Saturday, April 30, 2011

6. Patos ofrecen datos principales

Una bandada de patos hizo un alto en Simone, nuestra nave. Estuvimos conversando un rato, más bien escuchándolos a ellos hacer las evaluaciones de su última escala, en fin, reproches mutuos y expiación de culpas frente al resto del grupo.
El capitán de la bandada, Horacio, era un pato recio  algo pasado en años, pero aún conservaba la sed de las grandes aventuras. No tardó en hacer buenas migas con nuestro capitán, con quien pasaron revista de paralelos perdidos y latitudes inexactas, la vida en otras naves, las ventajas de hacer escala en naves provenientes de otros mundos.
De todos los habitantes del universo, dijo el pato, prefería a los que vienen con el sólo objeto de pasar el rato sin más planes que conocer los efectos de una nueva atmósfera, las tibias profundidades de una fosa, las llanuras con dibujos gigantes que dan la bienvenida al extranjero. Y hacer amigos.
El capitan prefiere a los habitantes de planetas fríos, quizas porque ve en ellos cierta vocacion de servicio desmedido, típica de la gente del norte de donde es oriundo.
Poco a poco, algunos otros patos de la bandada empezaron a intervenir. La conversacion fue creciendo en intensidad aunque disminuyendo en interés.
Ya por formalidad, ya por interés disimulado por Catedral, el capitán permaneció callado hasta que empezó a cabecear. Luego, con gran sigilo, puso el piloto automático, sacó su almohada de gas para soñar en cyan y cayó dormido como piedra. Fue una lástima, porque como de la nada, uno de los patos, el más escéptico aparentemente de la opinión general acerca de la conveniencia de viajar de noche, se entusiasmó al recordar, hace muchos años, una escala que hizo con una bandada en la isla del archipiélago boráxico.
No podía precisar exactamente dónde era. Presentía que podía estar cerca de la unión de los hemisferios. Recordó que ese día la luna brillaba tanto que debieron ponerse lentes oscuros para evitar alucinaciones.
En la punta de una isla alta y cilíndrica había un jardín extraño donde pasó la noche entera, algo ebrio sin saber porqué, caminando en zigzag por un jardín de violetas en forma de cruz. En un punto que no podía precisar había un pájaro completamente desconocido para él, con quien no pudo mantener ninguna conversación porque el animal estaba como ido. Tenía unos párpados enormes, como alfombras llenas de pestañas con las que también volaba dibujando trayectorias que, seguramente, precisaban el lugar en términos geofísicos. El pájaro parecía como enviado de alguna parte. Murió a la mañana siguiente, aunque su extraño cacareo permaneció en el aire una noche más, como un eco venido de quién sabe dónde. Por eso se supone que Catedral posee la capacidad de mantener los recuerdos y animarlos, prolongarlos de manera independiente, no como un alma libre de cuerpo sino como una condición más específica que vincula los cantos de los pájaros con los recuerdos de quienes los escuchan, por lo cual es posible oír, llegado el caso, a una gallina transmitiendo un partido de fútbol o una cotorra dando el pronóstico del tiempo.
Las olas rompen en la isla con la intensidad de las noticias imprevistas, contundentes y feroces, rebotando luego para enfrentarse con las nuevas olas que llegan. Las olas viejas y las nuevas se cruzan en un espasmo alto. Luego se alejan dándose la espalda hasta encontrarse, una vez más, del otro lado del mundo.

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