Soy
la guillotina de Bataille, la que separa, la que no necesita entender, la
prolija y la honesta, la que corta sin destruir, la que corta para nacer, la
que no vuelve atrás. Soy la guillotina de Georges Bataille. Soy la guillotina
de Nietzsche. Soy la guillotina del Marqués de Sade, de Baudelaire, de Kafka, de
todos los culpables. Soy la guillotina de Georges Bataille, el que abandonó a
su padre, ciego inválido en el bombardeo, soy la que corta la materia para señalar
el cuerpo, la máquina, la transgresión que hace ver el mal, la necesidad y la
miseria, el tabú y la angustia; la que corta el miedo, la que ve el peligro de
escribir, para ser humanos, en la violencia nuestra de cada día, la que conoce la
metáfora del horror y del sol, el límite de la visión, de la risa y del
transcurso del día por la corrupción del mundo en esta, única vida. Soy la
guillotina de Georges Bataille, soy la guillotina de Ducasse, soy la guillotina
de Poe y de Rimbaud, soy la guillotina de Blake, de Verlaine y de Pound, de
todos los culpables. Soy la que siente sin sentir, soy mi sonido, soy la que corta
las palabras, en otras y en nada, la que no juega con las palabras, la que no
admira, la que no desprecia, la que es justa, la crítica, la única. Soy la
guillotina de la revolución, soy evolución, soy materia en acción, soy arcano, soy
presente, soy la Fallbeil, soy la Maiden, el Gibbet, la Mannaia, soy Louisette.
Soy el umbral, la creadora de los márgenes, la que
limito, la que aíslo lo que escapa, la que abandona el cielo. Soy la que convoco, soy la ciega, la que ensordezco en silencio, soy nada y para nadie, porque nada es
mío, y no me canso, y hago erguir el objeto, y lo hago caer y rodar al viento, y
veo el destello. Soy la herramienta. Acontezco, no pruebo: defino, desde que
marqué el tiempo de salir.