Friday, April 8, 2011

5. Banquete con muertos conocidos

Descendimos momentáneamente en tierra de nadie en el lugar de una elipse inmensa recortada en el césped. Cruzarla de un lado al otro llevaba dos noches durmiendo a la intemperie. En uno de sus focos había una mesa servida con sillas blancas, mantel blanco y platos blancos flanqueados por cubiertos blancos y dos copas amarillas. Los platos eran reproducciones exactas de Simone.
El sol mantenía caliente la carne roja y sangrante cuando de pronto se acercó caminando una fila india de invitados muy amables, que eran todos los muertos que había conocido alguna vez en mi breve vida de clon rojo: margarita, roberto, morena, el doctor II y otros más que les recuerdo la cara pero no el nombre. Se veían tan felices, tan vivos. Ellos, a su vez, iban en otro viaje, simétrico al nuestro, pero en un plato negro, aterrizado en el otro foco de la elipse. Habían terminado su banquete negro y venían a saludarnos.
Finalizado el nuestro, aplaudimos al asador invisible, cruzamos los cubiertos, nos levantamos todos al mismo tiempo y marchamos a la nave. Los muertos se quedaron ahí parados en silencio sin perder la sonrisa y sólo marcharon a su nave negra después de que nosotros avanzamos a la nuestra.
El gigante marchaba tocando una tonada de despedida a pedido de los muertos (que la habrán escuchado cada vez más lejana), mis gemelas caminaban sin pensamiento tomadas de la mano, el capitán cavilaba como siempre mirándose alternativamente la punta del zapato derecho e izquierdo y yo trataba de sacarme un cacho de carne entre dos muelas mientras distinguía, en el cenit, un inusual rayo fosfórico.
Ya en el aire, seguimos rumbo a Catedral y los muertos rumbo a una noche de playas que hubieran querido conocer a la luz del día de no haber muerto antes. Estaban contentos porque aprovechaban cada segundo sin el temor de morir.
Antes de partir, bebimos abundantemente de esferas de agua flotantes y grandes como sandías. Luego nos sentamos a contemplar abajo el zigzag de unos monos azules que abandonaron la espesura de los bordes atraídos por el resplandor de la vajilla, donde no se distinguía reflejo ni superficie.

6 comments:

jnt k dvr said...

yo creo que es una hermosa invitación esta serie de escritos que nos esta brindando ast.
hay un momento en que uno (yo por lo menos) se resiste a ese universo diferente, con esas regularidades tan hermosas y caóticas (para, digamos, las que tenemos o conocemos acá).
Sin embargo vencida esa resistencia es hermoso deslizarse por las caprichosas maravills de Catedral y sus alrededores.
Este almuerzo es fabuloso y las esferas de líquido me resultan bellísimas. Esa visión de nuestros muertos es definitivamente hermosa. Que estén viajando por ahí, conociendo y viniendo a saludar, es francamente emocionante. Romper la resistencia a la imposibilidad de que sea de una manera diferente a la que creemos que es, para abrirse a esa visión es una sensación de distención muy agradable.
Este costado de su escritura, lo llamaría "escritor de buenas nuevas", por un cambio de actitud comprensiva que demanda, que va induciendo al lector, lo va volviendo un "lector de buenas nuevas", mas permeable a la sorpresa, cada vez.

astllr said...

bueno, la serie es bastante larga e inconclusa, y aunque no puedo decir que la haya abandonado, la claustrofobia era intensa. Entonces quiero barajar y dar de nuevo.

magu said...

ASTLLR

Don ASTLLR
ando cuidando a mi tía de 94 años internada en un sanatorio en ONCE (y yo vivo en V LÓPEZ) no me alcanza el tiempooooooooooooo, buahhhhh, y mi perrito de 18 años no me deja dormir, buahhhhhhhhh
leí el banquete con muertos conocidos pero no sé que decir, creo que la medio muerta hoy soy yo
paso de nuevo cuando me despeje
saludos a jntkdvr, sokón, fer, wonder, buah, buah, vuelvo pronto.

astllr said...

suerte con su tía, magu. del perro no sé qué decirle...

jg lagos said...

Parrilla, espacio: parece inspirado en un comentario de un cuento de De tripas corazón. Uno que salió en Perfil.

astllr said...

en honor a la verdad, la conexión parilla-espacio fue inaugurada por el Cuarteto y su Morcillo López, el primer uruguayo en la luna.