Wednesday, September 24, 2014

Thursday, September 18, 2014

todo con mayúscula





una Yegua o una Ternera y yo escribía cosas cursis como esta con los objetivos más viles y anhelados:

Una plegaria para poder bañarme en tu piel encendida.
Una oración poderosa, que incite tu sonrisa en mis ojos.
Un conjuro que licue los paisajes soñados (o acumulaciones de piedras e imágenes de los hombres) a tu cuerpo suavemente iridiscente sobre mis sábanas.
Unas palabras habilmente combinadas que pulvericen los relatos.
Solo lascivos, nidos, hundidos, crecientes, bañados y tranquilos
Constelaciones en araña y copas desnudas bañadas de aliento y burbujas ingrávidas
Palpitaciones, trepidar, galope inequívoco, viniendo y viniendo y viniendo tu polvo gime Diosa alabanzas a Dios,
y todo con mayúscula.




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Addio a China Z que sigue su viaje. 
Mujer encantadora, que hace más amable este lugar.




Friday, September 5, 2014

Ruina modernista









Imposible resistir
el cuento de la ruina
pues como el árabe lo sabe
la ruina y el contar
son una palabra sola.

Yo era joven y ardía, deambulaba
entre los bares y las camas y hablaba
por teléfono, largamente, me acostaba
con todas las que podía, que eran muchas,
todas distintas y todas iguales.

Una madrugada la encontré: yo volvía
fresco de una orgía melancólica
y ella bebía sentada pacientemente
en un zaguán una cerveza de a litro
blanda y prolijamente mientras miraba.

Mentalmente la llamé
(como mi nombre es Jano)
Juno.

Juntos tuvimos un algo pitagórico
que nos volvió durante un tiempo
uno.

...

Volví a verla en una conferencia.

Hablaban de autopistas
y ciudades visionarias para ancianos
en algún lugar de Punta Yeguas
los croquis eran imprecisos.

Ella repartía canapés y me traía
repetidas copas de champaña que bebimos
entre risas y miradas envidiosas.
La música era adecuada.

(Me dijo que tenía un teléfono blanco
con un cable blanco, que adoraba).

Nos vimos una noche, luego dos y tres,
cinco seguidas, apenas comíamos, bebíamos agua.

Todo había empezado así:
desnudela
se sentó sobre mí
como una niña y pintele
el cuerpo con tinta roja.

¡Cuántos besos te di!
¡Cuántos besos te daría!

En aquel tiempo debí cruzar a Buenos Aires,
otra conferencia:
presentaban el disco “Bocanada”
que tanto impresionó mi juventud
por entonces a medias explorada.

Y cité por muchos días los versos del poeta.
Y canté las melodías por semanas
iluminándome
el artista
el alma.

Pero un día escuchaba distraído
y reparé de súbito en un verso
preciso e indelebilidísimo
y supe que alguien moría
y esto se repitió tres veces.

Tres veces escuché el verso
tres veces murió alguien:
un amigo del que ya nada sabía
un familiar enfermo
un lejano conocido.

(Si escuché dos veces más
fue porque no lo creí.
¿Presentía o producía?)

Luego olvidé.

...

La luna caía entre edificios
bien encima de la calle.
El mirador de enfrente
se azulaba cada tarde
de primordiales sombras delicuescentes.
El faro de la aduana
se instalaba en ti.

...

Una tarde no muy tarde
descubriste a la ligera
“Bocanada”.

Vi tus ojos encenderse
de amarillo y verde
como anisadamente.
Quise detenerte
pero... ¡no sé!
confié en el azar
que hasta entonces creía sutil y delicado:
tu piel blanca iridiscente, tus cejas
como pájaros negros remontando.

Y entonces escuchaste el verso
Y tres veces murió alguien:
un conocido lejano
un amigo de quien nada sabías
un familiar enfermo.

¡Ah, tus ojeras dilatáronse
en la misma faz del crepúsculo!
¡Y yo navegué en la arruga de tu frente
en espasmos que acompasaban torpemente
tus palpitaciones, en una melancolía
como impávida, casi eucarística!

Luego vino un temporal.
Luego sangraron los días.

Cierta mañana te sorprendí
escuchando una música africana
y al anochecer partiste arrebujada
por los densos vapores de tu buque.

Cruzaste dos mares
y adivinaste el futuro.
Pero no contabas historias.

Pasado el tiempo, recibí una carta pavorosa
escrita de tu mano, que adivinaba
finamente obscurecida
donde, al final, transcribías:

“¡Oh Sumo Genio de las cosas!
Todo tenía un canto, una sonrisa, un modo...
Un rapto azul de amor, o Dios, quién sabe,

Nos sumó a modo de una doble ola,
Y en forma de ‘uno’, en una sombra sola,
Los dos crecimos en la noche grave...”