Cada vez que te morís
cada vez que te moriste
una desesperación
se gesta otra vez
con ese silencio
de las bombas
antes de llegar el ruido
con ese silencio
de los platos voladores
flotando encima de tu casa.
Cada vez que te morís
quiero alejarme
quiero tirarme contigo
por el balcón del miedo
sobre el océano de sombra
en una recta sola
que une a todos estos puntos
(alguna vez se unirán todos).
Cada vez que te morís
miro por la ventana
ver aparecer el Salvo imbécil
al perder los plátanos las hojas
y ver llegar un barco
a este puerto indiferente.
Cada vez que te morís
escribo un soneto de crueldad
descubro el reverso del arte
y me rasco la cabeza
y me subo la capucha
y veo el vapor salirme de la boca
al bajar hacia la rambla
para imaginar que vuelo un rato
por encima de las olas.
Cada vez que te morís
arrastro una puerta vieja
hasta el contenedor
una puerta abierta hasta el cansancio
por todos los demás, porque es así
cada vez que te morís:
un crédito de oscuridad
una caminata de espaldas
un derrame en escaleras
un estremecimiento
de los pozos de aire
de las fracturas de todas las veredas
que se parten y se parten y se parten
hasta alcanzar la playa
tantos metros más abajo.
Cada vez que te morís, tiemblo
y no es mi cuerpo
porque tiemblo con tu ánima
vuestra ánima
que habita momentáneamente
este edificio de libros
escritos por los muertos
en el 95% de los casos
y lo único que encuentro
al abrirlos
es un doblez lacerado
en una sola página
por siglos sin importancia
por siglos de trabajo
de jornadas
que perdurando se olvidan
entre gestos e ilusiones.
(Todo esto es nuestro
todas estas palabras
escritas con lapiceras nuevas
sin atraer nada
ni lo bueno ni lo malo
ni lo oscuro ni lo claro
ni lo nuevo ni lo viejo).
Cada vez que te morís
cada vez que te moriste
te pregunto
dónde estabas
qué te dijo la cara de la luna
iluminando cada vez
que te morías
cada una de estas azoteas
contra el cielo lejano
lejano hasta lo extranjero
lejano hasta lo incomprensible
tan estrellado
sin saber si fuiste vos
o quién de ustedes