Monday, October 26, 2009

mitoriental


Aquel estado de cosas se hubiera prolongado indefinidamente si no hubiera sido que una noche un acorazado alemán entró al puerto a toda máquina y con las luces apagadas. La ciudad se despertó con la presencia del inesperado huésped inquietante, aguardando que también se presentara toda la flota británica del Atlántico Sur para reanudar allí mismo la interrumpida batalla, como si se tratara de una pelea callejera iniciada en la esquina del otro boliche. Todo el mundo se volcó en la costa y cuando alguna columna de humo o alguna nube se elevaba en el horizonte, gritaban como en el hipódromo se grita el nombre de los caballos envueltos en la polvareda:
--¡Ahí vienen!
--¡Ahí vienen los ingleses!
Por suerte los ingleses no se presentaron, porque para un combate naval de aquella magnitud la bahía hubiera resultado tan apropiada como una bañera o una palangana. A la tarde, el ministro de Relaciones Exteriores se trasladó al barco a bordo de una chalana de la armada nacional. La cascarita de nuez se puso a dar vueltas alrededor del coloso con un mezquino picotear de remos en el agua mientras el ministro, un hombre voluminoso, autoritario (perfumado, como todo hombre público o de cierta notoriedad, por una leyenda de sadomasoquismo), gesticulaba parado en la proa del botecito, amenazando con una voz estentórea, un cigarro de hoja y una galera, al capitán del barco, a la tripulación y a toda la marina alemana.
Pocas horas después trascendió que el capitán había sido conminado por el ministro a abandonar las aguas jurisdiccionales en el plazo de veinticuatro horas y que, en respuesta, el barco había emplazado su artillería contra la ciudad. El pánico cundió en las calles, la gente se refugiaba en los sótanos e interminables caravanas de automóviles, camiones, carros, jardineras y bicicletas huían hacia el campo.
Papá y Mamá afrontaron fin con una dignididad ejemplar, Mamá frió las milanesas y preparó la ensalada de tomates, mientras Papá leía el diario en el patio. Yo estaba loco de la vida, el destino me deparaba la oportunidad de morir entre las ruinas de una ciudad bombardeada y estaba seguro de que aquellos premonitorios versos míos iban a llegar algún día a manos de Rosa. Además, estando el liceo muy cerca de la bahía (a cinco o seis cuadras de la playa Capurro), iba a ser destruido por los primeros cañonazos y aquel enojoso asunto del boletín de calificaciones podía darse por olvidado.
Me dormí esperando oír el inminente zumbido de los obuses sobre los techos en el silencio azul, pero amanecí en un mundo milagrosamente indemne, mirando la perpendicularidad de las paredes, el techo y la claraboya intactos, con el mismo desaliento de quien despierta de un grato sueño a las torpes realidades cotidianas.
Era domingo, un día luminoso porque en mi niñez nunca llovió en ningún domingo ni dejó de salir el sol. Esa mañana el patio tenía un aspecto tan acostumbrado que recordaba el de una casa después de un velorio, cuando ya se llevaron el cajón. Debía ser por aquella maceta con la begonia, tan fúnebre como esos pupitres que se colocan en los zaguanes en las casas de duelo y sobre los cuales la gente firma con solemnidad en grandes álbumes con tapas de letras doradas; debía ser que la normalidad es insoportable ante la muerte y las catástrofes.
Cuando empezaron las explosiones estábamos en casa de Abuelita. Mis tíos tomaban mate en el corredor cuando temblaron las paredes y los vidrios de las ventanas vibraron como si miles de libélulas agitaran sus alas contra ellos, como si fueran a volar en añicos.
Todo el vecindario salió a la calle despavorido, las mujeres lloraban abrazando a sus hijos más pequeños, las viejas rezaban y los hombres en camiseta y zapatillas (algunos en piyama) rescataban damajuanas de vino de las casitas que pronto serían reducidas a escombros.
La explosión había sido para el lado del mar, seguramente en lo que había sido el liceo no quedaba ladrillo sobre ladrillo: tuve ganas de ponerme a gritar de entusiasmo. Después, las explosiones se sucedieron, la tierra temblaba mientras los vecinos se abrazaban con sus seres queridos bebiendo vino por los picos de las damajunas y pensando seguramente que morir al aire libre es mejor que morir bajo techo.
Mis tíos seguían tomando mate en el corredor, bajo el alero de tejas, que para peor eran francesas, que en cualquier momento iba a caer sobre ellos, sepultándolos.
Con las primeras sombras de la noche cesó el bombardeo, sólo quedó el resplandor sangriento de los incendios lejanos y una enorme columna de humo más negra que el cielo nocturno elevándose de los barrios arrasados.
Volvimos a casa por la avenida Suárez rumbo a las tristes calles de Arroyo Seco. Ni vi ningún derrumbe, ningún cráter abierto por las explosiones de las bombas, ningún cadáver. Era una noche de fines de primavera y en las quintas y los jardines habían empezado a florecer los jazmines del Cabo.
Pasada la confusión de los primeros momentos se fue aclarando todo; me quedé escuchando los informativos hasta muy tarde esperando que anunciaran que, por lo menos, además del acorazado había sido volado el edificio del liceo, pero al otro día tuve que resignarme a entregarle al viejo el boletín de calificaciones.

Anderssen Banchero
Las orillas del mundo

Sunday, October 18, 2009

Lo que no te conté



con este preciado mito
inauguramos un hito
que todo oriental bien nacido
debe tener aprendido

seguro el montevideano
en el acuerdo o disgusto
va encontrar cierto sabor
al paisaje cotidiano
de una angustia lejana
que no sabe a donde ir
una promesa arcana
que nunca va a parir

viajará entonces marchita
por los campos de la patria
buscando mano bendita
que alumbre con su destello
desde el sueño, y ese anhelo
ya no deje sucumbir.

En esa etapa está frito
nuestro querido oriental,
navega en la espectativa
del angustiante deseo
encontrar los viejos trillos
que con telurico sino
marquen rumbo de un destino.

Pero el destino es abierto
y así entendieron los tipos
que con su impronta tallaron
sin prejuicios, con tesón
epopeyas de ilusión
haciendo senderos propios
sobre los campos vastísimos
de la indeterminación.

quien crea ver el futuro
en diseños de escritorio
va derechito al velorio
de la vanidad o la nada
no hay hechizos de hada
ni caminos al Dorado
el tesoro tan preciado
guarda la revelación
de aquellos que echan el resto
amasando con pasión
la arcilla que constituye
su propia imaginación.

Me parece...
fin

(ah, el mito es eduardo mateo)
-------------------------------------

Carlitos (min 2:46 al 5:30)


Se dice que Carlitos tiene
un dulce para ti
mil noches del señor
que mira por el hueco
donde se infiltró un pez
cariñosamente diez
por ser la primera vez.

El pez le dijo al hombre mudo
cariño que no puedo más
le dijo de pasear desnudos
por los puentes de la ciudad.

Le dijo que Carlitos es mundo
con puertas hacia el mar
que un día al despertar
pudo ver la sonrisa
de una bonita mujer
cariñosamente diez
por ser la primera vez

Mujer que andas por esta vida
dime si tú nos has visto al pez
aquél que por cariños brilla
de alguno que ha creído en él
.


Nombre de bienes (minuto 5:31 al final)

Guarda con el nombre de los bienes
lleva arco y flecha el querubín
y pasiones con mirar inerte
merodeando al alba por ahí

al nombre azul
de un bien que viene
casi que un blue
muy suave y tenue

ojo miren que sabe el abuso
del calor de amores para dar
dominante intrépido e intruso
no se sabe cuándo el va a entrar

mírenlo volar por el sendero
como un señor del tiempo
bien vestido y bien de nuevo
saludenló...

Lo Dedo Negro(inicio al minuto 2:44)

lo que no te conté Negro de lo dedo que yo tengo
lo dedo que yo tengo Negro no se ven
porque al anochecer y en un cuarto todo oscuro y lleno
lo dedo de lo negro viejo no se ven
vamo a prenderle vela a lo negro no le muestres el dedo
de la mano negrone negro de luna, negro de amor

lo que no te conté Negro y ahora que me acuerdo
tata el papá más viejo voló volando abuelo voló
porque el rey de lo negro dicen que tiene gran corazón
de la mano lo dedo negro que van tocando el tambor
y una luna muy blanca que trae un llanto negro menor
en la plata de luna Negro en la cuna muy dormilón

Sunday, October 4, 2009

eterna muerte del faraón


En su tallada cámara se despide del mundo
el faraón adolescente.
Este fue el primer antecedente
de viajar en ascensor, hacia arriba.

En el oscuro interior de la pirámide
el más allá tiene forma de banco en piedra
y sólo él lo sabe.
Entonces parece aliviado el faraón
al apagarse la vela.

Y ya nadie puede ver cómo sonríe
acomodando la divina estopa nueva
que sustituye todo su organismo
distribuido en ánforas de oro
y gatos vaciados
en posición de esfinge.

Kilómetros de piedra lo separan del día
y de los mejores deseos de su pueblo
que observa con veneración
el saludo de manos con Osiris
única forma del chacal manifestarle aprecio.

Entre el presente y el libro
de los muertos hay unión
(así como entre el chacal y el día)
y rechazo simultáneos:
ambos cambian de lugar
en una línea temporal
provista de dos puntas de flecha
talladas en piedra por el sueño.

La historia de su dinastía es bifurcación
y son tenaces dos cabezas de serpiente una
huyendo de la otra, sin reconocerse
sin reconocer deformación alguna
como una criatura cortada al medio por una guillotina
de lenguaje y espejo.

En la última luz leyó el joven faraón
un poema jeroglífico donde todos los dibujos
tenían idéntica raíz: el cuerpo del faraón.
Entonces la historia de su dinastía
y su comprensión morían con él.
El poema no hablaba de misterios
ni se ramificaba en opciones
sino que era una claridad
el calor del sol
la aurora.

Sacrificados todos sus esclavos
enterrados vivos, quemados, barridos
en cenizas por el viento del tiempo
los analfabetos no necesitaron leer para comprender
el incalculable valor de su tarea:
la construcción de una tumba y morir
como los grandes hombres
como hormigas.

El reflejo del sol
sobre las inclinadas paredes
atravesaba el mar rojo y el negro
y el blanco y el muerto
porque el vértice de la pirámide partía en cuatro
al único rayo cenital del mediodía
distribuyéndolo (sin pérdida, sin egoísmo)
por todas las sombras de las dunas
iluminando la noche para hacerla oscura
mientras otros esclavos seguían trayendo papiro
donde empezaban a escribir a ciegas
la historia del faraón
que iba a volver a morir
dentro de mil quinientos años
al coincidir escarabajos con estrellas.

(En la cresta de la duna
el escarabajo pone un huevo
en forma de sarcófago).

--

foto arriba: detalle de AlfAlfA en mural en Eduardo Acevedo y Maldonado

fotos abajo: mural completo

--