Wednesday, June 6, 2012


Tenga esto por seguro: cuando habla el amor sincero, cuando empieza la admiración franca, cuando surge el entusiasmo, cuando el odio se riza como humo, no hay duda de que la creatividad se quedará con usted toda la vida. El centro de su creatividad ha de ser el mismo que el centro de la historia y del personaje principal de la historia. ¿Qué quiere su personaje, cuál es su sueño y qué forma tiene, cómo se expresa? Una vez dada, esa expresión será el motor de la vida del personaje, y de la suya como Creador. En el momento exacto en que irrumpe la verdad, el inconsciente cambia del archivo de desperdicios al ángel que escribe en un libro de oro.

Mírese, entonces. Pondere aquello que lo ha alimentado durante años. ¿Fue un banquete o una dieta de inanición?

¿Quiénes son sus amigos? ¿Creen en usted? ¿O le atrofian el crecimiento a fuerza de ridículo e incredulidad? Si este es el caso, usted no tiene amigos. Vaya a encontrar alguno.

Y por último, ¿se ha entrenado lo suficiente como para poder decir lo que quiere sin sentirse maniatado? ¿Ha escrito lo bastante como para estar relajado y permitir que la verdad salga sin que la arruinen poses afectadas ni la cambie el deseo de hacerse rico?

Alimentarse bien es crecer. Trabajar bien y constantemente es mantener en condición óptima lo que se ha aprendido y se sabe. Experiencia. Labor. Son las dos caras de la moneda que cuando gira de canto no es ni experiencia ni trabajo sino el momento de la revelación. Por ilusión óptica, la moneda se vuelve redonda, brillante, una arremolinado globo de vida. Es el momento en que la hamaca del porche cruje levemente y una voz habla. Todos contienen el aliento. La voz se eleva y cae. Papá habla de otros años. De sus labios surge un fantasma. Agitándose, el inconsciente se restrega los ojos. La Musa se aventura a los helechos que hay bajo el porche, desde donde, dispersos en la hierba, escuchan los muchachos del verano. Las palabras se vuelven poesía que a nadie importa, porque nadie ha pensado en llamarla así. He aquí el tiempo. He aquí el amor. He aquí el cuento. Un hombre bien alimentado guarda y serenamente da cauce a su infinitesimal porción de eternidad. En la noche estival parece grande. Y lo es, como lo fue siempre en todas las edades, cuando hubo un hombre con algo que contar y otros, tranquilos y sabios, que escucharan.

De Zen en el arte de escribir de Ray Bradbury

5 comments:

fragson said...

me gustó lo de
"Experiencia. Labor. Son las dos caras de la moneda que cuando gira de canto no es ni experiencia ni trabajo sino el momento de la revelación"

la pinche Heidi said...

Estupendo hallazgo. Leyendo el último párrafo me figuré que era suyo, astllr. Por algún motivo la hamaca, los helechos y los muchachos del verano me hicieron pensar en Atlántida, aunque yo nunca pasé los veranos ahí, ni sé si usted (ni recuerdo si hay ahí muchos helechos).
Cuánto mejor que un obituario es conversar con el muerto.

astllr said...

Gracias por la figuración.

Será que no ha muerto?
El Ray ha muerto, viva el Ray!

Ese momento del texto es bueno. Me gusta eso de la importancia de la buena alimentación, por otro eso de que a nadie importa si la poesía es poesía en el instante de poesía.

Este post tiene un año y volví a él dadas las circunstancias.

Experiencia, labor...

*** said...

Lo recordaba bien, Ast, nunca dejé de leerlo.
Una joya.

Ojalá...eso.

*** said...

"¿Ha escrito lo bastante como para estar relajado y permitir que la verdad salga sin que la arruinen poses afectadas ni la cambie el deseo de hacerse rico?"

Podría sustituirse por un "ha hecho lo bastante" y ser una máxima de la vida.