Wednesday, August 18, 2010

Me puse la gorra aunque fuera de noche, como un tic, bien calzada en la nuca. No estaba frío, al contrario, era una temperatura igual a la del cuerpo. Entonces el cuerpo no parecía tener límite y se extendía desvaneciéndome la piel al habitar el espacio del viernes, flotando encima del Northeast Corridor, de un costado al otro del estado, que descansaba en ese bolsillo de la costa mirándose a sí mismo en los 175 millones de teles titilando su propia relajación, según los trenes de Amtrak pasaban como meteoros con sus asientos caros y sus pasajeros exclusivos y la desesperación horrorosa de siempre que hacía temblar las plataformas prefabricadas en algún otro bolsillo del país. Ahora no me parecía ni horrorosa ni desesperación y veía a los trenes perdiéndose en el horizonte demasiado rapidamente, como almas en pena que tomaron vacaciones después de un tiempo de asustar a todos los que viven en esta parte con series nuevas y con nuevos asesinos en serie y con técnicas nuevas que dejaban atrás toda forma de arrepentimiento, toda duda o humanidad, como si los asesinos fueran seres extraterrestres que se hubieran colado entre los asesinados con trajes de seres humanos para elegir la misma cerveza que el viernes anterior, el mismo happy hour para hablar del mismo pitcher de la temporada anterior, para eructar la misma cantidad de veces mirando el mismo verde de cualquier cancha en la tele del pub con la misma preocupación domesticada para disimular la mirada en el culo apretado de las rubias naturales, cogedoras y despreocupadas en su alegría de dientes blancos y vivos hasta la garganta con sus camisas leñadoras de hombre, apretadas donde más las reclama la noche y la canción del jukebox: “mirate otra vez al espejo antes de salir de casa, por favor dame un beso esta noche”. Desde el auto iba viendo todo con una nostalgia nueva mientras el aire se separaba de a poco de mí, las vueltas del codo y la nariz, aumentando la distancia gradualmente entre mi cuerpo y las veredas, cada vez más lejanas, y los árboles y los autos de los parkings de los malls que iban pasando como esa decisión tomada dos noches atrás que se iba haciendo cuerpo ella misma también como una sola palabra, grande e inflada y pintada en colores oscuros contra el blanco. Yo mismo me había transformado en esa palabra viva que anunciaba una muerte. Pisé despacio el acelerador evitando que el impulso me llevara el cuerpo hacia atrás para no sentir ninguna sensación de desplazamiento y poder alcanzar un movimiento constante, parejo e inadvertido sólo revelado por el aire tibio que me redondeaba el costado de la cara, el cuello y el codo apoyado en la ventanilla baja mientras la música de Amor FM pasaba una bachata cansina que, en su letargo caribe, echaba fuego a la decisión tomada y ganándome la boca del estómago y subiendo hasta la base del cuello transformada en latidos sin diástole, como un bombo amargo y solo, hasta abrirse en una horqueta ardiente que terminaba en las orejas que ahora podían escuchar, sobrenaturalmente, la exhalación interminable de la 109 al agarrar la curva gigante y quedarme en el carril más lento sin temor a no llegar, casi ausente, mirando de reojo los paredones altos del costado que ocultaban prolijamente los suburbios cortados al ras por los planificadores de anticiudades, ahogados sus porches y sus buhardillas por los bosques de arce, de olmos y de maples que no pertenecían a ningún lugar conocido de mi memoria sino que se abrían abrazando sus propios reflejos dorados por las luces de iodo que se perdían hacia el sur como una telaraña en perspectiva hacia un lugar sin tiempo adonde iba a empezar un nuevo tiempo, como si le estuviera dando cuerda a un reloj. Y al tomar la salida 5 sentía una continuidad tan perfecta al avanzar que parecía que no doblaba ninguna curva ni avanzaba sobre la superficie de la tierra sino que sólo había, todo alrededor, un cambio de escenario desplegándose como una metamorfosis, como esas flores filmadas en cámara rápida, y yo estaba quieto en el centro del mundo en un punto mental que lograba cambiar todo alrededor a fuerza de telequinesis poniendo a los autos en lugar de otros autos y a las casas en lugar de otras y a los árboles al lado de la ruta en siluetas contra el horizonte rosado y a los aviones titilando en fila india atrás de otros bajando en Newark entre el galpón de Ikea y unas torres de alta tensión que atravesaban el bañado y se perdían en el norte como alambrados gigantes para controlar migraciones de dinosaurios, hasta que la ruta se fue afinando y poblando de señales de tránsito de la calle principal haciendo aparecer el restorán chino al costado, después el diner, la peluquería recién cerrada con la cortina metálica y dejar atrás el galpón gigante de Father & Son, y estacionar dos cuadras después en la vereda de enfrente y apagar el auto y las luces y recostarme contra el asiento sabiendo que iban a pasar por el costado los contratados de esa semana y después los instaladores de ventanas del mes y después los pintores de todo el año y después los peores, los sanitarios, y al final de todo el peor de todos ellos, Vic Burnett, y que iba a cruzar la esquina para volver a cruzar la transversal que lo lleva a la estación a tres cuadras, porque no tiene auto, y volviendo a cruzar por la mitad de la calle hasta tomar la vereda contra ese bosque angosto que oculta el edificio mudo y negro de Morgan Stanley mientras yo volvía a arrancar, tomaba la transversal despacio y al pasar al lado le tocaba bocina anticipando que se iba a sorprender al verme iluminado por la luz de adentro del auto, apenas el tiempo para que me reconociera y se acercara confiado al verme sonreír exageradamente, y se iba a doblar y a apoyar los codos en la ventanilla abierta y mientras empezaba a preguntarle si necesitaba que le diera un ride a la estación ya iba sacando de abajo del diario, abierto sobre el asiento del acompañante, la pistola con silenciador y se la metía en esa boca abierta y estúpida de estar comiendo chicle todo el tiempo y disparaba.

5 comments:

magu said...

DON J
DOÑA WONDER, DON ASTLLR, DON SOKONCITO, FER, MARIANA, LAU
No se lo tomen a mal, estoy haciendo la cola para tener mi número. aún no lo leí, pero ya me suscribí, l leo más tarde, soy la primera en comentar ¡¡¡¡¡emoción¡¡¡¡¡¡¡¡
saludos

sigmur said...

en territorio de Lynch, con visado de Cormac McCarthy

*** said...

SALADO!!!
esto es un buen culatazo en la cabeza.
a ver si nos avivamos y vemos donde estamos parados.
GILES!!!
(sobre todo yo)
maldicion, me quedó un gustito a fernet...

marin said...

excelente pero
le faltó un dato
"contrataciones al..."

Jose Ramon Santana Vazquez said...

...traigo
sangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...


desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ


TE SIGO TU BLOG




CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...


AFECTUOSAMENTE
MUSICA DE REGRESOA CASA

ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE CACHORRO, FANTASMA DE LA OPERA, BLADE RUUNER Y CHOCOLATE.

José
Ramón...