowd the daily working of one single quarter. These activities are located within the avenues and squares which separate the different quarters, or, alternatively, along the boulevards which form the boundary and limits of the city and its quarters. The city must have a center and a well-defined, readable
limit.

The urban quarter is a true city within the city. As a part, it contains the features and qualities of the whole. It is a full and mature member of the family of quarters which form the city. The urban quarter provides for all periodic local (daily and weekly) urban functions (residential, educational, productive, administrative, commercial, recreational, etc.) within a limited piece of land dimensioned on the needs of a pedestrian.

The walking person should be able to reach on foot, and without the use of mechanical means of transport, all habitual daily and weekly functions within a maximum of 10 minutes walk. Such a compact area measures approximately 33 hectares (80 acres). In a metropolitan federation of independent cities the importance of mechanical means of transport, whether public or private, will be greatly reduced; they will serve principally aperiodic needs and they will become
instruments of privilege and pleasure.

THE SIZE OF A CITY.

If we speak of public space, we speak of its quality, of its type, of its measurements, of its proportions. If order and measure are proper to every divine creation, it must therefore also be true for every human creation. Without measure and without form, terrestrial things cannot exist; they exist only as sickness, disorder, uproar. A body either too big or too small is a monster or a dwarf.

Similarly, formless and ill-dimensioned piazzas, streets and courtyards cannot survive. The problem of measure and form as regards the relationship between the city and countryside, between urban space and agricultural land, depends on whether measure and form become
instruments of industrial or of artisanal production.

For an urban society, a small fertile island can be a paradise. For a suburban society, no land and no continent is big enough to still its greed, to soothe its misery. The city always defines its limits, it distinguishes urban space from rural land. On the contrary, suburban sprawl aggresses both city and countryside and proclaims to the world: "What is yours will be mine".

When distinct, city and countryside form a happy marriage. They create a heritage of building, culture, language, knowledge, of instruments and goods. Instead, suburban sprawl is based on a marriage of convenience and, lacking any roots, it repudiates heritage, traditions and cultures. It conquers both city and countryside in order to destroy them. The suburb hates itself: it knows that it is neither countryside nor city and wants to conquer the world because it cannot
be at peace with itself.

The city needs no suburb to live. The suburb cannot live without a city. The suburb without a city is like a cancer without a body. A suburb built 100 miles away from a city will do everything to attack its victim: it will erect vast infrastructures and mobilize colossal machines in such a manner as to realize its objectives of destruction. The suburb strangles the city by surrounding it and kills the city, tearing out its heart. A suburb can only survive, it cannot live. It can survive like a parasite, consuming both city and countryside. No city and no countryside, however rich and fertile, can survive besieged by a suburb.

The city grows like a family, multiplying itself: the suburb grows instead from its own body, by tentacular expansion. The city is always limited in size and number but the suburb knows no limits: it has no center or form, it is only a fragment. The city is the ideal state, the mean between the tyranny of the village and the tyranny of the metropolis.

Even if a city is abandoned for a certain period by its inhabitants, it still continues to survive like a body in an unconscious state; a body which will revive when the spirit regains consciousness. Venice is a city and so it will remain even if it is inhabited by cats and fish. But if it is transformed into business quarters it would then die. An abandoned city can be as beautiful as Sleeping Beauty; a city zoned for single functions can at best be as beautiful as a corpse.

TECHNIQUES FOR RECONSTRUCTING THE CITY.

Far from resolving the private and public traffic problems, the monofunctional zoning of cities only dissolves complex urban communities into cities for sleeping, cities for working, and cities
for consumption. The only solution now is not better public transport, but the elimination of much of the commuting traffic by integrating again urban functions like living/working in the same urban area.

The division of the city into a limited number of quarters would reduce the urban territory by half. All future building would have to go on within these limited perimeters in order to complete the quarters. New agricultural land and forests would surround these well-defined cities and villages within the city. This would require a radical, new, and legally strict redefinition of city and countryside. It would promote the cultural and economic autonomy of these quarters,
so that they function as communes with full executive powers under the
direct control of their citizens.

Such a federation of cities would, however, only be realized around a centralized legal framework which would insure a harmonious development of these cities within the city. The legislation for the city would be centralized: the executive power, however, would be decentralized; each quarter would have its own political status to encourage local participation.

If we do not recognize the specific value of European (or, more generally, traditional) urban culture now, we will be increasingly subject to the imposition of urban structures which have been created only for survival and are totally conditioned by the sole contingencies of production and consumption.

We propose to slowly transform the periphery into a federation of small cities, each with its own center, size and character. Within these proposals is introduced the concept of Radical Conservation. One knows with what persistence entire urban districts have been destroyed
by declaring them "without historic or artistic interest". The arbitrariness of these "values" has become evident, when fine buildings dating from the turn of the century and of undeniable
technical and aesthetic quality were sacrificed in the fever of speculation for rapid profit. One must recognize the absolute value of "Cities of Stone" -- the accumulative work of the generations which have preceded us.

The sole criterion to judge the value of a building must proceed from the success with which it is inserted into the urban fabric, from the way in which it participates in the cohesion and the beauty of public spaces -- not from its will to fragment its context, or its ability to stand out from it. To continue the wild destruction of the city means to subject ourselves, and the future generations, to the cycle of production and consumption of a more and more futile environment. The "will to express our age", an almost absurd myth, must not in future be permitted to destroy existing cities; energies should be channeled to build new quarters and new cities imbued with the intelligence of the "cities of stone".

--

The City Within the City
by LÉON KRIER
A + U, Tokyo, Special Issue, November 1977, pages 69-152. Reprinted in: Architectural Design, volume 54 (1984), Jul/Aug pages 70-105. Also in: Léon Krier: Houses, Palaces, Cities, Demetri Porphyrios, editor, Academy Publications, London, 1984. With added sections from "The Cities Within the City II", Architectural Design, volume 49 (1979), Jan pages 18-32; and "The Reconstruction of the European City", Architectural Design, volume 54 (1984), Nov/Dec pages 16-22.

Articulo bajado de:

http://zakuski.utsa.edu/krier/city.html

Saturday, September 20, 2008

Abhorrent readings of total exclusion


Zaratustra ha visto muchas tierras y muchos pueblos: de esta forma ha descubierto el bien y el mal de muchos pueblos. Zaratustra no ha encontrado poder mayor sobre la tierra que el bien y el mal.
No hay pueblo que pueda vivir sin evaluar, pero si quiere sobrevivir no debe evaluar como lo hace su vecino.
Mucho de lo que parece bueno para unos parece vergonzoso y desgraciado para otros: esto fue lo que encontré. Encontré que mucho de lo que era llamado como el mal, en otro lado se le rendía honor.
Un vecino nunca entendió al otro: su alma siempre fue sorprendida por la locura y la maldad del otro.
Niche


Canta bajo la lluvia
alguien, alguien sin nadie
te oye llorar de noche
cuando de tu alma sangras.
Ya no me mires así
¿y para qué vivir
si ya no tienes fe
en tu hermano
al que no amas ya?
Ya no me digas qué se siente.
Si no se cambia hoy
no se cambia más
y tus hijos sabrán
que vendiste tu amor
que vendiste tu amor.
Juega, juega que el tiempo huye
y cámbiame por una mosca
vierte, vierte tu lágrima
sobre la absurda suerte
y ya no me mires así.
Si no se cambia hoy
ya no se cambia más
y tus hijos sabrán
que vendiste tu amor.
¡Ya no me digas qué se siente
al atravesar la eternidad
sin una gestión
desde tu corazón!
Tu sombra da contra el muro
al que quiebras
en múltiples ecos
y acércate
y ahuyentarás
el desastre de mi alma que sueña.
Bebe, bebe desde el columpio
el agua de la miseria
y saca, saca de los que sufren
y quema la cruz, tan ciego
sólo eres esclavo del poder
¿y para qué vivir
si ya no tienes fe
en tu hermano
al que no amas ya?
--
"Agua de la miseria"
Luis Almirante Brown



Digo lo que miré en el primer día del milenio tercero de nuestra era.
Vi una puerta abierta y entré y vi la ciudad... y sí era distinta desde luego, más populosa, columpiándose en el abismo, y video-clips que exhortaban a las parejas a la bendición demográfica de la esterilidad. Y había signos de plagas, muerte, llanto y hambre. Y había más protestas y territorios liberados y territorios ocupados, más hartazgo y más resignación. Y vi de reojo a la Bestia con sus siete cabezas y diez cuernos. Y la gente le aplaudía y le tomaba fotos y videos, y grababa sus declaraciones exclusivas, mientras con claridad que habría de tornarse borrosa, llegaba a mí el conocimiento postrero: la pesadilla más atroz es la que nos excluye definitivamente.
--
Charly Monsiváis

Nuestras almas son pequeñas y compadres.
Pobres pequeños seres sin memoria
que no aspiran más que a un cerco
de miradas filosas.
Mezquinos en el apoyo
y en la delicadeza,
en los dientes brilla la certeza
del insulto y de la mofa.
El ingenio puesto en eso:
ser veloz en el desaire,
astutos en el menosprecio.
Nacidos en las bodegas de los barcos
entre ratas e ilusiones
nos arrojaron a un jardín inmerecido
que afanosamente hemos convertido
en éste triste y sucio.
--
"ROU3"
Ferdinand Cabrére


Friday, July 11, 2008

Perdido en la ciudad perdida

Recuerdo las tres veces en que percibí Montevideo desde afuera. Yo no venía del interior del país, sino del exterior. Y no recuerdo el orden exacto en que tuve estas percepciones, tan claras, quizá porque la memoria se encarga aquí de desordenar todos los recuerdos, alucinada por un pasado que se recuesta en la rambla todas las mañanas a esperar un barco llegar en un futuro inconcebible.
Quienes viven aquí dicen que la ciudad atraviesa un período de ruindad física y melancólica. Pero sospecho que viene guardando esta ruindad y melancolía desde su fundación por unos canarios urgidos ante la llegada tarde de sus paisanos españoles (que llegaban después de los portugueses) al mismo Paraná Guazú, ese río grande como mar donde se lamían, y aún se lamen, las lenguas marrones, verdes, plateadas y violetas del agua crepuscular del mundo.

La primera vez que vi la ciudad desde afuera, quizá en un taxi, iba hacia el Sur por esa calle fresca y tupida de Pocitos que es Gabriel Pereira. Y en una de las tantas transversales que le salen oblicuas (porque la oblicua es Pereira) lo vi todo de pronto: la coronación alta y espumosa de los plátanos, una fila más alta y lejana de tipas oscuras, unas palmeras anunciando playas y una calle del ancho exacto de una calle.
Unos cachos de sol caían entre el follaje y entraban en zaguanes haciéndose arcoiris en los biseles y constelando los escalones de mármol que todavía suben en mi recuerdo permitiéndome, por un instante, hacerme cargo de todos los recuerdos de mi infancia y de todos los recuerdos de la infancia de mi viejo y de todos los recuerdos de mi abuelo y así, hasta la fundación del Sur espiritual.
Pero esta introspección, súbita y fugaz, era provocada por la sensación, paradójicamente táctil, de no haber nacido allí: todo era paisaje y emoción, contemplación liberada por todo lo que permite una vida extranjera para darnos a cambio una sonrisa ingenua, la renovación del amor quizá, el eco de lo que dijimos hace tanto tiempo que ya no reconocemos la voz nuestra. Y pensé que sería una linda ciudad donde vivir.
Luego entendí que Montevideo era una ciudad imaginada en los tiempos en que se imaginaban ciudades perfectas en futuros perfectos por unos habitantes que no comprendieron que la utopía sólo puede existir en el presente. Por lo menos así lo había dicho Moro.
Un dato importante de esta visión primera: fue en verano, la mejor estación para visitar la ciudad, pese a los que insisten en decir que la melancolía es invernal, como si la gloria no tuviera atardeceres, como si el olvido no fuera dorado. Si algo identifica a Montevideo en su mejor momento, y el mío junto a ella, es la gran tarde de su estío, cuando el cielo estalla en sangre y esmeralda y la gente va subiendo mansa con la cerveza de a litro en una mano y la silla playera en la otra chancleteando a casa.
Y va llegando con la brisa del mar, mientras salen los vecinos a sentarse en la vereda en playeras iguales y se saludan entre ellos de una vereda a la otra en una propagación que abarca la ciudad. Y se quejan y se ignoran y se ríen y hacen asados en la calle y calientan lonjas y sacrifican un gallo negro y otro blanco al caer la noche y prenden velas.
Y más al norte, unos flacos del Prado (o Belvedere o Sayago) van llenando la mochila de pinturas para trepar como arañas y grafitear los infinitos techos de pizarra de la estación central de trenes, abandonada y sola como una antigua nave espacial hecha chatarra.

La segunda vez que vi Montevideo desde afuera venía en el avión que llegaba de Aeroparque. La fui atravesando toda hasta bajar en Carrasco después de unas turbulencias feroces, los gritos de unos pasajeros, la azafata que cayó contra un respaldo mientras caminaba, aerosol en alto, pulverizando los males del mundo exterior.
Luego la quietud, el Sur silente, las puntas de los eucaliptus y los jardines aún más oscuros por debajo. Más lejos, las cúpulas gemelas, gigantes y mohosas del Hotel Carrasco, la playa ancha y el mar sepia de un balneario aristocrático conservado en ámbar prehistórico.
En el bondi al Centro me recuperaba de los baches del puente aéreo y el alma me volvió al cuerpo con el sol de frente. Los juncales de Camino Carrasco se fueron armando alrededor mío con las guitarras de Zitarrosa que acompañaban a una canción de Zitarrosa cantada por Zitarrosa y el chofer parecía que escuchaba la radio mientras agarraba el volante con los brazos abiertos, ni triste ni feliz: serio.
Yo pensaba en los misterios atmosféricos y en su determinación sobre el carácter y la imaginación de los pueblos y entonces vi, allá adelante, a la ciudad como viviendo por abajo de un campo de fuerza, inmune por completo a las fuerzas del mal y del bien.
Pensé en Ducasse, en ese nativo sin rostro, haciendo estallar las rocas de esta costa en espuma y niebla cada noche, haciéndolas volar en gaviotas y murciélagos, haciéndolas vibrar en luces malas y bordonas de guitarras negras.

La tercera vez que vi Montevideo desde afuera también llegaba desde Buenos Aires. Pero esta vez volví por el río.
Puedo venir desde cualquier lugar del mundo (Brooklyn, Estocolmo, Macchu Pichu o Bagé) que no existe impresión comparable a la primera visión de Montevideo llegando desde Buenos Aires. Porque veo su quietud, su desgano repentino, su orgullo cínico y cómico, su renuncia a esa utopía reproducida en todas esas fotos antiguas que adornan sus McDonalds, su renuncia a ser la prodigiosa, la empleada del mes.
Llegaba en el ferry puerto-a-puerto porque venía de un tiempo largo sin verla, tenía algo de guita y ganas de ver gente. Pero sobre todo porque quería confirmar lo que un amigo me había dicho: “ver la ciudad emergiendo del agua es alucinante”.
Era también un atardecer transparente iluminado de lleno por el sol de la tarde y entonces vi, con regular velocidad, lo que había anunciado la profecía de mi amigo, porque la vi nacer marrón de un mar marrón, como hecha de su barro, como solidificación imperfecta de una fantasía.
La vi pesada y flotante, desvanecida y persistente como un decorado indestructible, como esculpida en roca, como elegida y olvidada por el delirio de alguien. Como la obra de un fanatismo alquímico o masón o de cualquier otra secta, atea ante todo. Porque yo no estaba ante la Jerusalen celeste ni ante la Babel pecaminosa, sino ante Montevideo.
Y a medida que el sol bajaba, la ciudad crecía y se iban oscureciendo las calles y las ventanas y los techos, porque viniendo desde Buenos Aires lo primero que se ve es Ciudad Vieja, que es la plaza financiera y administrativa, y el barrio muere con el día porque la gente la abandona y nadie enciende una lámpara.

Hay ciudades que se cuentan y se vanaglorian escribiendo sus propios libros. Pero éste no es el caso de la ciudad de la gran novela inacabada (quizá nunca empezada), del interminable manual de historia, todo hecho de llamadas a pie, de la antología de todos los poetas suicidas del mundo, de la última carta de los suicidas que no fueron poetas.
Será porque nadie ha hecho de esta ciudad su universo con sus dioses que, sólo aquí, toda la filosofía de la humanidad vuela viva adentro de una bolsa vacía flotando en las alturas rumbo a la cresta blanca de la Antártida. Pero Montevideo sería incluso más que eso si conociéramos algo del indiferente espíritu que la anima, si supiéramos, al menos, qué quiere decir su nombre indescifrable y perfecto.
--
Dedicado a irina, el y al warren, robertö, sokon matsumura, fer, sissi, sigmur, agustín acevedo kanopa y zeta.