"...porque es asi la oscuridad
donde encuentras ángeles en la ciudad
donde encuentras santos, martires y biblias..."
Mandrake
donde encuentras ángeles en la ciudad
donde encuentras santos, martires y biblias..."
Mandrake
- Es una hija de siete mil putas.
- Calmate Javier, ya lo sabíamos, no?
- Si, pero esto es demasiado. Y todavía la carta del tipo, dice todo, donde se encontraban, los dias, desde cuando. Y el infeliz confiesa como la quiere.
- Ahora la tenés en tus manos, bebé. Ya la podés dejar.
- Te dije que no, amor. Yo no quiero que ella se quede con Andresito. Además no me da la guita, no. Eso es imposible. Ya debe haber roto la carta, además.
- Pero, ¿no era lo que querías? No entiendo..., ¿y yo?
- Aguantá, ahora te llamo. Ya salió.
- Javier!
Había estacionado en la otra esquina en la perpendicular que moría en su casa, cuando vió abrirse la puerta arrancó con fuerza contenida.
Hubiera querido tener más bronca.
Doce años con María. Bien. Buenos momentos. Todo bien montado. El noviazgo fué animado, no le parecía que diferente a los de sus amigos. O de novias que había tenido antes.
Buen sexo, sí, y mejor que con las anteriores (hasta le daba miedo, por momentos). Muchos amigos, sí. Vacaciones, sí.
Y el casamiento, el corolario lógico, luego de terminada su carrera de Doctor en Medicina.
Sí claro que la quería, siempre la quiso, mucho. Aún cuando tuvo alguna otra relación pasajera, contingente , con compañeras de estudio, de los hospitales y ahora esta nurse, con la que había hablado.
Simpático, inteligente, buen estudiante, y hasta con actividad gremial; además de fiestero y cantor; tenía ángel, claro.
Tampoco la pátina de convicciones de aquella época, se había diluido.
Aunque sí lo que entendía por una pareja, o "la mujer de su vida". Por lo menos lo que había logrado concretar de eso.
En el resto de las cosas, la pasión se había atenuado, aunque no la alineación con mas o menos los mismos intereses y hasta ideas políticas.
Y habían surgido otras necesidades y compromisos económicos, profesionales, un hijo; que habían desplazado a las otras preocupaciones abstractas, más lejanas. Pero seguían presentes en el menú.
Finalmente la lluvia lenta pero implacable del tiempo, la rutina; erosionó lo más tangible, la intesidad sexual y la cordialidad que compartían con María. Antes no había reproches, no habían gritos, o desplantes, aún en situaciones difíciles. Ahora sí. Ahora, y desde dos años atrás.
Se intensificaron, concomitantemente, las contingencias hasta Raquel, la nurse, jovencita, con la que compartía esa pasión alentada por la lejanía, con, de, por, María.
Y miraba al tipo que salía de su casa.
María, Maryam aparecía en el Corán , e Isa ibn Maryam (Jesús hijo de María) su hijo, que no es Dios allí, es un gran profeta. Y María, Maryam, (a quien corresponde una surá o capitulo entero del texto sagrado), también es virgen en el Corán; pensó extrañamente luego de cerrar la puerta. Al levantar la vista vio el auto que se comenzaba a mover dese la calle que salía perpendicular a la puerta. Desde arriba del repechito, comenzaba a bajar, con el motor encendido y las luces apagadas, en la noche ya.
(Pasó como un rayo, con un zumbido fuerte, la imagen del gran Saladino, con su favorita, abisinia, etíope, negra, hermosísima, entre las sedas y almohadones y alfombras y fuentes).
Como si cayera ahora en los extremos que había pasado. Se le aflojaron las piernas.
Pensó en el Misericordioso, el Compasivo, Dios. ¿Qué se le había revelado con María? ¿Porque esa felicidad? limitada, acotada, encorsetada, como ninguneada. Se le estaba dejando comer de a pedacitos, como los animales del zoologico, a través de la reja, prueban, pero no pueden alcanzar todo.
Los pensamientos, las ideas, pasaban rápido, muy a prisa por la cabeza, sin detenerse, como un torrente incontenible.
Sentía el puño de la angustia crecer en la garganta. Aceprax. Y se llevó dos miligramos bajo la lengua.
-Me falta algo, ¿que es?,
Lo buscó en el piso.
No se daba cuenta de qué.
Prendió otro cigarro.
El auto seguia bajando, pero él no lo miraba ya, casi.
Levantó la vista del piso y vió, bajo las luces de Sodio, amarillentas, una cabina telefónica roja, de madera con vidrios, prismática, brillante, como de una película. Y el teléfono negro. Alguien hablaba adentro, iluminado por una luz blanca.
Más allá, en la otra cuadra, otra cabina igual y enfrente tambien.
No podía distinguir a la persona, su cuerpo, sus rasgos.
Trrriiiiinnngggg, Trrriiiiinnnnnnggggg!!!!!!!!!!!
Su celular tenía el mismo timbre que los viejos télefonos.
Atendió.
-¿Que haces pá?
- ¿Cómo andás Alejandro?, dijo extrañado.
- Bien, mañana voy por tu casa, ¿te parece?.
- Si claro, pero tu hermana viene el viernes.
- Claro papá, viernes es mañana, ¿qué te pasa?
- Nada, nada, dale, nos vemos, un beso.
- Chau, un beso, pá.
Los ojos se le llenaron de lágrimas, estaba convencido de que era miércoles.
La persona dentro de la cabina, hacía gestos cada vez mas vehementes, parecían similares los de las otras dos cabinas que veía también.
Tengo que ir a comer algo. ¿Donde habrá un boliche, en este barrio cajetilla?
La pastilla diluida bajo la lengua comenzó a aflojar el puño en la garganta.
Miró hacia atrás para ver que pasaba en la primera cabina roja.
Y vió que el auto seguía acercandose,
- Ahhhh, es el auto que estaba en lo de María.
Triiinnng!!!!, el celular en la mano.
Un mensaje de María.
Leyó: "estás bien, amor, te calmaste? despues vamos a hablar por favor cuidate mucho para mí."
- Andá a la puta que te parió, a la putísima madre que te parió, le salió, medio fuerte, pero sin gritar.
Las lágrimas apretaron de nuevo y rodaron y se secó los mocos.
Al ver el auto de nuevo, fantasmal, siguiendolo, pensó y buscó, se palpó el abrigo, los bolsillos del pantalón, de la camisa.
No lo había traído, no sé daba cuenta de que, pero no lo habia traído.
Bajó a la calle y miró al auto que prendió las luces.
Creyó reconocer a Javier al volante y acelerando.
Su cara le pareció mas familiar, como de un político.
Pero encandilado por las luces, se tapó la cara y cayó de vuelta a la vereda, mareado.
El auto siguió.
- ¿Que quiere este tipo?
Apoyado en un árbol, se levantó.
Vio la plaza, con sus cuatro cabinas telefónicas en cada esquina y unas luces para peatones muy bonitas, arboles altos, Araucarias, Tipas, algún Eucaliptus, bancos verdes, unas palmeras, una estatua. Ahora hablaban otras personas en las cabinas. Eran negras y todas gesticulaban mucho.
Un boliche en diagonal. Se encaminó.
Pero caminaba y la diagonal se estiraba, el boliche no se acercaba, no se alejaba, pero se iba estirando, plasticamente, como siguiendo el tenor de la humedad que iba aumentando con la noche.
Por fin comenzó a llegar, entre la bruma mojada.
Y del bar, salían dos personas con ojos grandes, redondos y los trajes brillantes, mojados. Con sombreros, raros. Y salía humo, gris o azulado.
Entró, con su cigarro prendido.
- ¿Que quiere? le pregunto el hombre que estaba en la caja.
No podía distinguir bien si había mas gente.
-Estamos por cerrar, le dijo el tipo.
- ¿Tiene algo para comer?
- Queda fainá
- Bien, dos de orillo y una mineral.
Sacó el celular.
Escribió a María:
Mañana te llamo.